Ayer estuve haciendo ciclismo en las Montañas Wicklow, al sur de Dublín, en la zona de Ballinastoe, donda hay un parque ciclista de montaña abierto al público. El parque en sí está muy bien, pero lo que es verdaderamente espectacular es la vista del Lago Tay desde la parte superior de la colina donde se encuentra el parque. Espero que os guste.
Etiquetas: ballinastoe, ciclismo, irlanda, lough tay, mtb, wicklow
El domingo 3 de abril de 2016 volví a salir a rodar con mis amigos cordobeses. Aprovechando una visita a Córdoba para la boda de mi prima Lourdes, así como una semana de vacaciones para resolver algunos asuntos en Sevilla, no iba a dejar pasar la oportunidad de volver a rodar por mi querida tierra cordobesa. No en balde estuve dando la lata a mis amigos durante más de un mes para organizar la salida. Y tras unos cuantos dimes y diretes, al final acabamos saliendo a rodar el domingo, en mi caso con unas breves horas de sueño tras la boda de Lourdes.
Quedamos a las 10:00h cinco BartoCalvos: Javi Aljama, Ángel, Mané, Inma (que se nos uniría más tarde, junto al Club de Golf) y yo. Salimos desde el Vial Norte. Era la primera vez en tres años largos que salía a rodar con Ángel, y eso ya era también algo digno de celebrar. Y con nueva montura: una excelente Ghost que le compró a Paco Herrera, en un estado excelente, y con muy poco uso. Javi vino -tarde, como suele- también con su nueva Slash de carbono. Un gran día.
Empezamos a rodar a eso de las 10:25h. Salimos de Córdoba por el Puente Romano del arroyo Pedroche, y subimos por la senda del Camino Mozárabe hasta la Carrera del Caballo. Ángel iba avisando de que estaba desentrenado, pero no paraba de tirar, como en los viejos tiempos. Yo, por mi parte, me encontraba mucho mejor de lo que esperaba con la Ghost, habida cuenta de la juega y las pocas horas de sueño, y el estar ahora más acostumbrado a rodar distancias cortas con la plegable. Pero no iba mal la cosa, nada mal.
Subimos la Loma de los Escalones, a un ritmo relajado, pero sin pausa. En mi caso, me sentía cómodo rodando, y el entusiasmo por encontrar por paisajes largamente añorados me ayudaba a disfrutar de cada pedalada. Así, poco a poco Javi y yo nos fuimos separando, para acabar llegando destacados a Doña Enriqueta. Allí, reconstruido el grupo, volvimos a seguir con el ascenso, siempre por el trazado del Camino, hasta llegar a Arrastraculos. Nuevo reto. Y de nuevo, superado con éxito, con mi segundo mejor tiempo histórico de esa pared. Si es que cuando digo que me encontraba cómodo, no es por decir.
Pero se nos estaba haciendo tarde. Habíamos quedado con Inma a las 12:30h en el Club de Golf, rondábamos ya el mediodía, y aún no habíamos llegado a Cerro Muriano. Bajamos a toda velocidad, y allí Ángel decidió seguir hacia el Club de Golf por carretera, y Mané, Javi y yo nos quedamos para hacer un pequeño tentempié.
Tras la breve parada seguimos los pasos de Ángel, y empezamos el ascenso al Club de Golf por carretera. La idea era llegar cuanto antes, para luego, si había ganas, seguir por la Pasada del Pino hasta Las Jaras. Pero por lo que estaba pudiendo ver, iba a ser demasiado para la burra. Se estaba haciendo tarde, y la gente no estaba aún en forma para una etapa con tanta exigencia.
Al poco nos encontramos los cinco. Una buena subida por carretera, tras la que decidimos recortar un poco la etapa. Tomamos el GR-48 para ir al Lagar de la Cruz. Disfrutamos de un buen tramo XC, en el que empezamos a ver nubes que amenazaban el final de etapa.
Una vez en el Lagar, hicimos una parada para tomar unas buenas cervezas, disfrutadas en mejor compañía, y decidimos dar por finalizada la etapa, ya que el día se estaba poniendo bien feo, y era ya bastante tarde.
Ángel, merced al estado un tanto precario de sus frenos, decidió bajar a Córdoba por carretera. Inma estaba al lado de casa, y Javi, Mané y yo nos decidimos por Los Morales, pero haciendo la King-Kong, recientemente abierta. Dicho y hecho, según bajábamos, empezó a chispearnos, pero no era nada que no pudiéramos afrontar. Bajamos el primer tramo de Los Morales, y luego enfilamos para la King-Kong. Y lo que Javi nos había contado de ella no era -ni mucho menos- una exageración. Un tramo salvaje, abierto a puro huevo, y con un estremecedor salto de 2 metros precedido por un palé. Espectacular.
El resto de la bajada tampoco desmerecía. Terreno virgen, recién abierto, con mucha tierra suelta y algún que otro susto. Pero sumamente divertido. Acabamos saliendo de nuevo a Los Morales, y terminamos de bajar por Sansueña. Allí Mané y yo nos separamos de Javi, y volvimos a la Asomadilla. Una etapa algo más breve de lo que me hubiera gustado, pero de la que disfruté cada segundo. ¡Gracias a los que la hicieron posible!
Los datos de la etapa son los siguientes:
Elapsed Time | Moving Time | Distance | Average Speed | Max Speed | Elevation Gain |
---|---|---|---|---|---|
00:00:00 | 00:00:00 | 0.00 | 0.00 | 0.00 | 0.00 |
hours | hours | km | km/h | km/h | meters |
Etiquetas: arrastraculos, carrera del caballo, córdoba, cerro muriano, gr-48, king-kong, lagar de la cruz, loma de los escalones, los morales, mtb
El Jueves Santo, dos de abril de 2015, emprendimos la que sería la última de nuestras etapas de la Vía de la Plata entre Mérida y Zamora. Y como colofón a nuestro recorrido nos marcamos una etapa que fue un digno final a nuestro rodar: una etapa sin escalas entre Salamanca y Zamora. 65 kilómetros, de Catedral a Catedral.
Salimos a dar una vuelta mañanera por Salamanca, con la idea de tomar un buen chocolate con churros en la cercana Chocolatería Valor. Pero no habíamos calculado que, por ser Jueves Santo, podría estar cerrada, como así era. Nuestro gozo en un pozo. Al menos pudimos tener una buena visita al corazón de Salamanca, sin gente por la calle. Eso incluía, de nuevo, la Universidad…
…y la Casa de las Conchas.
Al final acabamos desayunando en un mesón extremeño que acababa de abrir, justo junto a la entrada del Hostal. Tras desayunar, recogimos bártulos, y empezamos a rodar al filo de las 9:15h, desde la Plaza Mayor.
Salimos en dirección norte por la calle de Zamora. Una clara señal de que estábamos transitando por una de las calles más antiguas de Salamanca. Caminos, más bien, absorbidos por el crecimiento urbano. La mañana, siguiendo la tónica de este viaje, estaba despejada, y bastante fría, rondando los 5ºC. En esta ocasión decidimos recorrer, de manera íntegra, la etapa por asfalto, siguiendo el trazado de la N-630. Merecía la pena llegar con tiempo a Zamora, y dado que el trazado más fiel de la vieja vía Romana se encuentra bajo la propia Nacional, no había nada mejor que Zamora que nos hiciera merecer la pena ir por el trazado indicado del Camino.
La etapa iba a tener dos grandes zonas diferenciadas: un primer tramo de llanura castellana, de inmensos campos, con apenas cambios de nivel, y que se extendería durante 40 kilómetros, y un descenso final por el valle del Duero hasta la misma Zamora. Con esta tipología en mente, empezamos a rodar. Dejamos atrás Salamanca, pasando junto al Estadio Helmántico, y no tardamos en alcanzar la cercana población de Aldeaseca de la Armuña. Seguimos avanzando por una zona a medio camino entre población rural dispersa y barrios satélites de Salamanca, hasta que llegamos a Calzada de Vandunciel. Sin detenernos, seguimos avanzando, siempre hacia el norte, por la N-630. Pasaríamos junto al Castillo del Buen Amor, la prisión de Topas, y, no mucho tiempo después, llegamos a la única parada de la jornada: El Cubo de Tierra del Vino, primera población zamorana viniendo desde Salamanca.
Tras tomar café y cola-cao en el bar del pueblo, seguimos en dirección Zamora, pasando junto a la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán. Ignoramos las flechas amarillas, que en este tramo marcan el Camino coincidiendo con la vieja vía de tren entre Salamanca y Zamora, y seguimos rodando por la Nacional. Iniciamos un suave ascenso, que nos habría de llevar hasta la cota máxima de la jornada, 876 metros de altitud, y que marcaría el fin de la planicie castellana, para dar inicio al veloz descenso por el valle del Duero. Pasamos junto al pueblo de Peleas de Arriba, conocido por ser el lugar de nacimiento del Rey Fernando III el Santo. Pasamos por las poblaciones de Corrales del Vino y Morales del Vino, esta última antesala de Zamora, a la que no tardamos en llegar. Eran las 13:25 horas cuando entrábamos en Zamora.
No tardamos en llegar al Puente de Piedra, del siglo XIII, y lugar de entrada a Zamora, salvando el río Duero. Habíamos llegado.
Una vez cruzamos el Duero, giramos a la izquierda, para ascender hasta la mismísima Catedral, para tener un final de etapa inmejorable:
Habían sido 64’2 kilómetros en 3 horas, 54 minutos y 9 segundos. Y llegamos justo cuando terminaba una procesión en la Catedral.
Tras nuestra arribada a Zamora, bajamos en dirección al Casco Histórico, a fin de buscar un sitio donde almorzar. Pero debido a la finalización de la procesión, la zona se encontraba atestada de gente. Así que optamos por comprar algo de pan, fiambre y queso en un colmado, y nos hicimos unos bocadillos, que degustamos junto a la iglesia de la Magdalena.
Después, tomamos un café en un bar cercano, y volvimos a la Catedral, donde visitaríamos el Castillo de Zamora y la propia Catedral.
Por la tarde, y antes de dirigirnos a la estación de autobuses, hicimos una rápida visita por la ciudad. Nos detuvimos un rato junto a la Iglesia de Santa María de la Horta:
Tras esto, no nos quedó sino dirigirnos a la Estación de Autobuses, donde nos aguardaría un buen rato de espera.
Mi padre, el auténtico héroe de todo este viaje, tomó por la noche un autobús de vuelta a Sevilla, para posteriormente tomar un tren a Córdoba, y salir, el Viernes Santo, de procesión con la Cofradía de la Virgen de los Dolores. Yo, por mi parte, esperé en la estación hasta las 3 de la mañana, para tomar el autobús que me conduciría a Pontevedra, donde habría de pasar el resto de la Semana Santa. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado…
…o no exactamente. Este trayecto forma parte de un proyecto personal que arrancó en mi mente, allá por el año 1998, consistente en recorrer en bici la distancia que separa Córdoba de Santiago de Compostela. Durante algunos años estuve dando la tabarra a amigos y familiares con ello. Finalmente, 17 años después, tras dividir el trayecto en tres bloques, había cumplido uno de mis sueños de adolescencia:
Los datos totales del recorrido son los siguientes:
Los datos de la etapa son los siguientes:
Elapsed Time | Moving Time | Distance | Average Speed | Max Speed | Elevation Gain |
---|---|---|---|---|---|
00:00:00 | 00:00:00 | 0.00 | 0.00 | 0.00 | 0.00 |
hours | hours | km | km/h | km/h | meters |
Etiquetas: aldeaseca de la armuña, calzada de vandunciel, castillo del buen amor, corrales del vino, el cubo de la tierra del vino, morales del vino, mtb, peleas de arriba, salamanca, zamora
Y por fin, amaneció. Nuevo mes, nueva etapa, y una noche que, como nos habíamos temido, sería para olvidar, aunque no nos sería nada fácil hacerlo. Una noche fría, incómoda, de poco sueño y mucho revolverse dentro del saco. Tan mala fue, que al darnos cuenta, ya de mañana, que el bar de la plaza se encontraba cerrado, no quisimos ni esperar a que abrirar, y salimos de Pedrosillo de los Aires a las 8:30h de la mañana, sin desayunar, camino del primer sitio donde encontráramos un bar decente donde olvidar semejante espanto.
Salimos de Pedrosillo por la carretera, dirección noreste, que lleva a Monterrubio de la Sierra, carretera ésta estrecha, y con cercas de piedra a ambos lados. Por suerte toda la zona parecía dormida a esa hora, por lo que el tráfico era prácticamente nulo. Eso mismo, para nuestra desgracia, hizo que no encontráramos ningún bar abierto en Monterrubio. Así que abandonamos el pequeño y dormido pueblo para seguir nuestra marcha, en dirección a Morille. Llegamos a este pueblo, distante 12 kilómetros de nuestro punto de inicio, al filo de las 9:30h de la mañana. No estaba mal, una hora de marcha, prácticamente en ascenso permanente, salvo una última bajada, sin desayunar, en un día frío y con fuerte viento en contra. Nuestro comienzo de etapa no estaba siendo especialmente prometedor.
Las cosas empezaron a mejorar en Morille. Encontramos abierto el bar anexo al albergue de peregrinos. Un bonito albergue, y un bonito bar, que nos hizo desear haber continuado rodando un poco más en la etapa anterior. Ya no tenía remedio, pero al menos disfrutamos de un agradable desayuno, antes de continuar nuestra etapa. Salimos de Morille, incorporados de nuevo al ramal del Camino que venía desde San Pedro de Rozados, permanentemente en dirección noreste, de nuevo por pista, y habiendo dejado atrás el asfalto. El fuerte viento que habíamos experimentado desde el comienzo de la etapa empezó a convertirse en un verdadero vendaval. Por suerte nuestro camino picaba hacia abajo, en un prolongado descenso que ya no se detendría hasta Salamanca.
Dejamos atrás los pastos, mayoritarios entre Pedrosillo y Morille, para entrar en una pura zona ganadera, con amplios encinares. Un entorno agradable para rodar, y que hicieron nuestras delicias.
Salimos de la dehesa a la altura de las casas de Aldeanueva, para volver a los inmensos campos de cultivo -sin una sombra, claro-, que ya serían la tónica hasta la entrada misma de Salamanca. Descendimos a toda velocidad, pasando por Miranda de Azán y Aldeatejada, donde tuvimos que realizar el último ascenso de la jornada, la subida del Teso de las Zorreras, corta pero intensa, y que estuvo recompensada con una excelente vista de nuestro camino, hacia el sur, y de Salamanca, al norte.
El final de la subida se encuentra coronado por una cruz metálica, donde se halla una pequeña figura de Santiago Peregino.
Dejamos atrás el Teso para cruzar por debajo de la autovía de la Plata, y entrar ya en Salamanca. Pero no se puede decir que entráramos de verdad en Salamanca hasta que no llegamos al río Tormes, con su espectacular puerte romano, y la vista inmejorable de las dos Catedrales de Salamanca.
Cruzamos el puente, en cuyo extremo norte se encuentra un berraco vetón, y nos adentramos en las callejuelas de la ciudad.
Dimos por finalizada esta corta etapa, de apenas 31 kilómetros, recién pasadas las 12 del mediodía, junto a la Catedral Nueva. Buen fin de etapa. Pero aún quedaba lo mejor.
Nos dirigimos a nuestro punto de hospedaje, el Hostal Escala Luna, sencillo, barato, limpio e inmejorablemente ubicado, cerca de la Casa de las Conchas, que no pudimos dejar de visitar.
Tras asearnos, partimos en busca de un sitio para almorzar. El elegido fue el restaurante italiano La Tagliatella, donde nos pegamos un buen merecido homenaje con las que sin lugar a dudas son las mejores pizzas que he comido en España, y que no tienen nada que desmerecer a las que he comido en Italia. Gloria bendita. El resto de la tarde la empleamos visitando las Catedrales, la románica…
…y la gótico-renacentista…
…la Universidad…
…así como diversas iglesias y conventos.
A la caída de la noche cenamos en un Peggy Sue´s, franquicia retro americana, para después, en el entorno de la Catedral y la Casa de las Conchas,
Tras la procesión, volvimos al hostal, a fin de pasar la que sería nuestra última noche en el Camino.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Elapsed Time | Moving Time | Distance | Average Speed | Max Speed | Elevation Gain |
---|---|---|---|---|---|
00:00:00 | 00:00:00 | 0.00 | 0.00 | 0.00 | 0.00 |
hours | hours | km | km/h | km/h | meters |
Etiquetas: aldeatejada, miranda de azán, monterrubio de la sierra, morille, mtb, pedrosillo de los aires, salamanca
El 31 de marzo, Martes Santo, emprendimos la cuarta etapa de nuestro viaje, en la que abandonaríamos la comunidad de Extremadura, para internarnos en Castilla y León. Desayunamos en el albergue de Baños de Montemayor, y empezamos a rodar a las 8:45h. Bajamos desde el albergue hasta la vieja N-630. Antes de abandonar Baños (cosa que, a la larga, tardaría un poco más de lo que pensamos), tomamos algunas fotos en el famoso balneario que da nombre al pueblo, y cuya visita fue algo que nos quedó pendiente por hacer.
La mañana estaba clara y especialmente fría, algo que no era de extrañar, teniendo en cuenta que estábamos a los pies de la Sierra de Béjar, y que ésta aún se encontraba nevada. Sin embargo, era algo bastante soportable. Como decía, salimos de Baños por la N-630, que para salvar la subida al puerto es especialmente sinuosa en este tramo. Ello supuso que, tras un par de curvas y un buen rato de marcha, volvíamos a estar en Baños, aunque en su parte más alta.
Pasada la segunda curva, y tras dejar atrás una bonita vista de Baños y del valle del Ambroz, nos encontramos ante nuestra primera disyuntiva de la jornada: realizar la subida por el tramo restaurado de la calzada romana en fuerte pendiente y firme, digamos, pedregoso, o hacerlo por la carretera.
Esta vez ganó la opción de la carretera. No era plan reventar tan temprano. Aún nos quedaban 5 kilómetros de subida al puerto y salvar un desnivel acumulado de 200 metros (de 700 a 900), y una buena tirada de kilómetros hasta nuestro destino previsto, el pueblo de Fenterroble de Salvatierra. Algo que, dicho sea de paso, estaba abierto a modificaciones.
Así pues, iniciamos un ascenso bastante tranquilo por carretera, en el que el desnivel no pasó en ningún momento del 9%, sí era bastante constante, lo que exigía ser constante en el esfuerzo. Y así llegamos hasta el límite autonómico entre Extremadura y Castilla y León, y entramos en Salamanca.
Seguimos ascendiendo hasta llegar a la población de Puerto de Béjar. 900 metros de altitud, y una mañana clara y despejada. Pronto encontramos, tras pasar una gasolinera, el desvío por la calzada romana a mano izquierda, impecablemente señalizado.
Pasamos por debajo de la autovía, y tras dejar atrás una réplica del miliario CXXXII, iniciamos un divertido descenso hasta el puente de la Malena, por el que cruzamos el río Cuerpo de Hombre. No sólo habíamos subido el puerto de Béjar, sino que primera de las tres grandes subidas del día, sino que, encima, habíamos bajado incluso por debajo de la altitud que teníamos en Baños de Montemayor: 665 metros de altitud.
Empezamos a rodar por el valle del Cuerpo de Hombre, en dirección noreste. A medida que avanzábamos, entre dos macizos montañosos, íbamos pasando junto a diversos miliarios, algunos mejor y otros peor conservados, pero que contribuían a dar aún más sabor al hermoso paisaje por el que transitábamos.
Así, 3 kilómetros después del puente, llegamos a una carretera comarcal, que tomamos en dirección a nuestro siguiente objetivo: Calzada de Béjar, y la segunda subida de la jornada. Existen dos maneras de subir a Calzada de Béjar: por la margen derecha o por la margen izquierda de un arroyo tributario del río Cuerpo de Hombre. La calzada sube por la margen derecha, y existe una carretera, algo más cómoda, que lo hace por la margen izquierda. En nuestro caso tomamos la carretera, ya que en ella se encuentran rehabilitados un mar de miliarios que se encontraron en el fondo del valle, y que fueron dispuestos junto a la carretera, pese a que la calzada se encuentra en la otra margen.
Y así, tras una nueva subida de 2 kilómetros, en los que ascendimos otros 100 metros, llegamos a Calzada de Béjar. Eran las 10:45h de la mañana. Llevábamos dos horas de etapa, en las que habíamos recorrido algo menos de 15 kilómetros. Hay que admitirlo, no era una gran media, pero habíamos ya superado dos de las tres principales dificultades de la jornada.
Nuestra idea era hacer una pequeña pausa en la población, para sellar credenciales y tomar el segundo desayuno de la jornada. Pero el pueblo se encontraba prácticamente vacío, sin bares abiertos, y con el ayuntamiento cerrado. Parecía un pueblo fantasma. Así que decidimos dejar atrás la población, tomando un desvío para visitar el fortín romano que se alza en sus cercanías. Y es que la principal atracción de la zona es uno de los escasísimos fortines romanos que se conservan en la Península. No podía dejarlo pasar. Especialmente tras la sobredosis de asfalto que llevaba esa mañana. Por suerte nos encontramos con una vecina que nos confirmó la existencia de un sendero que subía hacia el castillo, por el que pronto nos aventuramos. El sendero era poco más que un camino de cabras, que ascendía a cuchillo por el monte, entre maleza, zarzas y cercas de piedra inmemoriales. Casi no se podía hacer andando, por lo que arrastrar de las bicis hacia arriba -de ir montados, ni soñarlo- era una auténtica proeza. Pero el fortín lo merecía.
Tras un rato de deambular por las venerables piedras, nos tocó volver a la marcha. Oíamos el cercano rumor de una carretera, así que en vez de volver sobre nuestros pasos a Calzada de Béjar seguimos ascendiendo, aprovechando que el perfil se suavizaba bastante. En efecto, no tardamos en salir a la carretera de Béjar, que tomamos en descenso, para volver a encontrarnos con la vía de la Plata, transmutada en este tramo en una pista perfectamente conservada que, recta como una flecha, durante 8 kilómetros hasta Valverde de Valdelacasa.
Durante los 11 kilómetros de recorrido nos fuimos encontrando con una excelente colección de miliarios -todos ellos originales- que jalonan el recorrido, ora a izquierda, ora a derecha del mismo. Algunos tan señalados como aquellos en los que se han grabado cruces…
…y otros que -si bien movidos de su ubicación original- marcan la zona donde se vadea alguno de los arroyos que la vía cruza.
Llegamos a Valverde de Valdelacasa tras rodar, de una manera rápida y sin mayor contratiempo, por la vía. Nos detuvimos en el bar del pueblo para tomar un tentempié, y estuvimos un rato de charla con el dueño del bar, con el que intercambiamos anéctodas del Camino. Nos venía bien un descanso, ya que el siguiente tramo, hasta Valdelacasa, suponía también una buena subida. Tras el rato de buena charla, dejamos atrás el pueblo, que no ofrece mucho más al visitante, más allá de saber que en la zona se encontraba la mansio ad Lippos de la vía romana.
La subida a Valdelacasa se realiza por carretera. Son tres kilómetros y medio con pendientes del 8% que, tras los duros 25 kilómetros que llevábamos encima, se dejaron notar. Aunque más que los 25 kilómetros se notó la excursión al fortín romano. Aun así, no quedó otra que subir, con los inseparables miliarios que seguían surgiendo a nuestro encuentro, en ocasiones incluso formando parte de cercas de piedra. Pronto habríamos de llegar al punto más alto de lo que llevábamos de jornada, 950 metros de altitud, y tercera cota del día.
Llegamos a Valdelacasa poco después de las 13:00h. Pronto para almorzar, sobre todo con la reciente parada de Valverde, así que decidimos seguir hasta nuestro final de etapa en Fuenterroble de Salvatierra, distante sólo 8 kilómetros. Salimos, pues, manteniendo rumbo noroeste. A la salida de Valverde encontramos un cruce de caminos, en el que era posible tomar tres trazados diferentes para seguir hasta Fuenterroble.
En nuestro caso, optamos por seguir por la carretera que, a mano derecha, conducía directamente hasta nuestro punto de destino. Los otros dos caminos, a la izquierda y por el centro, son aproximaciones más o menos fieles a la calzada romana, y suponen poca diferencia, si bien es verdad que el camino de la izquierda es el más fiel a la vía romana: éste pasa por el llamado Bosque del Peregrino, donde se ha rehabilitado el miliario CXLVIII, que nos perdimos.
Seguimos ascendiendo por carretera durante un rato, con ocasionales bajadas, bordeando bosques, hasta que llegamos a la que sería la cota máxima de la jornada, a 1012 metros de altitud, antes de emprender un rápido descenso hasta Fuenterroble de Salvatierra. Y dado que habíamos llegado a nuestro final de etapa antes de las 14:00h, y que aún teníamos toda la etapa por delante, decidimos prolongarla, a fin de hacer más corta la etapa siguiente, que nos habría de llevar a Salamanca. Pero no sin antes almorzar en Fuenterroble de Salvatierra. Y qué almuerzo. El sitio se llamaba el Mesón El Pesebre. No tenía nada en especial por fuera que llamara la atención, y por dentro la decoración era rústica pero agradable. Ahora bien, el almuerzo fue espectacular. Recuerdo con especial cariño una morcilla con pimientos y reducción de P.X. que era gloria pura.
Durante el bien merecido almuerzo, estudiamos nuestras posibilidades. Éstas eran básicamente dos, ya que la Vía se bifurca unos cuantos kilómetros después de Fuenterroble: San Pedro de Rozados y Pedrosillo de los Aires. Si bien la primera población tenía a su favor ser de mayor tamaño y tener mejores servicios, tenía dos graves inconvenientes: una mayor distancia a recorrer (unos 25 kilómetros adicionales), y tener que salvar el Pico de las Dueñas. Pedrosillo de los Aires, por su parte, estaba más cercana, pero era una población más pequeño. Pero no habíamos tenido malas experiencias hasta el momento, así que optamos, en principio, por ir a Pedrosillo. A toro pasado poco me equivoco si digo que habríamos optado por San Pedro.
Reanudamos la etapa a pasadas las 15:15h. Tomamos una carretera comarcal para volver a enlazar de nuevo con la calzada romana, que sigue su rumbo a Salamanca, siempre en dirección noreste. Y aquí nos encontramos con una de las mayores partes del Camino: 5 kilómetros de calzada romana perfectamente recta (que suben hasta 8 si admitimos unos pequeños cambios de rumbo), en los que se han conservado no sólo los miliarios, sino también la estructura misma de la calzada, y que transcurren, entre cercados, a la vista de la Sierra de Béjar, al sur, y del Pico de las Dueñas, al norte.
Pasados estos 5 kilómetros, entramos en un pequeño bosquecillo, que marcó el final del suave descenso que veníamos teniendo desde que tomamos la calzada romana. A partir de ahí no nos quedaba más que terreno ascendente o, como mucho, quebrado en subidas y bajadas.
Pasado el pequeño bosquecillo seguimos por lo que se podía reconocer como el trazado de la vía romana, pero que había sido invadido en parte por una finca colindante: no sólo permitían al ganado pastar en la vía, sino que habían llegado a construir una balsa de recogida de aguas en la mismísima vía. Un atentado al patrimonio, se mire por donde se mire. Pasado ese espanto, empezamos a ascender por una pista en dirección a Navarredonda de Salvatierra, población en la que no llegamos a entrar. Poco después de la misma, llegamos a la bifurcación del camino, donde tendríamos que decidir por ir a San Pedro de Rozados, subiendo el Pico de las Dueñas, o ir a Pedrosillo de los Aires, más cercano, y con un trazado más fiel a la vía romana. Optamos por esta última opción, ya que el cansancio empezaba a hacer mella en nosotros. No en balde llevábamos a esas alturas la friolera de 49 kilómetros y 7 horas y 45 minutos de etapa.
Empezamos un descenso por pista que nos llevó a las cercanías de otra finca ganadera, cuya entrada se encontraba decorada por sendos miliarios romanos. Acabado el descenso nos tocó afrontar la subsiguiente subida que, con rampas del 6% por tierra se nos atragantó un poco, pero que una vez superamos nos permitió contemplar, por vez primera, nuestro final de etapa: Pedrosillo de los Aires. Que se encontraba, como no podía ser menos, en un alto. Nos tocaba bajar para volver a subir.
Llegamos a Pedrosillo de los Aires a las 17:15h, tras 59 kilómetros de etapa y la friolera 8 horas y media largas de recorrido. Hicimos una primera parada en el primer bar que encontramos para descansar y tomar unos Acuarius. Luego nos dirigimos al cercano albergue municipal, situado al lado del ayuntamiento, y del bar de la plaza del pueblo, donde nos dieron las llaves del mismo.
El albergue no era sino una vieja casa con dos habitaciones y un baño que se había habilitado con literas. Y cuando digo vieja no utilizo este adjetivo a la ligera. Cierto es que el peregrino no exige nada, y agradece la ayuda que le prestan, pero tengo que admitir que he visto cuadras más limpias. Fue en ese momento cuando empezamos a plantearnos si no hubiéramos hecho mejor en ir a San Pedro de Rozados. Tanto era así que incluso nos planteamos seguir avanzando hasta el siguiente pueblo. Pero la etapa había sido dura, y nos lo tomamos como otra aventura más.
Y vaya si lo fue. Incluso el trato en el bar cercano fue bastante seco. Casi parecía que molestáramos. Esa noche acabamos cenando unos sobrios bocadillos con tinto de la casa, mientras veíamos un partido de la Selección en la televisión del bar. Y luego, al saco de dormir, porque en el pueblo no había gran cosa que ver ni que hacer. Y lo del saco de dormir fue obligado, por varias razones: la ausencia de sábanas, mantas, o cualquier ropa de cama más allá de unos cobertores raídos, el lamentable estado de los colchones, que saltaba a la vista que habían vivido décadas mejores, y el intenso frío que hacía esa noche en el pueblo, abierto a todos los vientos del mundo. Algo que su nombre debía de habernos sugerido.
Así que a las 21:45h ya estábamos en cama, dando por finalizado un día que había sido excelente, y rogando por que la mañana del primero de abril llegara lo antes posible.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Etiquetas: baños de montemayor, béjar, calzada de béjar, fortín romano, fuenterroble de salvatierra, mtb, pedrosillo de los aires, pico de las dueñas, puerto de béjar, san pedro de rozados, sierra de béjar, valdelacasa, valverde de valdelacasa