El domingo 11 de abril realicé una etapa ciclista por los alrededores de Forcarey que consiguió aglutinar lo mejor de todos los terrenos: subidas y bajadas por asfalto, estupendos descensos por pista y endureros, tramos trialeros por viejos caminos de origen romano, algo de sherpeo, y estupendos paisajes allá donde iba. Empecé el día saliendo de Forcarey a las 9:24h, tras algo de trabajo mecánico para recolocar los sensores ANT+ que arranqué en la etapa anterior. La mañana amenazaba lluvia, pero la previsión meteorológica indicaba que no iba a llover en todo el día, y que a medida que avanzara la mañana el tiempo iba a mejorar. La verdad, clavado.
Salí de Forcarey por la carretera de la Chamosa, con la estupenda vista de la cascada. Avancé hasta el cruce de O Salgueiro, y continué a mano derecha, hacia Las Casetas. Allí seguí por la carretera de La Estrada, para desviarme a mano izquierda, a la altura del observatorio, por la pista que lleva a A Mámoa. La pista se encontraba algo embarrado, previsible tras los pasados días de lluvia, pero se podía rodar bien. El momento más complicado fue junto a la vaquería, donde siempre hay un tramo de grava que te deja clavado. Y con tanta agua, más. Pero una vez pasado, y vadeado el arroyo, el ascenso hasta A Mámoa no tuvo ningún inconveniente adicional. Entré en A Mámoa, para tomar, a unos 300 metros de la aldea, una carretera asfaltada que sube hasta lo alto de Peña Madroira, con una cota máxima de 712 msnm. A partir de aquí la carretera gira a la derecha, mientras que yo continué de frente, siguiendo mi avance, para poco después, en una bifurcación, tomar la pista de la derecha, que va describiendo una bajada por la cresta de la montaña. Al principio es una buena pista forestal, pero poco a poco se va transformando en una senda, hasta que desemboca en lo que es prácticamente un cortafuegos, que en sus tramos más complicados deja a la vista la roca madre, una especie de pizarra que le da al suelo una textura de rallador de queso que hace que de lo último que tengas ganas de es besar el suelo. Pero todo se compensa por las estupendas vistas de Monte Seixo, al fondo, y el valle del Lérez, en primer plano.
Tras una última bajada, el cortafuegos muere en una nueva pista forestal -ojo, hay una buena zanja entre el cortafuegos y la pista-, que circula en un tramo estupendo de bosque atlántico. Una delicia para la vista.
La pista acaba muriendo en la carretera que va desde Forcarey a la N-541. Tras un poco de descenso, giré a mano izquierda, buscando la aldea de Parada y su puente romano. Se pasa primero por Mouteira, donde destacan su iglesia y cementerio anexo, y tras seguir bajando, se llega a Parada. Se tiene que seguir en descenso, para tomar una corredoira -en realidad, un antiguo camino romano- que se encuentra bastante limpio, para lo que son mis experiencias previas, y que en un divertido descenso (mucha piedra suelta y musgo) acaba llegando hasta el sorprendente puente romano de Parada.
Se trata de un puente un solo arco que salva el cauce del río Lérez a una altura considerable, en un estrechamiento del cauce, que hace que el río tenga una fuerza considerable, pese a encontrarse, como era el día de hoy, con el nivel bastante bajo.
Tras visitar el puente, mi idea era volver sobre mis pasos, hasta la carretera y la N-541, pero por un cartel de información junto al puente, tuve conocimiento de que desde el puente se podía alcanzar la aldea de Vilariño (de Cerdedo), lo que me ahorraba unos cuantos kilómetros, ya que tenía previsto pasar por sus cercanías antes de dirigirme hacia Acivedo. De hecho, había hasta postes indicativos de la senda a seguir. El problema: en su comienzo por la margen izquierda del Lérez se veía comido de vegetación. Pero… ¿quién dijo miedo? Los primeros 300 metros de camino eran impracticables en bici. Además de los tojos y espinos (una constante en esta bendita tierra), se sumaban un perfil bastante irregular, con amplias vueltas y revueltas junto al puente. Poco después el camino mejoraba en lo referente a vegetación y perfil, pero el viejo camino romano, y menos vieja corredoira se encontraba con todo su irregular firme cubierto de musgo, tremendamente resbaladizo.
La cosa mejoraba al acercarse a Vilariño. En el último tramo ya era posible rodar y, así, pude entrar sobre la bici en esta población, y no tirando de ella. Desde allí salí a la carretera de Forcarey. No lejos de la salida de Vilariño se encontraba la fábrica de cementos, donde sale la salida de Acibedo. Tomé esta carretera y, en subida, acabé llegando esta población. Allí me encontré con las señalizaciones del Camino de Santiago (Geira Romana y Ruta de los Arrieros), como ya conocía de una etapa anterior. Salí de Acibedo hacia Cachafeiro, en una divertida bajada por una corredoira con abundante piedra suelta, que posteriormente era reemplazada por una inusitada cantidad de agua, que hacía parecer que iba por el cauce de un arroyo, más que por un camino. Esta circunstancia dejaba paso, al poco, a bastante barro, y a una subida pelín intensa, antes de bajar a la zona recreativa de A Freixeira. Atravesada ésta, se llega a Cachafeiro. Pero en vez de volver por carretera, preferí girar a la derecha por la carretera de Espindo, y girar después a mano izquierda, para realizar el tremendamente divertido descenso por campo hasta A Casanova. Y desde allí, subir por carretera hasta Forcarey, dando por finalizada la etapa a las 11:47, tras algo menos de 25 kilómetros. Lo dicho, una etapa tremendamente divertida y con gran cantidad de elementos de diversión.
Datos de la etapa
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El día 4 de abril, ya de vuelta en Forcarey, volví a intentar encontrar las cascadas de la zona de la Portela de Lamas. Tras la anterior salida en su búsqueda -infructuosa- había identificado una zona en la que parecía que se pudieran encontrar, junto a la aldea de A Graña, por cuyas cercanías había pasado la vez anterior. Así que decidí volver en su búsqueda, pese a que en otra conversación con Kalis me había dado una pista interesante en la zona de Arnelas. En cualquier caso, se trataba de salir a rodar, y era una excusa tan buena como otra cualquiera.
Salí al filo de las 9:15h desde Forcarey, tras identificar un problema con mi bomba: habían pasado unos cuantos días desde la anterior salida con la Giant, y las ruedas se encontraban algo flojas, pero algo funcionaba mal con la bomba, y apenas metía tanto aire como sacaba. Así que iba bajo de presión, y con un rodar muy pesado. Mal comienzo. Bajé hasta el río Lérez por carretera, para subir desde ahí hasta Cachafeiro. Continué por carretera hasta llegar al área recreativa de A Freixeira, donde continué por camino hasta Acivedo. Este tramo se encontraba en mejor estado que las veces anteriores que había pasado por él, y el tramo de Acivedo se encontraba bastante mejor que el que va más pegado a la carretera. De todas maneras, la entrada a Acivedo se ponía bastante interesante por la cantidad de piedra suelta que una vez había formado parte del empedrado.
Tras pasar Acivedo volví a rodar por carretera hasta Vilar, primero, y el circuito de A Magdalena, después. Allí me echaron una mano con el problema de las ruedas bajas de presión, dejándome inflarlas con la línea de aire de los boxes. Tras ello, pude continuar hasta Soutelo de Montes sin inconvenientes, y con un ritmo más alegre. Desde Soutelo tomé la N-541 hasta el desvío de Trasdomonte. Seguí el ascenso por carretera, viendo Forcarey al fondo. En un determinado momento, había superado la cota de Forcarey. Tela. Continué con mi camino, y emprendí un rápido descenso hasta As Codesás, primero, y A Graña, después. Era sorprendente, A Graña. Una aldea grande para lo que había visto por estos lugares, cuidada pero sin nadie a la vista, pero con una gran cantidad de coches de todas las épocas. Y cuando digo todas las épocas, me refiero a todas:
A partir de ahí, se trataba de explorar. Sabía que tenía que haber algún camino que llevar hasta el río Porto, y desde ahí tendría que haber algunas cascadas cerca de molinos. Encontré el camino, que para variar se encontraba lleno de espinos, tojos y ortigas. Tras pasar andando, llegué a una zona que se abría un poco más. El camino seguía bordeando la montaña, pero ni rastro de bajada alguna hasta el río, que oía a mi derecha. Finalmente encontré un calvero en la montaña que me permitió bajar a un paso de una finca, y desde ahí a un sembrado de espinos, que llevaban hasta el cauce del río. Pero nada de cascadas. Aun así, di con el molino, y la verdad es que no era tan impresionante como pensaba, pero casi compensaba el mal rato.
Tras explorar un rato en torno al molino, volví a recuperar la bici, que había dejado maleza arriba, y me dispuse a salir de la zona. Volví sobre mis pasos, hasta llegar de nuevo al camino principal. Desde allí volví a Graña, pese a que una bifurcación a mano derecha parecía que me podía llevar a la pista que quería tomar hacia Vilariño. Pero ante la duda de si terminaría bien o mal, decidí ir a lo seguro. El día se me estaba echando encima, y no era plan perderse por el bosque.
Llegado a A Graña, salí del pueblo, para dar con la pista -apenas un sendero hormigonado junto a unas casas- y empezar el ascenso. Sin embargo, al llegar junto a un depósito de aguas me equivoqué de camino, y continué por la dereche de éste, en vez de por la izquierda. Al poco, el camino empezó a descender (contra lo que debería hacer) y me di cuenta de mi error… y de que este camino enlazaba con la bifurcación que comentaba en el párrafo anterior. Corregí mi error cruzando campo a través hasta dar con el camino bueno, y continué el ascenso, esta vez sí, por una pista pedregosa. Al poco, con esfuerzo, llegué a una incorporación que ya me era conocida, por venir de Ameixeiras, y coroné al poco el paso de la montaña, junto a un poste de la luz y una cancela con un paso de palos. Desde allí mi idea era girar hacia la pista del parque eólico, llegar a las neveras de Fixó, y bajar por Fixó, pero se me había hecho definitivamente tarde, así que seguí recto para bajar por Vilariño.
Desde Vilariño, tras esquivar a un perrazo cruce de lobo y oso, salí a la carretera, y volví por ella hasta las cercanías de Cachafeiro. Desde ahí decidí volver tomando la pista que la vez anterior no había podido tomar, y que lleva directamente a A Casanova. Esta vez sí la pude tomar, y es un descenso estupendo. Lástima que un rato antes mi sensor de velocidad y cadencia se soltara de las bridas: durante la bajada se enredó en los radios, siendo arrancado el cable del sensor de cadencia. Por suerte pude recuperar todas las piezas, y más tarde, en casa, arreglarlo. Retomé el descenso, que me llevó de nuevo al cauce del Lérez, y desde allí ascendí por carretera hasta Forcarey, finalizando la etapa a las 12:31h, tras 32’2 km de recorrido.
Datos de la etapa
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El jueves 1 de abril Manolo, Miguel y yo volvimos a realizar una etapa ciclista por las cercanías de Sevilla. Seguimos con el plan de rodar y hacer kilómetros para ir entrando en forma, y tras la etapa anterior en torno al río, propuse una etapa de un kilometraje similar por la campiña sevillana: tomar la Vía Verde de Itálica desde Santiponce, y recorrerla hasta el puente roto sobre el río Guadiamar, en las cercanías de Gerena. Y desde allí, volver sobre nuestros pasos hasta el cruce con la Ruta del Agua, y volver a Santiponce por ella.
Quedamos esta vez a nuestra hora habitual, las 9:00h, y empezamos puntuales. Miguel había llegado con algo de adelanto, y Manolo llegó directamente montado en bici desde su casa. La mañana era bastante ventosa y amenazaba lluvia, pero salvo un breve instante de chispeo, a lo largo del día no nos cayó nada de agua. El viento, eso sí, fue constante. Avanzamos a un ritmo bastante bueno por la vía verde hasta llegar al puente del Arroyo del Judío, donde termina “oficialmente” el trazado de la vía verde, y continuamos por el trazado de la misma, camino de Gerena. El tramo antes de llegar a la carretera de Salteras se encuentra, como siempre, lleno de balasto y se hace fastidioso rodar sobre él, razón por la que esta vez iba con la bici de carbono en vez de con la gravel.
Pasada la carretera, y hasta el cruce con la Ruta del Agua seguimos avanzando a buen ritmo, por un trazado que no tenía nada de barro y permitía rodar bien. Hay un derrumbe importante cerca del cruce, que hace que sea obligado cruzar con algo de cuidado. Pero aparte de eso, nada más. Pasamos por la carretera de Gerena a Olivares, e hicimos el arco junto a la antigua estación de Gerena-Empalme, para llegar a las cercanías del puente roto. Desde allí nos planteamos vadear el río y enlazar con la ruta verde del Guadiamar, pero decidimos finalmente seguir con el plan original, por lo que retornamos sobre nuestros pasos hasta llegar de nuevo al cruce con la Ruta del Agua. Y esta vez con el viento más en contra que a la ida.
Tomamos la Ruta del Agua, donde se notó a mejor el cambio de firme. Avanzamos sin mucha novedad hasta La Alondra, disfrutando del paisaje.
Seguimos avanzando, hasta llegar a la vía del tren de Huelva, y pasamos sobre la misma, para salir a la carretera de Valencina a Santiponce. Bajamos a Santiponce por carretera, y en el primer bar que encontramos paramos a tomar unas buenas tostadas con aceite y tomate. Tras el refrigerio, Miguel y yo volvimos a mi casa, y Manolo continuó hasta Sevilla.
Datos de la etapa
Etiquetas: gerena, la alondra, mtb, río guadiamar, ruta del agua, santiponce, vía verde de itálica
Esta semana he estado en Sevilla para dar una vuelta por la oficina y por la casa. Y aprovechando que bajaba, hemos organizado una pequeña etapa ciclista para ir estirando piernas. La novedad es que hemos salido Manolo, Miguel y yo. Hacía ya bastantes años que no salía a rodar con Manolo (desde antes de que se fuera un par de años a Colombia, por lo menos), así que ha estado bastante bien. La etapa ha sido algo bastante convencional, ya que tanto Miguel como Manolo están empezando a coger el punto, y no era plan hacer algo demasiado disparatado. En el caso de Miguel y yo, salimos de Santiponce, pero Manolo venía desde su casa de Sevilla, y nos recogió al paso. De Santiponce seguimos por la vereda de Guillena, entre la N-630 y la A-66, hasta llegar a la pista de Aljarafesa por donde trascurre el Camino de Santiago.
Cruzamos sin mucha novedad el arroyo de los Molinos, y seguimos hasta el fin de la pista. Desde allí entramos en Guillena tras recorrer un tramo de camino junto a la carretera, en bastante mal estado por las lluvias y el paso de tractores. En Guillena hicimos una parada para tomar unas buenas tostadas. Tras ello, decidimos volver hacia Santiponce. Por variar, en vez de volver por la pista, seguimos por la Cañada Real en paralelo a la carretera, hasta llegar a la estación de servicio. Seguimos por la misma, pasando junto a la mina y el arroyo Galapagar. La idea era seguir hasta la vía verde de Itálica, pero Manolo empezó a tener calambres en una pierna, por lo que regresamos a Santiponce por carretera. Y Manolo, a Sevilla por la misma. Una buena etapa para rodar y hacer kilómetros.
Datos de la etapa
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