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Una mentira puede dar la vuelta al mundo antes de que la verdad tenga tiempo de calzarse las botas
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24 nov 12 VI Marcha Ciclista Fuente Obejuna (11/11/2012)

El domingo 11 de noviembre participé en la VI Marcha Ciclista de Fuente Obejuna, y tengo que decir que fue una experiencia durísima, pero que no dudo en recomendar. Tuve noticia de esta competición gracias a una publicidad sobre el I Circuito MTB Valle del Guadiato que me dio mi padre, y del que esta prueba forma parte. Y pese a que aún me encontraba tocado, y había perdido bastante forma desde el verano, no pude menos que apuntarme. Me secundó en esta aventura Javi Aljama, valiente donde los haya, siendo entre ambos la representación del club Bartocalvos MTB, del que formamos parte integrante.

Sin embargo, no pude menos que aprovechar el viaje para pasar un fin de semana de turisteo con Ana en el valle del Guadiato, por lo que nos fuimos el viernes 9, a la salida del trabajo, para Fuente Obejuna, quedando hospedados en el excelente hotel rural Romero Torres, a la entrada de Fuente Obejuna. Fue un fin de semana de contrastes, pues alternamos ratos de sol y frío con fuertes chubascos, lo que presagiaba que la carrera del domingo iba a ser sumamente accidentada. Y lo fue, vaya si lo fue.

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Había quedado con Javi a las 8:30h en el hotel, para ir juntos al punto de salida de la carrera, el polideportivo de Fuente Obejuna, donde la carrera daba comienzo a las 9:30h. Pero cuál no sería mi sorpresa al recibir una llamada de Javi, a las 8:00h, diciéndome que se acababa de dar cuenta, a la altura del pantano de Puente Nuevo, de que se había dejado casco y guantes en Córdoba. Le tocaba dar media vuelta, ya que sin ambos elementos participar era inviable: el casco por requisitos de seguridad de la carrera, y los guantes porque hacía una mañana heladora en Fuente Obejuna. Apenas llegábamos a los 7ºC, y con una fuerte ventolera.

Así que me dirigí con Ana al polideportivo, donde recogí mi dorsal y el de Javi, esperando a que llegar a tiempo para participar en la prueba. Pero pasaban de las 9:00h y aún no había llegado. Mientras tanto la organización daba las últimas pinceladas a la salida, y el centenar de participantes se encontraban ya listos para partir. Tenía mala pinta: Javi no iba a llegar.

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Pero llegó, al filo de las 9:25h. Rápidamente sacamos su bici del coche, y le puse el dorsal en la mochila mientras él montaba las ruedas. Y sin apenas tiempo para nada más, nos dirigimos a la cola del pelotón, justo para llegar a él cuando daban la salida oficial. Apenas nos habían sobrado un par de segundos.

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Una ventaja iba a tener el salir últimos: y era que sólo podíamos mejorar. Salimos de Fuente Obejuna, pues, en dirección noroeste, camino de la aldea de Cuenca. Nada más empezar el grupo empezó a marcar una velocidad endiablada, pese a la cual, poco a poco, fuimos remontando posiciones, aunque a costa de rodar a un ritmo demencial, por una pista que transcurría entre dehesa y tramos de sembrado, plagada de charcos, y de arroyos repletos de agua helada. Pronto, merced al rodar del centenar de ciclistas que allí nos encontramos, estábamos rodando en un barrizal, que al menos tenía la ventaja de que no se pegaba como si fuera pegamento a las bicis, pero que aun así dificultaba enormemente el rodar. Para mi desgracia había errado enormemente en la elección de la cubierta trasera, desechando mi trillada Small Block Eight por una Michelin Country Mud que, pese al nombre, era infame para rodar en esa superficie. Y que para colmo, tampoco era mucho mejor en pista, pues tenía un rodar muy pesado, haciendo que pareciera que rodaba con ruedas de velcro.

Poco a poco nos fuimos internando en la dehesa, rodando kilómetros y kilómetros por un falso llano que, poco a poco, iba marcando un ritmo ascendente. Perfecto, junto con el barrizal, para hacerte creer que ruedas en plano, y acabar reventado forzando la máquina. Como yo andaba. Apenas a los 4 minutos de empezar a rodar ya tenía saltada la alarma de pulsaciones del pulsómetro. Y eso que teníamos idea de empezar rodando suave. Y para colmo, la ventolera y el frío que estábamos arrastrando. Fueron 8 kilómetros que se hicieron muy duros, en los que estuvimos en un tris de rodar por el suelo en un barrizal, y en los que Javi, en un tramo, acabó enterrando su bici un palmo en un sembrado, al esquivar un charco de varios metros en el que, con más valor que sentido común, me meti para esquivar el barro omnipresente.

Por suerte, un rato después de empezar a rodar en paralelo al viejo trazado del ferrocarril minero, acabamos cruzándolo, y cambiando bruscamente de dirección, hacia el sur, camino de la aldea de La Coronada. A partir de ese punto el firme mejoró de manera ostensible, pasando a rodar por una excelente pista, pero que poco a poco empezó a picar en ascenso, llegando a la primera cota de la jornada (km. 11, 660 m.), apenas una tachuela de lo que nos esperaba por delante. Tras pasar esta cota, realizamos un rápido descenso por pista hasta llegar a la N-432, que salvamos por un paso subterráneo, antes de realizar una nueva subida hasta La Coronada (km. 13) donde, por error, creíamos que íbamos a tener el primer punto de avituallamiento. No fue así, y rápidamente dejamos atrás la aldea, en ligera subida, primero, y realizando después una larga bajada, de 2’5 kms., donde Javi ya empezó a demostrar que iba a por todas en las bajadas.

Pasábamos de las 10:45h, y el día seguía despejado, con una temperatura sumamente baja (9ºC) y con fuerte viento. Y yo empezaba a estar reventado. De hecho, apenas podía seguir el ritmo de Javi, que en las bajadas se me iba gracias a su mejor elección de cubiertas y la amortiguación doble, y al que tampoco podía alcanzar en las subidas. Iba a ser duro, muy duro. Seguimos rodando por la pista, a tramos asfaltada, pero siempre llena de hoyos, hasta llegar -de nuevo por dehesa- hasta la segunda aldea de la jornada: Argallón. Allí encontramos más afición, dispuesta a dirigirnos unas palabras de ánimo -desde la puerta del bar- acompañada de un recordatorio, como no podía ser menos, de que el primero había pasado por allí hacía ya la tira.

Dejamos atrás Argallón saliendo por un camino que partía de las escuelas rurales. Cruzamos la A-447, y poco, a poco, y tras cruzar una carretera local, dejamos atrás la dehesa para internarnos en una zona de bosque mediterráneo. Fue entonces cuando me vi obligado a hacer una pausa, merced a un dolor de espalda que estaba empezando a atenazarme. Éramos pocos y paría la abuela. Estuve haciendo estiramientos, para poder retomar la marcha. Una marcha que empezaba a picar de nuevo en ascenso, y que nos habría de llevar a la segunda cota de la jornada (km. 23, 704 m.).

A partir de ahí dio comienzo la bajada más divertida del día, por una pista a tramos pedregosa y a tramos embarrada, revirada e intensa, que habría hecho mis delicias de haber llevado mi doble, o al menos, de no haber montada la nefasta Michelin, que no hacía sino deslizarse de una manera horrorosa, y haciendo a la bici sumamente nerviosa. Javi, por su parte, se lo estaba pasando en grande. Fueron apenas 1300 metros de descenso, en los que lo pasé fatal, pero que hay que admitir que eran emocionantes. Al menos no era yo el que peor lo estaba pasando. Otros dos ciclistas que habían cometido el error de hacer caso al que les recomendó llevar cubiertas de taco fino (estilo Larsen TT), juraban en arameo contra el que les había dado tal consejo.

La bajada acabó convirtiendo el camino en apenas una estrecha senda, que pronto picó hacia arriba de una manera brutal. Lo que sobre el papel era una pequeña subidita de 700 metros antes de empezar el de nuevo el descenso, sobre el terreno era una brutal subida, en la que a todos los allí presentes no nos quedó más remedio que echar pie a tierra, y subir esa horrenda pared tirando de la bici, y por la que apenas éramos capaces de subir andando… todos salvo un chaval, que la subió del tirón, cosa que aún no acabo de creerme… y de comprender cómo semejante fenómeno se encontraba con nosotros, alejado de la cabeza de la etapa.

Una vez salvamos esa nefanda pared, iniciamos una nueva bajada, tanto o más divertida que la anterior, aunque por mejor camino, hasta llegar, por asfalto, a la aldea de Piconcillo (km. 26), donde hicimos una parada en el puesto de avituallamiento. Tomamos Javi y yo sendas barritas de cerales, Acuarius, y en mi caso un plátano, porque el cuerpo no dejada de reclamarme potasio. Aún no tenía calambres, pero me notaba las piernas como gelatina. Y aún no habíamos llegado a lo peor.

Salimos de Piconcillo a las 11:20h. Sabíamos que teníamos que llegar antes de las 12:30h al cierre de control, que no sabíamos exactamente dónde se encontraba, pero que calculábamos que debía de andar por el kilómetro 40. Teníamos una hora escasa para hacer 14 kilómetros; habíamos hecho los 26 anteriores en algo menos de dos, por lo que estábamos al filo de la navaja. Retomamos el camino, para afrontar una nueva bajada, de 3’6 kms., que nos llevó -por una excelente pista- al cortijo de la Montesina, y al punto más bajo del recorrido (462 m.), pero a partir de ahí, y como dicta el karma, teníamos que volver a subir. Una subida escalofriante, hasta lo alto de la Loma de la Cañada del Gamo. 5 kilómetros largos de ascenso, por buena pista -eso sí- que empezaba de manera progresiva, pero que poco a poco iba ganando en pendiente hasta llegar hasta un 13% de desnivel. Prometía ser horroroso.

Como así fue. A los dos kilómetros de ascenso me encontraba completamente desfondado, subiendo en plato pequeño y piñón grande, y arrastrándome de una manera miserable. Javi rodaba algo por delante, intentando ofrecerme una rueda a la que engancharme, pero a la que no tenía fuerzas para llegar. Y aún tenía 3 kilómetros más por delante. Una subida durísima, en la que, para colmo, el sol empezaba a picar de manera ostensible. Y en la que empezaban a sobrarme las tres capas de ropa (camiseta térmica, maillot largo y chaquetilla de invierno). Las estaba pasando canutas. Veía sumamente lejos el poder llegar al cierre de control. Y no sabía si alegrarme por ello.

Pero lo conseguí. Arrastrándome casi todo el tiempo, y echando el pie a tierra en un par de ocasiones, conseguí salvar la subida de la Cañada (705 m.), llegando al cortijo de la Loma, donde había cientos -literalmente- de cerdos campando a sus anchas por la dehesa. Cerdos que no recuerdo haber visto, pero que Javi, poco después, no dejó de citarme, impresionado por su cantidad. Pero la subida no había terminado. Aún era necesario llegar hasta el control, emplazado al final de la pista, en la confluencia de ésta con la carretera entre Cañada del Gamo y Ojuelos Bajos (km. 35). Llegué al control a las 12:17h. Allí me esperaba Javi desde hacía unos minutos. Había llegado al cierre de control con 13 minutos sobre el margen de cierre. Era todo un triunfo, y teníamos la capacidad de escoger recorrido: trazado largo, de unos 65 kms., o trazado corto, de unos 45. Y lo tuvimos claro.

Trazado largo. Y es que, pese al destrozo, pese a las penurias, el frío, el barro y el agua, no teníamos intención de cejar en nuestro empeño. Así que tomamos la carretera en dirección a Ojuelos Bajos, que poco después abandonamos para iniciar un nuevo ascenso, por una senda pedregosa, embarrada y chorreante de agua, y con restos putrefactos de animales (una pata de venado, o algo así). Apenas recorrimos 400 metros, hasta llegar a una pequeña cima (728 m.), en la que nos detuvimos a picar algo.

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Y entonces el sentido común hizo acto -en contra de su costumbre- de presencia. Allí parados, picando algo y echando fotos, el peso de la realidad cayó con todo su peso sobre nosotros. Estábamos helados, reventados, al límite de nuestras fuerzas, y aún teníamos casi la mitad del recorrido por hacer. Como pronto íbamos a llegar a las tres o las cuatro de la tarde a Fuente Obejuna. Y eso si llegábamos. Y por nuestra parte, habíamos cumplido. Habíamos llegado al cierre de control antes de que nos descalificaran. Como objetivo podíamos considerarlo como cumplido.

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Así que hicimos caso de la razón, y dimos media vuelta. Se nos unió, en plena bajada, otro ciclista que también se lo pensó mejor. Llegamos de nuevo al cierre de control, donde informamos de nuestro cambio de decisión. Habíamos perdido 25 minutos entre ida y vuelta, y habíamos propiciado que las últimas unidades del pelotón nos alcanzaran. Incluyendo el quad escoba. Bajamos un pequeño grupo de 7 u 8 ciclistas por carretera hasta la Cañada del Gamo, que dejamos atrás, desviándonos por una vereda -con marcas blancas y amarillas- que a la postre habría de llevarnos hasta Fuente Obejuna. Continuamos aún un tramo de bajada por la vereda en dirección norte, para llegar a una nueva subida, que incidió en el destrozo que llevaba en lo alto, pero que empezó también a afectar a Javi. No en balde pasábamos ya del kilómetro 41. Y así, poco a poco nos descolgamos del grupo, aunque no nos sacaban más de 20-40 metros.

Empezamos una nueva bajada, donde la vereda se convirtió en un espantoso pedregal que casi me tritura la espalda, pero que no tardamos en dejar atrás, para internarnos en un prado en el que apenas rodábamos por la marcas de rodadas de un Land Rover. Llegamos así a la vereda de la Tabla de la Lana, profusamente señalizada, que no tardamos en dejar atrás, girando de nuevo hacia el norte, cruzando el Río Guadiato, apenas un regato por esos lares -helado, eso sí- y seguir por una buena pista hacia Fuente Obejuna, que podíamos ver en lontananza.

La pista, poco a poco, empezó a picar, en la que sería la última subida del día, y en la que Javi empezó a sufrir sobremanera. Me tocó esta vez a mi ofrecerle una rueda, consciente ya de que estábamos en los compases finales de nuestra etapa, y de que teníamos que llegar como un equipo. Nos descolgamos definitivamente del resto del grupo, pero a esas alturas ya daba igual. Llegué a la cima, de nuevo en confluencia con una carretera, con un poco de adelanto con respecto a Javi. Y desde allí la vi: Fuente Obejuna. Y sólo teníamos que bajar por asfalto. Emprendí la bajada, controlando en todo momento que Javi no se quedara demasiado atrás, esperándole. Pero el fuerte viento y la visita del Tío del Mazo hacían que le costara mucho llegar hasta mí. Entramos en Fuente Obejuna por la vieja circunvalación, y bajamos en dirección al polideportivo, casi sin dar una pedalada por mi parte. Ya estábamos allí. Apenas teníamos que subir unos doscientos metros hasta la pancarta de meta para dar por finalizada la tortura. Y lo conseguimos. Javi llegó a mi rueda a unos 10 metros del arco de entrada, bajo el que pasamos juntos, manos unidas y con el puño en alto. Toda una victoria. Era las 13:25h, y éramos los últimos en llegar del recorrido corto. Habíamos recorrido 48 durísimos kilómetros en 3h 45m. Nos sentíamos como héroes. Aun habiendo llegado los últimos del recorrido corto.

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Quizás fuéramos escoria, pero no nos cabía duda de que éramos la élite de la escoria. Aunque, también hay que decirlo, esos 25 minutos perdidos entre decidir entre el camino corto y el camino largo nos hubieran hecho ganar bastantes posiciones.

Como epílogo de la etapa, finalmente no nos quedamos a tomar la paella que estaba incluida en la Marcha. El día seguía enormemente frío, así que optamos por darnos una ducha -un tanto precaria, en mi caso, ya que no llevaba toalla, ni chanclas, ni tan siquiera jabón, y acabé duchándome con tan sólo agua caliente, protegiendo mis pies con la camiseta técnica, y secándome con el maillot largo-, para posteriormente pegarnos un homenaje en el restaurante del hotel, donde Javi, Ana y yo comimos una excelente ensalada de queso de cabra, presa y pluma ibéricas, y unas magníficas tartas de postre. Una excelente manera de cerrar una admirable jornada en el Valle del Guadiato.

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Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 52’438 km.
  • Distancia (según el GPS): 49,095 km.
  • Tiempo de etapa: 3h 31m 43s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 3h 43m 05s
  • Velocidad media: 14’01 km/h
  • Velocidad máxima: 50’9 km/h
  • Pulsaciones medias: 159 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 179 pulsaciones/m
  • Consumo medio de calorías: 1180 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1380 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 54m 26s
  • Consumo total de calorías: 4194 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 72BB

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: VI Marcha Ciclista Fuente Obejuna

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18 nov 12 Etapa ciclista: Santiponce – Las Pajanosas (01/11/2012)

El día de Todos los Santos de 2012, jueves festivo, volví a salir a rodar un poco por la provincia de Sevilla, con la idea de ir recuperando algo de forma para la gran etapa que tenía pocos días después por delante: la VI Marcha Cicloturista de Fuente Obejuna, y cuya preparación había tenido que abandonar debido a una molesta y persistente lesión de espalda.

El 1 de noviembre comencé a rodar a las 9:20h, de nuevo en solitario. Tenía en mente hacer una buena kilometrada, subiendo por la vía verde de Itálica hasta el cauce del río Guadiamar, y desde allí descender por el corredor verde homónimo hasta las cercanías de Sanlúcar la Mayor, para volver posteriormente a casa por Villanueva del Ariscal y Salteras. Unos 70-75 kms. sobre el papel. Pero pronto me di cuenta de que iba a tener que abandonar dicha intención.

Salí de Santiponce para dirigirme a la vía verde por el camino agrícola de costumbre. Pero fue llegar allí y darme cuenta de que la situación, debido a las lluvias de la semana, había empeorado considerablemente con respecto al domingo anterior. El camino, pese a la pendiente, se había convertido en un auténtico barrizal que atrapaba las cubiertas y hacía casi imposible rodar. Y eso que apenas había salido de casa. Ya antes de alcanzar la vía verde me vi obligado a detenerme a retirar algo de barro de las cubiertas y del cuadro, ya que amenazaba con bloquear la rueda. El día prometía ser complicado.

Una vez en la vía verde la situación, al igual que el domingo anterior, mejoró sensiblemente, pero sin llegar a ser en ningún momento una maravilla, especialmente en el caso de mi cubierta trasera, una Small Block Eight de 2.1”, poco indicadas para ese barro pegajoso y denso. Pero lo peor aún estaba por llegar. Pasé el puente sobre el arroyo del Judío, y dejé el tramo civilizado de la vía verde. Tenía por delante unos 2.7 kms hasta llegar a la carretera, pedregosos en su mayor parte, y por tanto poco proclives a embarrarse, pero el tramo final antes de llegar a la carretera transcurría por una planicie rodeada de cultivos. Iba a ser complicado.

Fuji embarrada

Fuji embarrada

Y lo fue. O mejor dicho, no fue exactamente complicado. Fue imposible. En efecto, pasé sin excesivos problemas la parte pedregosa de la vía verde, pero al internarme en la planicie agrícola pronto me quedé clavado en el barro. Se formaron tres enormes pellas de barro pejagoso, en la horquilla delantera, en el freno trasero y en el cambio, que pronto hicieron imposible rodar. Tanto fue así que un grupo de marchadores de fondo, que había pasado un rato antes, me volvieron a pasar a mí, llegando antes que yo a la carretera. Yo, por mi parte, tras retirar algo de ese pesado barro de la bici, no tuve más remedio que cargármela al hombro para poder salir de ese atolladero. Pero no salí indemne. Ese barro se adhirió a mis botas de campo, convirtiéndolas en sendos bloques de arcilla que no había prácticamente manera de mover. Tardé casi un cuarto de hora en recorrer 500 metros de recta. Horroroso.

Y las noticias, al llegar a la carretera, no eran mejores. Allí me encontré con un grupo de ciclistas que me informaron de que el tramo de vía verde camino de Aznalcóllar estaba aún peor. Así que el día había quedado arruinado. Ante esto, no me quedó más remedio que tomármelo con filosofía, y rescatar lo posible del desastre. Tocaba una etapa de asfalto. Así pues, tras quitar algo más de barro, tomé la carretera en dirección a la N-630: decidí cambiar de objetivo, y subir por asfalto a Las Pajanosas. Hice una pequeña parada técnica en la Venta de Ana Velázquez para limpiar la bici y a mí mismo del nefando barro arcilloso, tras lo cual retomé mi marcha hasta Las Pajanosas, a donde llegué a las 11:00h.

Allí hice una breve parada, antes de emprender la bajada a Guillena por la carretera del zoo. Desde Guillena tenía la intención de dirigirme a Torre de la Reina y a continuación, Alcalá del Río y La Algaba. Pero al no encontrar una buena señalización de cómo hacerlo, y dado que el día empezaba a amenazar lluvia, opté por ser más conservador, y volver directamente a Santiponce por la N-630.

Dicho y hecho. Remonté de nuevo hasta la N-630 a la altura de la Venta, y volví sin más inconveniente a Santiponce, dándome incluso el gustazo de adelantar a un ciclista de carretera, por el camino, gracias a la Small Block Eight que había inflado hasta los 5 kg/cm^2 con anterioridad. Finalicé el recorrido a las 11:50h; una etapa que no se parecía en nada a la que había planificado, pero que había valido la pena.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: S/D
  • Distancia (según el GPS): 43’226 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 03m 06s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 2h 27m 03s
  • Velocidad media: 21’07 km/h
  • Velocidad máxima: 49 km/h
  • Pulsaciones medias: S/D
  • Pulsaciones máximas: S/D
  • Consumo medio de calorías: S/D
  • Consumo máximo de calorías: S/D
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: S/D
  • Consumo total de calorías: 2001 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 33CC

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Santiponce – Las Pajanosas

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18 nov 12 Etapa ciclista: Santiponce – Depósito de aguas del Aljarafe (28/10/2012)

El domingo 28 de octubre, el último del mes, salí a rodar un poco por las cercanías de Santiponce, a la poco habitual hora -a estas alturas del año- de las 8:00h. Aunque hay que decir que la cosa tenía algo de truco, porque ese día se había producido el cambio de hora, por lo que, pese a ser oficialmente las 8:00h, la sensación que tenía en el cuerpo era la de salir a la hora habitual, las 9:00h.

Se trató de una salida no programada, por lo que no conté en ella con mis compañeros habituales, tratándose, por lo tanto, de una salida en solitario. Y como tal, fue una salida un poco a ver lo que salía, sin tener un itinerario prefijado.

Así pues, salí de Santiponce y remonté un camino agrícola hasta llegar a la Vía Verde de Itálica. Las recientes lluvias caídas en la zona se dejaban notar en el terreno, que ya empezaba a encontrarse blando y embarrado. Un barro típico de la campiña sevillana, arcilloso, pegajoso, y enormemente molesto. Por suerte pronto llegué a la vía verde, y pude rodar sin problemas por ella. Pasé el puente sobre el arroyo del Judío, y seguí hasta alcanzar la carretera de Salteras.

Desde allí decidí que esa mañana iba a subir hasta el depósito de aguas del Aljarafe. Por ello, tomé la carretera en dirección a Salteras, hasta llegar a una estación de paneles solares. Allí dejé la carretera, para tomar un camino que bordeaba los paneles, con la esperanza de que se prolongara hasta la cercana Ruta del Agua. Esperanza futil, ya que al dejar atrás los paneles solares me encontré metido en mitad de un sembrado. Y puestos a haber llegado hasta allí, y viendo en lontananza la Ruta, no tuve menos que seguir adelante, sembrado a través, hasta alcanzar el camino. Cosa que pude hacer con bastante suerte, ya que esa zona no se encontraba tan embarrada como otras por las que había circulado.

El resto de la jornada no tuvo mucha más enjundia. Ascendí hasta el depósito de aguas, que se encontraba batido por todos los vientos del mundo, y posteriormente retorné a casa por la Ruta del Agua, a una hora en la que los ciclistas poco a poco se iban dejando ver por la zona.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 27’380 km.
  • Distancia (según el GPS): 27’185 km.
  • Tiempo de etapa: 1h 34m 03s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 1h 37m 09s
  • Velocidad media: 17’5 km/h
  • Velocidad máxima: 51’3 km/h
  • Pulsaciones medias: 152 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 180 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 1110 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1390 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 1h 23m 09s
  • Consumo total de calorías: 1807 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 40BC

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Santiponce – Depósito de aguas del Aljarafe

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27 oct 12 Etapa ciclista: Ruta del Agua – Estación de Gérgal (21/10/2012)

El domingo 21 de octubre, después de una larga lesión que me ha tenido más de un mes en el dique seco, volví a rodar por Sevilla. Para esta ocasión escogimos para rodar una etapa bastante manida, pero que me permitiría probar qué tal estaba tras cinco semanas sin dar pedales -salvo algo de rodillo-, y que tenía buenos alicientes: un kilometraje aceptable (en torno a los 40 kms), un perfil bueno, y un firme en buenas condiciones, perfecto para que mi maltrecha espalda no se resintiera demasiado.

Así pues, salimos de Las Pajanosas Sergio, Miguel, José Antonio y yo al filo de las 9:15h. La mañana se presentaba fría, rondando los 11ºC, pero clara y despejada. Salimos, como de costumbre, de Las Pajanosas en bajada. Así que para entrar un poco en calor, y recuperar sensaciones ya casi olvidadas, me puse a tirar un poco, para estirar músculos. Pero todos nos tomamos ese arreón inicial por la tremenda, y a partir de ahí se desató la locura: empezamos todos a tirar como si el mañana no existiera. Además, una vez entramos en el tramo restringido nos encontramos con diversos grupos ciclistas -esa manaña el tramo restringido se encontraba sumamente transitado-, por lo que seguimos con la dinámica de seguir tirando y tirando. No en balde, en los 20 kilómetros hasta La Cantina mantuvimos una media de casi 19 km/h, y eso contando una pequeña parada intermedia para atender la llamada de la naturaleza.

Decía que la ruta del agua se encontraba muy transitada esa mañana, y no exagero. Por segunda vez nos encontramos con el Trail Turdetania de ultrafondo, una competición de carrera campo a través que realiza el recorrido de El Guillenazo entre Guillena, la Cantina, Castilblanco y la trialera del Camino de Santiago. Unos auténticos héroes.

Nosotros, por nuestra parte, llegamos a La Cantina a las 10:15h. Hicimos una pequeña pausa para recuperar fuerzas y cambiar impresiones, y nos pusimos de nuevo en marcha a las 10:35h. A esa hora de la mañana el tiempo había mejorado bastante: el sol calentaba y casi empezaba a sobrarme alguna de las dos capas de ropa que llevaba esa mañana. Pero pronto nos volvió a hacer falta: por variar un poco, decidimos no emprender la vuelta directa por el tramo restringido, que era lo previsto, sino bajar hasta el ferrocarril minero y descender hasta la estación de Gérgal. Al bajar hasta el nivel del pantano el frío volvió a hacer acto de presencia, ya que nos encontrábamos en la umbría y cerca del agua. Agua escasa, pues el pantano estaba casi seco a esa altura, pero aún así dejaba notar su influencia.

Descendimos por la trinchera del ferrocarril, donde el efecto de las recientes lluvias se dejaba notar. el firme estaba algo embarrado y había un leve verdor que denotaba el crecimiento de vegetación y musgo. Una auténtica delicia, pero algo resbaladizo al llegar a los tramos con derrumbes. Fue precisamente en uno de ellos donde Miguel sufrió una caída, que físicamente no tuvo consecuencia alguna, pero en la que partió una de sus manetas de freno.

Aun así decidimos continuar. Pasamos el túnel, y encaramos el segundo tramo del ferrocarril, allí donde tuvimos problemas con lo cerrado del follaje a principios de verano. Sin embargo, a estas alturas del año la vegetación era menos abundante, por lo que pudimos pasar de manera mucho más cómoda. Avanzamos hasta la Estación de Gérgal, donde paramos a tomar algunas fotografías.

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Allí decidimos, debido al daño en el freno de Miguel, volver a la ruta del agua, pese a que el cuerpo me pedía seguir descendiendo por el viejo ferrocarril: el agua había descendido al menos un par de metros desde el comienzo de verano, y tenía curiosidad por saber hasta dónde podríamos llegar en esa ocasión. Pero, por una vez, la cordura se impuso, y volvimos sobre nuestros pasos.

A diferencia de la vez anterior, esta vez teníamos identificado a la perfección por dónde enlazar con la ruta del agua. Retrocedimos unos 300 metros, hasta dar con una pista que ascendía, en fuerte subida, hasta el tramo restringido. Y aunque la subida era corta, apenas unos 600 metros, las rampas iniciales eran sencillamente brutales. Por suerte, pronto se atemperaban, para llevar a la ruta del agua con apenas un suave desnivel.

Eran las 11:25h cuando retomamos la marcha, definitivamente ya de vuelta a Las Pajanosas. A esas alturas llevábamos entre pecho y espalda 25 kms. de etapa. Y para no variar, marcamos un ritmo brutal, con una media de 20 km/h. Pero la mañana se había ido poniendo peor en lo climatológico. El cielo, poco a poco, se había ido cubriendo y amenazaba lluvia, además de correr un viento frío que nos helaba. Y para colmo, la espalda había empezado a molestarme. Salimos del tramo restringido al filo del mediodía, y nos preparamos para afrontar la última dificultad de la etapa: la subida de 3 kms. hasta Las Pajanosas. En esta subida, como no podía ser menos, Miguel lanzó un ataque final, al que no pude evitar responder, aunque al límite de mis fuerzas. Así, nos fuimos del grupo, para entrar en Las Pajanosas a la par. Sin embargo, Miguel no lo había dicho todo, y lanzó un demarraje final al que ya o respondí. Entramos en Las Pajanosas a las 12:15h, con Miguel en cabeza y yo a continuación; Sergio y José Antonio llegaron poco despues, con lo que dimos por concluida la etapa. Pero esta etapa se merecía un buen epílogo, en forma de unas impresionantes tostadas en un bar cercano. Una excelente manera de rematar la jornada.

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Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 40’983 km.
  • Distancia (según el GPS): 41’145 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 16m 09s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 2h 58m 0s
  • Velocidad media: 18’1 km/h
  • Velocidad máxima: 52’0 km/h
  • Pulsaciones medias: 147 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 182 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 1060 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1400 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 02m 46s
  • Consumo total de calorías: 3077 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 40BC

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Ruta del Agua – Estación de Gérgal

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27 sep 12 Etapa ciclista: Cardeña – Fuencaliente – Azuel (15/09/2012)

El sábado 15 de septiembre volví a hacer con mis amigos de Córdoba una de las etapas aerotransportadas que tanto son de mi gusto. En este caso, se trataba de volver a la zona de Cardeña, en la que ya he rodado en otras ocasiones. Pero esta vez había planeado una variación interesante: una etapa ralillera que nos habría de llevar, por la zona oeste del Parque Natural, hasta el pueblo de Fuencaliente, ya en la provincia de Ciudad Real. Cuatro fuimos los elegidos para la gloria: Jose, Javi Aljama, Mané y yo.

Para ello, nos desplazamos a Cardeña en dos coches, haciendo uso de mi portabicis, que tan buenos servicios me ha dado en los viajes a Galicia. Pero como a uno ya empiezan a fallarle las neuronas, me olvidé en Sevilla de coger los anclajes y cinchas de seguridad del portabicis, por lo que, a las 7:30h, hora a la que habíamos quedado para cargar los coches y subir a Cardeña, nos encontrábamos atando las bicis con cuerdas al dichoso portabicis, y rezando por que los nudos que estábamos haciendo aguantaran los 80 kilómetros de carretera que teníamos hasta Cardeña. Y hay que decir que aguantaron. Pero no había sido ese mi único olvido.

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Había olvidado también mi casco ciclista, y el de repuesto que tenía en Córdoba había desaparecido. No me quedó más remedio que tirar de mi viejo medio huevo de cuando tenía 14 años, y empezaba en esto de dar pedales.

Llegamos a Cardeña a las 9:15h, con muy poco retraso sobre el horario previsto, pero un pinchazo en la bici de Javi, aún antes de empezar la etapa. Entre eso y que Javi no había desayunado, decidimos tirar la casa por la ventana, tomar un buen desayuno en la plaza del pueblo, y empezar a dar pedales con algo sólido en el estómago. Por ello, entre unas cosas y otras, acabamos empezando la etapa a las 9:50h, con casi una hora de retraso sobre el horario previsto. Salimos de Cardeña por la Vereda de Cardeña a Conquista, prácticamente en paralelo a la carretera de Villanueva. La zona tenía un paisaje de dehesa típico de la zona, aunque el camino estaba plagado de pequeñas trampas de arena. Nada especialmente complicado, comparado con las existentes en la zona de Aznalcázar, pero a las que mis compañeros no estaban acostumbrados. Estábamos haciendo una etapa plenamente ralillera y lo estaba disfrutando como un enano. Pronto dejamos la vereda de Conquista para tomar el Cordel de Villanueva, que se aproximó aún más a la carretera. Pronto llegamos a un cruce de caminos, con una indicación hacia Azuel. En un momento interpreté mal el GPS, y seguimos por el Cordel de Villanueva, pero pronto salimos del error, y tomamos la pista correcta, la indicada en dirección a Azuel.

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El paisaje continuó con la misma dinámica: dehesa entre muros de piedra, pero con contínuas subidas y bajadas. Un trazado rompepiernas que empezaba a afectar a mis compañeros, pero en el que me sentía en plena forma. Fuimos pasando por diversas fincas, hasta llegar a un cruce llamativo, el de la finca Matapuercas. A partir de este punto iniciamos una bajada breve pero trepidante hasta la carretera de Conquista. Momentos antes de la bajada tuvimos que hacer una pequeña parada técnica: la horquilla de mi bici perdía aceite por la parte superior. podía ser un problema de retenes o de ajuste del cierre telescópico. Apretamos el ajuste con una llave allen, con lo que dejó de tirar tanto aceite, pero aun así, siguió teniendo fugas el resto de la etapa. Ya iban dos problemas mecánicos en apenas 14 kilómetros de etapa.

Una vez llegamos a la carretera giramos a la izquierda, en dirección Conquista. Teníamos que avanzar cosa de 1400 metros para después tomar un desvío a mano derecha, en dirección a Fuencaliente. Sin embargo, avanzando por la carretera, no vimos desvío alguno, salvo una gran cancela metálica de una finca. Avanzamos algo más por la carretera, pero estaba claro que nos habíamos pasado el desvío. Volvimos sobre nuestros pasos, y confirmamos que esa cancela era la entrada del camino que teníamos que tomar. Además, al encontrarse abierta, supusimos que el paso era libre. Libre pero peligroso, ya que pudimos ver manadas de toros bravos a ambos lados del camino que se iniciaba tras la cancela.

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Atravesamos la cancela y preguntamos en una casa cercana a la entrada. Allí amablemente nos indicaron que no había problema de paso, y que tan sólo teníamos que tener cuidad de dejar cerradas las verjas que nos encontráramos al pasar, para evitar que el ganado se dispersara. Así, tranquilizados, continuamos por nuestro camino, que luego averiguamos que se llamaba el camino de la Loma de Villanueva, y que estaba señalizado como sendero PR, con sus marcas blancas y amarillas.

Seguimos avanzando por la pista, que en un momento determinado se transformó en una exigente subida, no tanto por el perfil, sino por la cantidad de cantos rodados que dificultaban el mantener el equilibrio. Pero así, a lo tonto, a lo tonto, acabamos entrando en Ciudad Real, contemplando al fondo los impresionantes picos que nos separaban de Fuencaliente.

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Tras un rato de rodaje, la pista acabó desembocando en una carretera que conducía directamente a Fuencaliente, ascendiendo por un estrecho valle entre dos grupos montañosos impresionantes. Iba a ser la primera subida realmente exigente que íbamos a tener en el día, y por suerte íbamos a poder hacerla por asfalto. Para mi sorpresa nos encontramos con bastante tránsito en la zona, tanto de paseantes como de vehículos, y es que parece ser que en la zona hay algún tipo de establecimiento rural o similar, pero eso es algo que quedaría para otra ocasión.

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Ascendimos, pues, el kilómetro y medio de carretera que nos llevó hasta la cota máxima de la jornada, a 807 m. de altitud, por una carretera con rampas del 10%. Fue en este punto cuando Mané fue visitado por el tío del mazo, empezando a sentirse realmente mal. Un mal sitio para ello, ya que estábamos en el punto más alejado de la etapa. Hicimos un rápido descenso de otro kilómetro y medio hasta Fuencaliente, donde realizamos una parada, en el mirador del pueblo, para comer algo y reponer fuerzas, antes de retomar la marcha. La zona nos enamoró, tanto por su belleza natural como por las enormes posibilidades que ofrece para el ciclismo de montaña. Apenas pasaba el mediodía cuando llegamos al pueblo.

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Reanudamos la marcha pasadas las 12:30h, saliendo de una manera bastante abrupta del puedo, dejándonos caer por unas escaleras hasta el hogar del pensionista, y luego descendiendo por el trazado de la vieja carretera hasta la N-420. Apenas 1300 metros después la abandonamos, por un camino que surgía a nuestra derecha. Iba a empezar el tramo duro del día. Contínuas subidas y bajadas por fincas alejadas de cualquier rastro de vida humana, en el momento de más calor de toda la jornada. Ascendimos por el Camino de las Mestas, pero al llegar a las cercanías del derruido cortijo de los Doblares, equivoqué la lectura del GPS, y nos dirigimos en dirección sur, en vez de en dirección norte. Por suerte nos percatamos pronto del error, y un lugareño nos indicó que el camino que seguíamos (y nos habíamos planteado seguir) moría dos kilómetros más adelante, sin posibilidad sencilla de salir a una zona ciclable. Volvimos sobre nuestros pasos, y tomamos la senda adecuada.

Continuamos en dirección norte hasta las cercanías del cortijo de la Herrumbrosa, y allí giramos hacia el sur, por el Camino de los Rodeos. Irónicamente nos encontrábamos muy cerca del camino de Villanueva, que apenas unas horas antes habíamos seguido hacia Fuencaliente. Pero esta vez tocaba ir en dirección sur. Descendimos un valle, que nos llevó hasta el nacimiento del arroyo de los Términos, frontera natural entre Ciudad Real y Córdoba. Y pese a que toda la zona se encontraba particularmente seca por las prácticamente nulas lluvias caídas desde el invierno, esta zona conservaba algunos pastos verdes y algo de vegetación de ribera. Eso nos dio una idea de lo que podría ser la zona de ser visitada en invierno o en una primavera lluviosa: sin duda, algo excepcional.

Pero como decía, habíamos tenido que descender al valle. Y como todo descenso que se precie, nos tocaba ascender por el lado contrario. Una subida que a esas alturas se nos empezaba a atragantar, sobre todo por lo que nos encontramos a media subida: una manada de toros, con sus vacas y sus terneras, plantadas en mitad del camino. Y que ni se apartaban ni dejaban de mirarnos. No nos quedó más remedio que armarnos de valor y circular junto a ellas con la mayor tranquilidad del mundo. Porque pocas cosas hay más peligrosas en el campo que una vaca recién parida que crea que amenazas a su ternera. Afortunadamente, cruzamos sin mayor percance.

Poco después del encuentro con las vacas llegamos al cortijo de Pedro de la Huerta, que se hallaba bastante rehabilitado (a diferencia de otros encontrados en la zona), y en el que encontramos una edificación que no pudo menos que llamarme la atención:

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No tengo una explicación para lo que pudo servir esa estructura, pero si alguien lo sabe, le agradecería mucho que me lo aclarara. Parecía una especie de almacén, pero con una puerta de entrada sumamente baja. Tal vez fuera un corral para animales, o alguna especie de fresquera. Allí nos volvimos a agrupar, pues había seguido tirando demasiado fuerte, y había dejado atrás a mis compañeros. A esa hora recibí una llamada de Ana. Se encontraba ya en Cardeña, a donde se suponía que nosotros tendríamos que estar a punto de llegar. Sin embargo, estábamos al menos a una hora de camino de allí. Al ver las equivocaciones y el retraso que íbamos acumulando, había intentado comunicar con ella para hacer que saliera de Córdoba más tarde, pero no tuve suerte, al haber poca cobertura, y ya haber salido de Córdoba cuando por fin conseguí llamar. A la pobre no le quedaba otra que esperar un rato.

Desde el cortijo de Pedro de la Huerta apenas había 1500 metros de distancia hasta la carretera de Conquista. Llegamos justo a la zona en donde habíamos desembocado a la ida. Pero esta vez giramos en dirección este, hacia Azuel. Nuestra idea original era llegar hasta Azuel y allí tomar el cordel de Cardeña a Fuencaliente, y volver por él hasta Cardeña. Sin embargo, pasaban ya de las dos de la tarde, y apenas teníamos agua. Avanzamos a todo ritmo hacia Azuel, y nos detuvimos en el desvío, para decidir qué hacer. A ninguno nos quedaba agua, y teníamos que hacer la que era la segunda subida más dura del día, y llevábamos acumulados 52 kms. de etapa en las piernas. Las alternativas eran, por tanto, hacer la subida del Cordel sin agua y volver directamente a Cardeña, o bajar hasta Azuel, reabastecernos de agua, y volver por carretera. Por una vez actuamos con sentido común y escogimos esta última opción.

Por desgracia, no encontramos fuente alguna en Azuel donde poder saciar nuestra sed, aunque por fortuna encontramos un bar abierto, donde dimos buena cuenta de las reservas de Acuarius de las que disponían, y donde amablemente nos llenaron los camelback. Sin embargo, cometimos el error de refrescarnos la cabeza con el agua de la fuente ornamental de la plaza donde estaba el bar. Era agua de circuito cerrado y parecía llevar allí meses, con un sospechoso olor a poza estancada. Por suerte, fui el que menos se refrescó con ella, con lo que la cosa se saldó con un mero picor en el cuero cabelludo y un escozor en los ojos.

Salimos de Azuel a las 14:45h, por la N-420. A sugerencia de Mané y los demás, me adelanté todo lo que pude para llegar lo antes posible a Cardeña, y coger mesa en el restaurante donde íbamos a comer, no fuera a ser que cerraran la cocina. Así pues, me puse a tirar con todo en los siete kilómetros que nos separaban de Cardeña. Los tres primeros kilómetros, de subida contínua, se me hicieron bastante duros, pero pude mantener una media de 13 km/h, lo que a esas alturas de la fiesta no estaba nada mal. A partir de ahí, tuve un par de kilómetros de falso llano hasta el desvío de Cardeña, donde puse toda la carne en el asador, alcanzando los 35 km/h, para finalmente entrar en Cardeña por su parte norte, por donde habíamos salido a mñas de cuatro horas antes. Llegué a la plaza del pueblo, donde Ana nos esperaba tomando una cerveza, a las 15:07h. Javi llegó 3 minutos después, y cinco más tarde lo hizo Jose. Mané, que pese a todo había aguantado la visita del tío del mazo como un auténtico héroe, llegó 10 minutos después.

Mientras tanto, Ana y yo habíamos conseguido mesa para comer. Nos pegamos un excelente homenaje a base de salmorejo, flamenquines, lomo de corzo al jerez y presa ibérica, aparte de disfrutar de unos excelentes postres caseros y uns magníficos cafés. Eso, y tres jarras de agua y dos de vargas. Y es que el calor del día nos había dejado achicharrados, como pudimos contemplar esa misma tarde.

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Pero pese a todo, fue una impresionante etapa que abrió una nueva planificación para el club: hacer al menos una vez al mes una etapa aerotransportada. ¿Cuál será la próxima? Probablemente Zuheros.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 62’02 km
  • Distancia (según el GPS): 60’5 km.
  • Tiempo de etapa: 3h 36m 40s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 5h 13m 20s
  • Velocidad media: 17’17 km/h
  • Velocidad máxima: 53’70 km/h
  • Pulsaciones medias: 140 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 182 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 1000 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1400 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 3h 44m 31s
  • Consumo total de calorías: 5226 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 101BB

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Cardeña – Fuencaliente – Azuel

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