El pasado 4 de diciembre (cuánto ha llovido ya, dicho sea de paso), salí a rodar con mis amigos de Córdoba. Esta vez tuvimos una nueva incorporación al grupo: Inma, la hermana de Ángel. Por lo demás, completamos la partida Javi Balaguer, Mané, Carlos y yo. En esta ocasión, y por distintos avatares, los demás no pudieron acompañarnos.
Empezamos la etapa a las 9:35h, con una temperatura que no llegaba a los 10ºC, en una mañana clara y despejada. Empezamos con un bonito ascenso para abrir boca: la subida de Los Morales. Carlos llevaba en riguroso estreno su doble plato en la bici de descenso, lo que en la subida que teníamos por delante le iba a ser de una considerable ayuda. La subida por Los Morales iba a ser, como de costumbre, dura, exigente, y tremendamente fatigosa. Pero era algo que, por conocido, no nos iba a echar para atrás, ni mucho menos. Como no echó para atrás a Carlos, que subió como un campeón con su bici de descenso, y a Inma y Javi, que pese al tiempo transcurrido sin salir en serio, demostraron un pundonor más que sobrado.
Llegamos al Lagar de la Cruz al filo de las 11:00h, tras casi hora y media de subida. La mañana seguía siendo fría, y nos encontramos con la sorpresa de que el cruce del Lagar estaba tomado por la Guardia Civil: esa misma mañana se disputaba una marcha de fondo a Las Ermitas. Hicimos una primera parada en el Lagar para reponer fuerzas. Aún teníamos por delante un recorrido interesante: atravesar las Siete Fincas hasta las Fuentes del Bejarano, para posteriormente dirigirnos -si íbamos con tiempo- hasta Santa María de Trassierra, y volver a Córdoba por el Bosque de Fangorn y Montecobre.
Reanudamos la etapa a las 11:30h, aún con bastante frío, pero acompañados por el sol. Hicimos un rápido descenso por la pista asfaltada de las Siete Fincas, observando que seguíamos las marcas rojas y blancas del GR-48, nuestro viejo amigo. Y precisamente por seguirlas, cometí un error en el recorrido previsto: nuestra intención era llegar a las Fuentes del Bejarano por la senda que conduce a ellas directamente, girando a la izquierda por una de las calles de la urbanización. Sin embargo, al seguir estrictamente las marcas del GR-48, no tomamos el desvío a la izquierda, sino que seguimos por la pista principal, hasta que se transformó en una pista de tierra. Cuando nos percatamos del error, tras una bajada trepidante, no era cosa volver atrás. Y además, era una buena manera de llegar al Bejarano por una pista que no habíamos recorrido.
Seguimos pues, hacia delante, y acabamos llegando igualmente al Bejarano al filo del mediodía,tras un pequeño rodeo no previsto. Aunque en realidad las Fuentes del Bejarano habían quedado fuera de nuestro recorrido, no vacilamos en ir expresamente hacia ellas. Total, estaban sólo a un centenar escaso de metros.
Y es innegable que que el desvío merecía la pena: la zona se encontraba en pleno esplendor del otoño. Lamentablemente, la mañana se nos estaba empezando a echar encima. Como en ocasiones anteriores, teníamos que volver apresuradamente a Córdoba. En este caso, teníamos que estar de vuelta a las 13:30h, ya que Inma tenía que pasar por casa de su hermano antes de que éste se fuera. Aún así, no pudimos dejar de realizar otro pequeño desvío por la vereda del Vado del Negro, hasta las cercanías del cortijo del Bejarano. Mané nos había asegurado que merecía la pena hacerlo.
Y tengo que reconocerlo: había acertado de pleno.
Lamentablemente íbamos con el tiempo algo justo, por lo que optamos por prescindir de la parada de Santa María de Trassierra. En lugar de ello, bajamos directamente a la Fuente del Elefante, a donde llegamos a las 12:30h. Llevábamos a esas alturas 15 kms. de recorrido.
La última vez que había realizado esa bajada, rompí el tornillo que sujetaba los platos al eje del pedalier. Por suerte, lo descubrí al llegar a la fuente, y no a media bajada.
Dejamos atrás rápidamente la fuente, pasamos junto al Lagar del Caño del Escarabita, y avanzamos en dirección al Pinar de Torrehoria. La pista se encontraba llena de charcos embarrados, y allí Javi sufrió un pequeño percance, afortunadamente sin consecuencias más allá de un poco de barro. Una vez en la urbanización, descartamos atravesar el Bosque de Fangorn, y en su lugar optamos por tomar la pista que conduce hasta la entrada del Mirador de las Niñas, y hacer la bajada directamente.
A esas alturas de la etapa, Inma, Carlos y Javi empezaban a notar el peso de los kilómetros, especialmente los dos primeros. Aún así, seguían demostrando una entereza envidiable. Llegamos a la entrada del Mirador a las 13:00h, y sin solución de continuidad nos dirigimos al comienzo de la bajada hasta la Torre de las Sietes Esquinas. No teníamos tiempo que perder. Hicimos ese tramo de la bajada en compañía, pero nos dividimos para el siguiente: Javi y Mané bajaron por Montecobre Express, y Carlos, Inma y yo por la bajada normal. En mi caso, esperaba poder grabar a Javi y Mané realizando la bajada Express. Sin embargo, me había dejado encendida la cámara en la bajada de la Fuente del Elefante, y había agotado la batería. Por desgracia, sólo lo descubrí al llegar a casa.
Tras “grabar” a Mané y Javi, realicé un descenso frenético hasta el punto de encuentro. Demasiado frenético, ya que dejé atrás a Carlos e Inma. Y ambos, al no conocer bien la bajada, se despistaron en la Casa de la Ventana, y a punto estuvieron de perderse por los agrestes montes cordobeses. Afortunadamente pronto dieron con la bajada buena, y reanudamos la bajada, esta vez por carretera, camino de La Albaida.
Regresamos a Santa Rosa a las 14:00h, algo más tarde de lo previsto. Carlos e Inma se dirigieron a casa de Ángel, mientras que Mané, Javi y yo fuimos a por otra clase de destino:
Poco después se nos unió Carlos, y cerveza mediante, dimos por terminada la etapa.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Los Morales – Fuentes del Bejarano – Montecobre
Etiquetas: bejarano, córdoba, fuente del elefante, lagar de la cruz, los morales, mirador de las niñas, montecobre, mtb, torre de las siete esquinas
El pasado domingo volví a dar pedales con algunos amigos en Córdoba. Era la primera salida después de una pausa veraniega en la que el Camino de Santiago y el tostarse vuelva y vuelta en algunas playas gallegas me habían mantenido alejado del maillot, la burra, y el suplicio de montarse a dar pedales en Córdoba (o en Sevilla, tanto da) en pleno verano. Pero como uno es un enfermo de esto, lo primero que hice en cuanto volví a casa tras mis vacaciones fue quedar para empezar a dar guerra por la Sierra.
Todo prometía que iba a ser una etapa de las que hacían época: los ciclotrastornados que salimos así llueve, truene o haga un sol que derrita el plomo, habíamos conseguido repescar para la guerra a viejos compañeros de etapa… e incluso añadir algunos nuevos, equipados incluso con auténticos carros blindados. Parecía incluso que nos íbamos a juntar un grupo de 8 personas para salir a dar pedales. Pero también habíamos tenido que transigir en algunos aspectos. Y uno crucial era el de la hora: quedamos para salir el domingo a las 9:30h. No era algo demasiado grave: al fin y al cabo, en Córdoba el verano estaba siendo bastante suave para lo que es costumbre. Otro de los aspectos fue el recorrido: recortamos las habituales etapas de más de 50 kms. hasta una etapa de menos de 25, y con tramos de carretera, y todo. Esto último no es algo que me viniera -personalmente- mal, después de más de un mes sin rodar, por lo que estaba contento con ello.
Pero poco a poco, la etapa empezó a torcerse. La primera muestra de ello la tuvimos la misma noche del viernes, cuando a las doce y media de la noche las chicharras cantaban en toda una orgía de chirridos más propia de la hora de la siesta que de otra cosa. El fin de semana se adivinaba duro en lo climatológico. Y en los días posteriores no se puede decir que el clima se atemperara, sino más bien todo lo contrario.
En realidad, la culpa es mía por ser optimista, pero no lo puedo evitar. A la hora de la verdad, el domingo a las 9:30h los que estábamos listos para salir nos podíamos contar con los dedos de una mano… e incluso sobraban dos dedos: Javi Aljama, Ángel y yo. Siendo fiel a la verdad, tengo que admitir que es algo que no me sorprendía excesivamente. En realidad, sólo me sorprendía la baja de Mané, pero pronto tuve conocimiento de que estaba librando otras guerras por ahí, ante lo que sólo puedo descubrirme, y darle mi más completo apoyo.
Total, que a las 9:30h Ángel y yo arrancamos a rodar, con un calor bastante considerable, camino de los Morales. Nos encontramos con Javi en la rotonda de la calle Mayoral, y seguimos con el ascenso. Dado que nos habíamos quedado los de la vieja guardia, desechamos subir por asfalto, para hacerlo por Los Morales. Al fin y al cabo, llevábamos bicis de montaña, ¿no?
En estos primeros compases de la etapa me estaba encontrando fantásticamente bien, pero andaba algo preocupado por esa molesta tendencia que tengo a tirar demasiado desde el inicio. Por desgracia, era algo que no mucho tiempo después iba a pasarme factura. Hicimos una pequeña pausa para meter presión a la rueda trasera de Ángel, que estaba algo floja, y seguimos ascendiendo. Rondaban ya las diez de la mañana, y el calor era sencillamente brutal.
Poco después nos metimos en vereda, con la auténtica subida de Los Morales, y pronto empecé a pasarlas canutas, entre el tremendo calor, y el maillot de manga larga que llevaba para evitar quemarme con el sol: había tenido que optar esa mañana entre pasar calor o quemarme. Había optado por lo primero, y no había tardado demasiado en empezar a lamentarlo, en mitad de esas espantosas rampas con hasta el 23% de inclinación, en las que sólo podías respirar vaharadas de aire recalentado. Tuve que echar pie a tierra en unas cuantas ocasiones, antes de alcanzar la Fuente de los Piconeros.
A partir de la fuente, y ante el tremendo calor, marcamos un ritmo tranquilo: plato pequeño y piñón grande, y a subir con calma. Al fin y al cabo, como dijo Ángel más de una vez, se trataba de pasarlo bien, no de echar los higadillos. Con todo, llegamos al Lagar a las 10:42, con un tiempo de subida de 72 minutos, en los que habíamos hecho tres pausas de unos 10 minutos de duración en total. Para lo que estaba cayendo, no estaba mal.
Sin detenernos, iniciamos el descenso por el GR-48 en dirección a Las Jaras. Una divertida bajada, que actuó como un genial bálsamos para olvidar el espanto de la subida anterior. Abandonamos el GR-48 justo antes de que gire hacia el este, en dirección Los Villares, y tomamos una pista -primero- y un sendero -después- que llevan directamente hasta Las Jaras, donde llegamos al filo de las 11:00h… y donde aprovechamos para hacer una bien merecida parada para hincharnos a churros con chocolate. Bueno, con batido de chocolate y cola-cao, que la cosa no estaba como para meterse entre pecho y espalda un chocolatazo caliente.
Tras esta pausa de media hora, reiniciamos nuestra etapa. Sobre el papel, había previsto realizar un tramo de la vereda de la Pasada del Pino hasta las cercanías del Club de Golf, y volver de nuevo casi hasta Las Jaras. Pero vista la hora que era, y teniendo en cuenta que Ángel tenía que estar de vuelta antes de las 13:00h para dirigirse a Málaga, optamos por recortar el recorrido, volviendo directamente al Lagar de la Cruz por carretera, con Ángel en cabeza, marcando un ritmo suave al principio, pero cada vez más intenso, muy a su estilo cuando afronta rampas largas.
Por último, quedaba el enlace desde el Lagar hasta las Ermitas… que no pudimos menos que hacer por campo, bordeando la carretera CV-79.
…y donde tuvimos la segunda bajada divertida del día, hasta las Ermitas, donde me hinché de tragar polvo:
De nuevo sin pausa alguna -ya que no andábamos especialmente sobrados de tiempo- emprendimos el tercer y último descenso de la etapa: la cuesta del Reventón, que no tardamos mucho en ventilarnos, especialmente Ángel, que baja con unas dosis de acarajosacadismo enajenado que para sí quisiera Ari Vatanen en plena subida al Pikes Peak:
Aunque, eso sí, paramos a hacernos una bonita foto:
Finalizamos el descenso a las 12:25h. A Ángel no le quedó más remedio que salir corriendo a su casa, pero Javi y yo dimos por finalizada la etapa en su casa, donde nos esperaban birras, una excelente piscina, y un buen rato de palique.
El recorrido de la etapa en Google Maps es el siguiente:
Ver 2011/08/07: Los Morales – Las Jaras – El Reventón en un mapa más grande
Los datos de la etapa son los siguientes:
Etiquetas: córdoba, cuesta del reventón, lagar de la cruz, las ermitas, las jaras, los morales, mtb
El pasado 25 de junio Mané y yo por fin conseguimos realizar una etapa nocturna. Llevábamos tiempo preparándola, con ganas de salir a rodar, y con el material preparado, pero entre unas cosas y otras no habíamos podido organizar el recorrido. Pero ese fin de semana iba a ser la definitiva. Y aunque en principio íbamos a ser cuatro los que acometeríamos la etapa nocturna, finalmente nos quedamos en dos. Pero ni eso iba a detenernos.
Empezamos la etapa a las 20:30h, con un calor sofocante, y con algo de aire en contra. Bajamos al Cámping, para coger desde allí el camino del canal del Guadalmellato. Nos encontramos a Ángel y Juan. Ángel no había podido venir a rodar con nosotros, y el pobre se veía que se moría de ganas por venir. Pero no sería en esa ocasión. Una vez entrados en el canal, nos dirigimos hacia Medina Azahara, nuestra primera parada. Fueron casi 8 kms. de llaneo por el canal, antes de empezar la primera de las subidas. La subida hasta Medina Azahara es engañosa. Se hace por carretera, que se dirige en línea recta a la sierra, perpendicularmente a las curvas de nivel. Esto produce la sensación de que apenas vas subiendo, cuando en realidad en algo menos de 2 kms. subes desde 130 m. de altitud hasta los 226 de la entrada del yacimiento, con una rampa máxima del 19.6% al alcanzar una curva a izquierdas, antes de la cuesta de San Jerónimo. Con razón íbamos con la lengua fuera, pese a que habíamos llegado a la zona justo en el momento en el que el sol se ocultaba tras la mole del Alto de San Jerónimo.
Nos detuvimos a la entrada del yacimiento unos minutos, lo justo para recuperar algo el resuello, y que Mané pudiera usar su inhalador para el asma. Teníamos una interesante subida por delante, que no queríamos hacer a oscuras. Y sí, lo de interesante es un eufemismo. Hacía muchos años que no realizaba esa subida, pero la recordaba escalofriante: primero hasta la entrada del Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso, donde cada rampa brutal era sucedida por otra aún peor. Y desde el monasterio, justo cuando creías que no podía ser más horrible, veías aparecer el camino a tu izquierda, con una pendiente que no cabe más que calificar de absurda.
El primer tramo, hasta la entrada del monasterio, fue apenas un kilómetro de pista que me hizo recordar por qué a veces odio este deporte. No en balde subimos 133 metros, lo que da una bonita pendiente media del 12’5%, con rampas del 21’3%. Pero lo hicimos. Llegamos hasta la entrada del monasterio, que no cabía menos que inmortalizar:
Sin detenernos demasiado, afrontamos el espanto que teníamos por delante: la subida al Alto de San Jerónimo. 1300 metros de pista con una pendiente media del 13%, y una máxima del 29’8%. Al menos la pista se encontraba en excelentes condiciones. Pero eso no quitaba que en las rampas más duras teníamos que inclinarnos hacia delante porque la rueda delantera perdía contacto con el suelo. Mané incluso tuvo que reducir el recorrido de su horquilla hasta los 120 mm., cosa que hacía mucho tiempo que no se veía forzado a hacer. Pero lo hicimos. Realizamos todo el ascenso del tirón, salvo un segundo que aprovechamos en un descanso de la cuesta para observar la torre de la iglesia del monasterio desde arriba. Llamaba bastante la atención, sobre todo teniendo en cuenta que apenas 400 metros antes la habíamos visto desde abajo.
Una vez terminamos el ascenso, abandonamos la pista, tomando un sendero que conducía a mano derecha. Ese sendero conduce directamente al vértice geodésico que indica la posición exacta del Alto, y se encuentra cortado desde hace años por una infame trinchera reforzada con barras de hierro, en un vano intento de impedir el paso. Nos limitamos a bordearla, y nos detuvimos para tomar unas fotos.
Ya había caído la noche, y era hora de sacar las luces: Mané su lupichin, y yo mi lupichin casera, realizada con un LED de 1000 lumens y una batería de 10.000 mA. Y aunque el LED que llevábamos era el mismo, en luminosidad tengo que admitir que no había color. la configuración de sus baterías, que proporcionan 7.4 V, y el uso de una buena lente obraban maravillas. La mía, por el contrario, con sus 3.7 V se portaba bien, aunque dispersaba demasiado la luz; pero en esas condiciones necesitabas algo más que “bien“.
Bajamos desde el Alto hasta el cruce de Trassierra, y desde allí nos internamos en el segundo sitio llamativo de la etapa: el bosque de Fangorn. Entramos a las 22:15h, y allí no sólo era noche cerrada, sino que parecía que la luz nunca hubiera alcanzado el lugar… salvo por las luces de club de carretera que llevábamos con nosotros. De hecho, eran demasiado potentes: la luz de Mané empezó a recalentarse, por lo que se vio forzado a bajar el voltaje a los 3.7 V, lo que hacía que nuestras luces estuvieran más parejas. Seguimos con el ascenso, hasta que alcanzamos un pequeño claro en lo más alto del bosque, lugar donde nos detuvimos a cenar a base de bocata.
El lugar era espectacular, y parecía que en cualquier momento un aparecido pudiera hacer acto de presencia…
…aunque seguro que al vernos con esas pintas salía corriendo despavorido.
Tras saciar nuestra hambre, volvimos a la carga, realizando un descenso por el bosque hasta llegar a la entrada de la urbanización de la Virgen de la Cabeza. En el tramo de llaneo junto a la carretera Mané sufrió un pequeño impacto con un árbol, que lo tuvo un rato fastidiado. Sin muchas más ceremonias tomamos la pista que conduce hasta el lagar del Caño del Escarabita, donde giramos a mano izquierda para dirigirnos hasta la fuente del Elefante. Y desde allí, en la oscuridad más absoluta, iniciamos la subida que, a mano derecha, lleva hasta las fuentes del Bejarano. Pasaban ya de las 23:00h, y era la primera vez que Mané realizaba ese recorrido. Y yo, por mi parte, hacía ya muchos años que no lo hacía. Por suerte llevaba mi buen tomtom, dispuesto a indicarnos el camino si la pifiábamos en la oscuridad.
Por suerte, no fue así, y pudimos seguir los carteles indicadores sin mayor inconveniente. A esa hora la temperatura era enormemente agradable. La verdad, costaba comprender cómo no habíamos realizado una etapa nocturna con anterioridad. Terminamos el ascenso, y emprendimos una ligera bajada hasta llegar al arroyo Bejarano. Estábamos a punto de llegar al lugar crucial de toda la etapa: el primer venero del Bejarano.
El primer venero del Bejarano no es más (ni menos) que el rebosadero del acueducto romano Aqua Augusta, o de Valdepuentes, del siglo I d.C. Llegamos hasta él después de cruzar el cauce del arroyo, girando a mano derecha. Y ahí estaba, en toda su belleza. Belleza que tuve la suerte de poder plasmar en una imagen:
Tan sólo por obtener esta imagen ya habría valido la pena realizar todo este recorrido. Era una deliciosa guinda para el pastel. Pero por desgracia no podíamos detenernos demasiado. Pasaban ya de las 23:30h, y aún teníamos que volver a Córdoba. A esas alturas llevábamos 18’6 kms. de etapa, y teníamos al menos otros 12 por delante.
La vuelta, al menos, estaba bastante clara: remontaríamos el Bejarano para dirigirnos a las Siete Fincas, y salir por las Dos Columnas. Y desde allí, bajada a Córdoba por Los Morales. Un buen trayecto, pero que suponía que teníamos que realizar 5 kms. de ascenso casi continuo hasta el Lagar de la Cruz, trufado con unas bonitas rampas del 11%. Pero a esas alturas de la etapa, después de haber sido pasados por la piedra en la subida del Alto de San Jerónimo, eso no nos iba a detener.
En realidad se nos hizo bastante fácil hasta que salimos a asfalto. Subimos a un ritmo excelente, incluso demasiado salvaje por un par de paredes que antecedían al tramo de asfalto. Pero ese esfuerzo lo pagamos posteriormente, justo en las rampas finales antes de llegar al Lagar. Aunque es comprensible: llevábamos ya entre pecho y espalda 25 kms. de dura etapa. Pero aun así, lo hicimos. Llegamos al Lagar justo antes de la medianoche, y emprendimos rápidamente el descenso de Los Morales… deteniéndonos tan sólo a activar la cámara:
Fue una bajada tremendamente divertida, en la que Mané -que se la conoce al dedillo- dejó muestras de gran calidad en el descenso. Yo por mi parte, me contenté con no dejar impresa mi cara en un alcornoque o en una piedra. La bajada nos regaló una preciosa estampa de la ciudad de Córdoba, con todas sus luces extendiéndose por las faldas de la Sierra hasta alcanzar el valle. Una vista inolvidable… que no pude tomar con la cámara de fotos, ya que se quedó sin baterías. Pero es algo inolvidable, y que no veía desde hacía años, cuando a Pablo y a mí nos sorprendió la noche realizando ese mismo descenso.
De Los Morales bajamos hasta la Huerta de Hierro por la pista de los eucaliptos, sin mayor novedad. Y desde allí finalizamos la etapa bajando por Sansueña hasta casa, donde llegamos a las 00:30h, justo a la hora en la que había dicho que volveríamos. Era increíble: por acertar, hasta había acertado con la hora de llegada. Y por supuesto, habíamos acertado de lleno con la etapa.
La etapa en Google Maps es la siguiente:
Ver 2011/06/25: Alto de San Jerónimo – Fangorn – Bejarano – Los Morales (Nocturna) en un mapa más grande
Los datos de la etapa son los siguientes:
Etiquetas: alto de san jerónimo, aqua augusta, bejarano, córdoba, fangorn, lagar de la cruz, los morales, mtb, nocturna
Ayer realicé la que es probablemente la etapa ciclista más improvisada desde hace mucho tiempo. Cuando salía a comprar el pan a eso de las dos y media de la tarde me encontré con mi amigo Mané, que estaba estrenando su nueva Giant doble suspensión. El caso es que empezamos a darle a la hebra, y decidimos salir esa tarde a rodar. Hacía al menos 12 años que no rodábamos juntos, y era una oportunidad que no iba a desaprovechar, como en los viejos tiempos. Quedamos a las cuatro de la tarde, por lo que tuve que ir a comprar el pan, y comerme las habichuelas a cara de perro para poder llegar a tiempo.
Mané me prestó su “vieja” Ghost doble suspensión, que compró la pasada primavera, y salimos a rodar. Era la primera vez que rodaba con una doble, con unas cubiertas Maxxis High Roller de 2.35”, por lo que, en comparación con mi rígida con Larsen TT de 1.90”m, tenía la sensación de manejar un tractor, más que una bici. Entre eso, y que hacía más de mes y medio que no rodaba, empecé a notar que lo iba a pasar francamente mal en la etapa.
Subimos por Sansueña y enfilamos por Huerta de Hierro, para realizar la subida de Los Morales. El día, tras las lluvias de esta semana, estaba espectacular, y el campo no lo estaba menos: mucha agua, pero poco barro. La primera subida de huerta de hierro me pegó un mazazo espectacular, y al pasar junto a Los Morales estaba completamente desfondado. Pero aun así, no iba a rendirme. Especialmente con un día tan bueno.
El ascenso de Los Morales tenía más agua de la que había visto en mi vida, acostumbrado a verlo hecho un secarral. El camino era una auténtica torrentera, con un arroyo por la bajada. Impresionante. La subida la hice a ratos montado, y las más de las veces arrastrando los 16 kilos de la bici, purgando el mes largo sin bici, las habichuelas, y los 12 kilos de sobrepeso que aún tengo que quitarme.
Posteriormente, y antes de llegar a la fuente de los Piconeros, giramos a la derecha para realizar la subida a las antenas, con el objetivo de realizar el descenso hacia el cortijo de San Pablo. Por primera vez iba a probar una buena doble en descenso. Y no tengo más que alabanzas para ella. La bajada del cortijo estaba llena de agua, suelta y trepidante, pero la Ghost la afrontó con gran aplomo. El exceso de kilos y de agarre que venía sufriendo la subida se demostraron excelentes en la bajada.
Llegamos sin novedad a la carretera del 14%, y tras considerar cruzar el cortijo de San Pablo para aparecer en Santo Domingo, optamos por bajar hasta el cruce y entrar normalmente. Desde Santo Domingo bajamos hasta el camino del arroyo, y bordeamos la cantera. El arroyo estaba enormemente crecido, y había llegado a arrasar parte del vado que hay antes de la subida al cortijo de Los Velascos.
Desde el cortijo tomamos el camino de la cantera hasta llegar al arroyo Pedroche, que también se encontraba enormemente crecido, de tal manera que se había llevado el camino en el punto en que éste cruza su cauce. Tomamos el sendero que baja bordeando el arroyo hacia la Palomera, donde tuvimos un bonito y rápido descenso, con algún que otro susto, pero sin mayores consecuencias. Lo más preocupante es que se nos estaba echando la noche encima.
Al llegar a Puente de Hierro estábamos ya prácticamente sin luz. En el cruce del arroyo metí la rueda casi entera, por lo que me puse de agua hasta los gemelos, y con las botas inundadas.
Desde ahí, subimos hasta el castillo del Maimón, donde me dio un tirón en el cuadriceps de la pierna derecha. El resto de la etapa no tuvo mayor novedad, salvo que probé hasta llegar a casa la Giant nueva de Mané. Una auténtica virguería, si bien es verdad que lo cuesta.
El resultado: llegué reventado, pero contento. Hacía mucho que no rodaba con Mané, pero espero volver a hacerlo en breve, junto con Marcos, Paco, Javi Aljama y los demás. Eso sí, tendré que incrementar el ritmo de entrenamiento, para no arrastrarme miserablemente como en la etapa de ayer.
Ver Los Morales – Cuesta de San Pablo – Palomera (24/12/2010) en un mapa más grande
Etiquetas: arroyo pedroche, cortijo de san pablo, la palomera, los morales, los velascos, santo domingo
Es una noticia que lleva unos cuantos días en mi lista de borradores, y que no quiero dejar pasar: Acondicionan un tramo de la Vereda de Trassierra Según leo en el Diario Córdoba, se van a emprender tareas de acondicionamiento para hacer transitable la Vereda de Trassierra. En concreto, se han emprendido ya las labores entre Puerto Artafi y el Guadiato, y en las próximas semanas se iniciarán los trabajos desde Puerto Artafi por la vereda de Trassierra.
Pablo por la Vereda de Trassierra
Además, y en línea con lo anterior, se va a poner en marcha la red de senderos de la Sierra de Córdoba, con trece rutas. La primera ruta tendrá lugar el 30 de octubre y discurrirá por la Cuesta de la Traición, pasará por la Vereda del Villar y concluirá en Los Morales.
Subida de la Cuesta de la Traición
Estas zonas son especialmente bellas, y con unos tramos sumamente técnicos para bici de montaña. Espero con gran ilusión estas tareas, pero espero que no le quiten ese carácter tan especial que tienen esos recorridos en bici de montaña.
Descenso por Los Morales
Snif… cuánto tiempo hace que no voy por estos sitios…
Etiquetas: córdoba, cuesta de la traición, los morales, trassierra