El pasado 22 de enero (y como está siendo una tónica, últimamente, vuelvo a retrasarme en escribir una crónica de etapa) salimos a rodar por la Sierra de Aznalcóllar mis compañeros de trabajo y yo: esta vez el grupo estuvo formado por Miguel, Fran, y un invitado de última hora: Jose, conocido del trabajo y cliente nuestro. En principio el grupo iba a ser más amplio, ya que Jose venía con dos amigos, pero estos se tuvieron que volver, al haber perdido uno de ellos la rosca de ajuste de una de las ruedas de la bici.
Reducido, pues, el grupo a cuatro personas, salimos de Aznalcóllar a las 10:25h. Y para empezar haciendo el bestia, no se me ocurrió otra cosa que -en vez de tomar la carretera de Aznalcóllar o la pista por el interior del parque minero, hacer que nos encamináramos a un farallón de roca que hay a la salida del pueblo, para probar la doble en esa zona tan quebrada. Un disparate como otro cualquiera, pero muy divertido para ir con la doble.
Bromas de salida aparte, nos dirigimos hacia el embalse del Agrio por carretera. La verdad, el día en lo climatológico era excelente, pero todo hacía presagiar con que íbamos a tener una etapa movida: mientras nos preparábamos para la salida, no habíamos dejado de ver pasar todoterrenos con cazadores y lebreles de caza. Quizás no era el mejor domingo de los posibles para salir a dar pedales por la zona… Ajenos a ello, seguimos rodando para afrontar las primeras rampas de subida por carretera. Cruzamos la cola del pantano, y empezamos la subida por carretera, hasta completar los siete kilómetros de asfalto desde la salida del pueblo, antes de empezar a rodar por pista.
Salimos por una amplia pista forestal, que empezaba con una fuerte bajada. Terreno ya conocido para Miguel y para mí, pues no en balde ya habíamos rodado por la zona en otra ocasión. Jose también lo conocía bien, ya que es -como pudimos ir viendo en la etapa- un avezado rodador.Tras la bajada, emprendimos la primera de las paredes del día, un muro de 800 metros con rampas cercanas al 10%. Y que para colmo, nos empeñamos en hacer bastante dura.
Seguimos ascendiendo durante un par de kilómetros más, en terreno pestoso, con frecuentes cambios de nivel que, si bien permitían respirar de cuando en cuanto, también te arreaban un buen latigazo en las piernas a poco que te despistaras. Y así, llegamos al punto crítico de la etapa. En la vez anterior habíamos tomado un desvío a mano derecha que surgía de la pista principal. Apenas nos habíamos detenido allí para descansar un punto (y solucionar un problema con el camelback de Jose), cuando nos empezaron a pasar todoterrenos de cazadores. El último de ellos se detuvo, y nos informó de que se iba a celebrar una montería en la zona, y que por cualquiera de los dos caminos íbamos a dar de bruces con los puestos de tiro. Así que para evitar problemas, decidimos dar media vuelta, y tomar un desvío anterior, esta vez a mano izquierda, que Jose conocía, y que presumíamos que nos permitiría evitar la montería. Eran las 11:15h., apenas llevábamos en el cuerpo 11 kilómetros de etapa, y ya parecía que podía tocar a su fin de una manera imprevista.
Retrocedimos unos 600 metros, y tomamos dicho desvío. Desvío que nos llevó en fuerte bajada a una brusca pared, preludio de una bajada a una pequeña represa de agua, que marcó el inicio de una pared brutal: apenas 800 metros de durísima subida, que por poco nos nos hizo echar los pulmones. Llegamos razonablemente bien a la cima, con Miguel dándolo todo en la subida, y Jose y yo por detrás, seguidos a no mucha distancia por Fran, que estaba empezando a sufrir sus meses de poca actividad ciclista. Una vez reagrupados, afrontamos los dos kilómetros largos de subida que teníamos por delante, hasta llegar de nuevo a la pista principal, que habíamos dejado tras el encuentro con los monteros. De camino nos encontramos con otro grupo ciclista, que nos avisaron de que el camino se encontraba cortado por los cazadores. Aun así, nos decidimos a subir hasta el cruce, por ver si había alguna manera de evitar los puestos de caza. Llegamos al cruce a las 11:50h, y a esas alturas era patente que la montería había empezado. Nos paramos un momento a descansar, y a decidir qué hacer a partir de ese punto.
Finalmente optamos por seguir subiendo por la pista, en dirección a los barracones de la Carnicería, ya que en esa zona no había señalización de la montería, en caso de encontrárnoslas, siempre podríamos dar la vuelta y empezar el descenso. Así pues, reanudamos la marcha pasado el mediodía. Teníamos por delante otros 4 kilómetros de subeybaja antes de llegar a la carretera. En efecto, no encontramos ningún obstáculo en nuestro avance, si bien en uno de los cruces dejamos a nuestra derecha la señalización de la montería, y cruzamos un puesto de avituallamiento de los monteros, en el que estaban empezando a preparar un perol, algo que -al menos a mí- me abrió el apetito.
Llegamos a la carretera a las 12:20h, tras afrontar una pequeña pared de pista. Rápidamente enfilamos la subida, decididos a realizar la larga y trepidante bajada hasta el arroyo Cañaveroso, y sufrir la espantosa subida posterior. Pero al poco de abandonar la carretera, y justo antes de empezar la bajada, sufrí un reventón en la rueda trasera, que nos obligó a detenernos.
Detención providencial, ya que en ese momento Jose recibía una llamada que le hacía tener que abortar la etapa. Consecuentes con el principio de que no se abandona a un compañero en plena etapa, decidimos volvernos con él. Así que volvimos grupas, y afrontamos la vuelta a Aznalcóllar por la carretera que acabábamos de abandonar. Eran las 12:40h.
Una bajada engañosa, ya que en vez de tratarse de un contínuo descenso, era más bien una sucesión de rampas de descenso trufadas de pequeñas tachuelas rompepiernas -más de lo mismo, en realidad, sólo que por asfalto-. Terreno en el que Miguel y Jose se movían como pez en el agua, pero en el que no me sentía especialmente cómodo, sobre todo con la doble equipada con una High Roller de 2.35” de descenso, delante, y una Michelin Country Mud de 2.00”, detrás. Además, en plena bajada, me vi obligado a detenerme, ya que tras el arreglo de la rueda trasera, la cubierta no había quedado bien encastrada en la llanta, y se había desllantado en la parte de la válvula.
Una vez reintegrado en el grupo, aproveché para comer algo, ya que tenía síntomas de visita del tío del mazo. Una barrita de cereal que me vino como anillo al dedo. Y es que los más de 30 kilómetros que llevábamos, a un ritmo intenso, entre pecho y espalda se estaban empezando a notar. Cinco kilómetros de bajada después, volvimos a llegar al punto donde habíamos dejado la carretera. Continuamos descendiendo hasta alcanzar de nuevo la cola del Agrio. En esa subida Fran sufrió un desfallecimiento, que le obligó a bajar el ritmo. Así, fuimos haciendo un poco la goma con Miguel y Jose durante algunos kilómetros, hasta que llegamos de vuelta a Aznalcóllar, al filo de las 13:45h., tras casi 43 kms. de etapa que habíamos hecho bastante dura. Tan dura habíamos hecho, que dos días después aún tendría las piernas cargadas de la etapa.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Sierra de Aznalcóllar (II)
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El pasado domingo salimos a rodar mis compañeros de trabajo Miguel, Rafa, Manolo y yo por la Sierra Norte de Sevilla. Aunque durante toda la semana el tiempo había sido excelente, la predicción para el domingo no era especialmente buena: Durante los días previos había anunciada agua toda la mañana, pero la última predicción para el domingo había mejorado bastante, y no daba agua hasta mediodía, decidimos mantener la hora de salida a las 9:00h.
De entre las propuestas de etapa que teníamos sobre la mesa, escogimos realizar una de escala media: la subida y bajada desde Guillena a Castilblanco de los Arroyos por la trialera de la Vía de la Plata. Empezamos a la hora prevista, con cielo cubierto, y amenazando lluvia. Y completamente solos en el campo, con la sola excepción de un grupo de jubilados que estaban haciendo el Camino. Llegamos a la doble portela pasadas las 10:00h, y allí empezó a chispear. Planteamos dar la vuelta, pero al final optamos por finalizar el tramo de la trialera, y allí decidir. Así pues, seguimos subiendo, ya equipados con los impermeables, pero la lluvia no sólo no aflojaba, sino que comenzó a arreciar. A las 10:25h llegamos al final de la trialera, y a la pista que conduce a la carretera de Castilblanco. Quizás la idea más razonable era volver sobre nuestros pasos, pero la perspectiva de un buen colacao caliente y unas tostadas eran demasiado tentadoras. Así que nos dirigimos hacia Castilblanco.
Llegamos a la entrada de Castilblanco a las 10:50h, y paramos en el primer bar que vimos abierto, en el polígono de la Cruz Alta. Estábamos chorreando, y llegamos al bar -un mesón, más bien- en el momento en que la lluvia caía con más intensidad. Tanto era así, que incluso se produjo un apagón en la zona. Meditamos irnos, pero se nos hacía cuesta arriba volver a salir a la lluvia con la que estaba cayendo. Por suerte, la luz volvió pronto y pudimos disfrutar de unas excelentes tostadas con el colacao bien caliente.
Reanudamos la etapa a las 11:25h. Por suerte a esa hora la lluvia había aminorado su intensidad, por lo que aprovechamos para emprender rápidamente el descenso. Por el camino, muy cerca de Castilblanco, volvimos a cruzarnos con el grupo de peregrinos. Se me pasó por la cabeza la moral de esa pobre gente, haciendo el Camino con la que estaba cayendo. Pero la verdad era que, bien pensado, pobres de nosotros: ellos, al menos, ya estaban a punto de terminar el día, mientras que nosotros ¡aún teníamos que volver!
La semana pasada había traído de Córdoba la Ghost de doble suspensión con la idea de realizar la bajada de la trialera a saco. En realidad, nos encontrábamos allí tan sólo porque tenía ganas de hacer ese descenso. Y llegado el momento, me encontré con que no había manera de realizar el descenso a saco. Con la que había caído, la trialera estaba completamente embarrada, con las piedras húmedas y con mucha vegetación. En suma: sumamente peligrosa. Aún así realicé el descenso bastante fuerte, lo que me ocasionó un susto en una de las zonas más comprometidas: clavé completamente la horquilla de 120 mm. en un quebrado, y a punto estuve de salir por encima del manillar. La bici se me encabritó, y acabé con la rueda trasera a la altura de mi cabeza. Lo que no sé es cómo no me caí de boca en las piedras. Por parte, Miguel, Manolo y Rafa también sufrieron alguna que otra caída, afortunadamente sin incidentes.
El resto de la bajada fue sumamente divertido, técnico, peligroso y emocionante. Por suerte, además, escampó, por lo que pudimos realizar una bajada menos comprometida.
Sin embargo, y con diferencia, el último tramo de la bajada, por la pista de los olivares hasta el polígono, fue la más peligrosa de todas. El camino estaba completamente embarrado, con el típico barro arcilloso de la campiña, que se pega como un engrudo a las cubiertas. En mi caso, acabé con la High Roller de 2.35” y la Michelin Country Mud de 2.00” completamente lisas de barro. Un barro sumamente deslizante, que provocó que patinara, cual si estuviera sobre una pista de patinaje, a la hora de ir a cruzar una pequeña rodera. Acabé, como no podía ser menos, en el suelo de la manera más tonta. Afortunadamente sin incidentes.
El resto de la bajada no fue mucho más sencillo. En la parte final de la bajada la cubierta delantera y el puente de la horquilla acumularon tanto barro que se formó un mazacote que dejó bloqueada la rueda delantera. Jamás hubiera pensado que eso pudiera pasar con una bicicleta equipada con frenos de disco -a diferencia de los frenos V-brake o cantilever, que es mucho más común.
Tras algunos incidentes por el estilo, llegamos al polígono a las 12:35h. Cubierto de barro, como no podía ser menos. Rápidamente nos dirigimos a un lavadero de coches, para deshacernos del barro. Y justamente allí fue donde empezó a descargar la lluvia nuevamente. Pero era tanto el barro, y tan pegajoso, que no quedó más remedio que quitárnoslo con las pistolas de agua a presión.
Tras la limpieza, dimos por finalizada la etapa, no sin un último percance por mi parte: partí mis veteranas gafas Spiuk, que ya se encontraban algo deterioradas, al quitármelas durante la limpieza.
En cuanto a la etapa, hay que admitir que quizás fuera algo arriesgado, vista la predicción, mantener la convocatoria. Lo cierto es que la predicción había mejorado, y calculábamos poder terminar antes de que… Qué narices. Sabíamos de sobra que iba a llovernos, y aun así nos fuimos porque nos pareció divertido. Y divertido fue, vaya que sí.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Guillena – Castilblanco por la Vía de la Plata
Etiquetas: castilblanco de los arroyos, guillena, mtb, sevilla, trialera, Vía de la Plata
El domingo 8 de enero realicé la última de las etapas ciclistas de las vacaciones de Navidad. Fue una etapa breve y en solitario, pero que me resultó muy interesante. Tuvo su germen en la etapa anterior. Me explico: siempre que he subido al cortijo de los Velascos, he realizado las tres opciones más habituales: tomar el camino de la cantera hacia Santo Domingo, tomarlo hacia el arroyo Pedroches, o bien la vereda de Santo Domingo que sube hacia la parte alta de la cantera. Pero en algunas ocasiones había observado que, según tomas hacia el arroyo Pedroches el camino de la cantera, al poco surge hacia la izquierda un sendero que es tomado por pastores. Pude verlo de nuevo en la etapa del día 6, y me dije que no iba a dejarlo pasar por más tiempo. Así que eso fue lo que hice. Salí de casa y crucé el parque de la Asomadilla y el Naranjo, para bajar de nuevo a Puente de Hierro. Allí remonté el arroyo hasta el cortijo de los Velascos, y tomé el sendero indicado.
La zona, como pude descubrir, es un dédalo de senderos que se cruzan y entrecruzan. Utilizando Google Earth había visto que se podía llegar hasta unas ruinas de una casa, así que traté de dirigirme hacia ellas. Por suerte, encontré el camino a la primera, en una subida por bosque mediterráneo muy bien conservado, hasta llegar a las ruinas de la casa:
A partir de la casa, el camino -apenas una senda a esas alturas- empezaba a descender de manera muy brusca hacia el valle del arroyo Pedroches, aunque seguía siendo ciclable. Pude observar una bonita vista de la Meseta Blanca, y de lo que parecía ser el derruido Cortijo Valero:
La senda -cada vez más cerrada y complicada- giró en dirección norte, y no tuve más remedio que echar pie a tierra, ya que la senda se encontraba destrozada por el paso de motos de campo. Así llegué a otra senda que descendía hacia el arroyo.
Ante la duda de subir o bajar, opté por subir. Al fin y al cabo, siempre podría volver a bajar. La senda estaba muy cerrada entre vegetación, y tenía bastante pendiente, pero permitía avanzar, la mayor parte del tiempo dando pedales. Remonté el cerro, y, ante mi sorpresa, volví a salir al camino principal que antes me había llevado a las ruinas.
Visto lo visto, decidí volver sobre mis pasos y bajar hacia el arroyo. Pero no pasaría mucho tiempo antes de que perdiera la senda. Pero dio igual, ya que el dédalo de senderos que cruzaba el cerro -Orive Bajo- pronto hizo que retomara la senda principal.
Finalmente llegué hasta el arroyo Pedroches, aguas arriba del cruce con la pista. Me detuve unos momentos para fotografiar el entorno, a fin de recordar el punto de intersección (que apenas es visible entre el follaje de la zona), y para revisar el freno trasero, que volvía a darme problemas tras la etapa de fin de año con Carlos y Mané.
Una vez solventado el problema, realicé el descenso del arroyo Pedroches, hasta llegar a Puente de Hierro. Allí decidí continuar bajando hasta el Club Asland. Dado que se trataba de una etapa de exploración, iba a serlo del todo: antiguamente tomábamos una pista que iba desde el club hasta entrar en Santa Rosa cruzando por encima del canal. Con la edificación de Mirabueno y el comienzo de las obras de la ronda norte, ese camino quedó cortado, pero al quedar las obras interrumpidas hace años, nunca supe qué paso con ello. Había llegado el momento de averiguarlo.
Con la decisión así tomada, crucé el arroyo Pedroches y realicé el descenso por su margen izquierdo, pasando por las ruinas del acueducto romano. Seguí descendiendo hasta llegar a la cinta transportadora de mineral. Continué por la izquierda, ascendiendo por una pista de color blanco -roca caliza- hasta casi la misma cinta, y observé que era posible realizar la bajada por esa parte (a diferencia de por la derecha, que no es sólo impracticable en bici, sino que obliga a jugarse el tipo pasando la bici por la cimentación de la cinta). Seguí bajando, cruzando dos o tres veces el arroyo, hasta llegar a la entrada del club Asland. Allí intenté tomar el antiguo sendero que surgía del aparcamiento, pero seguía vallado. Había una puerta sin candado, pero no me pareció pertinente abrir por ahí. Así que tomé la dirección contraria, para rodear el club Asland por la parte derecha. Llegué de nuevo hasta la cinta de minerales, y seguí -en fuerte ascenso- la pista que la bordea, que no tardó en llevarme al arranque del antiguo camino. Seguía siendo practicable.
Cogí el camino que llevaba la vaquería -vaquería que ya no existe- para bajar por la pista de cemento junto a los eucaliptos hasta la antigua vía del tren, a la altura de Mirabueno. Allí el camino sí que había cambiado. Desaparecido, más bien, bajo las obras de la ronda. Pasé junto a un puente inacabado, bajo el cual hay un campamento de rumanos, y llegué a la última rotonda de Mirabueno. Desde allí bajé a la rotonda de Chinales. Por último, subí por el parquecito que se encuentra frente al centro de Sadeco, y volví a casa por el Parque de la Asomadilla. Una interesante etapa con buenos descubrimientos.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Los Velascos – Arroyo Pedroches – Mirabueno
Etiquetas: arroyo pedroches, córdoba, los velascos, mirabueno, mtb
El pasado día de Reyes salí con mi padre a estrenar su regalo de reyes: una bici doble suspensión RockRider 6.4 de 2011:
Comenzamos la etapa pasadas las 10:30h, con apenas tiempo para ponerme los arreos ciclistas tras haber abierto los regalos en casa. Fue una etapa de rodaje bastante convencional, pero en la que mi padre pudo empezar a sacarle partido a la doble: atravesamos el parque de la Asomadilla y el Barrio Naranjo para bajar hasta el arroyo Santo Domingo. Por el camino vimos que los dueños del Castillo del Maimón están cercando uno de los campos que bordea la actual tapia del castillo, y junto a la que corre un pequeño sendero que es habitualmente usado por ciclistas. Es de prever que en poco tiempo no se pueda pasar por allí.
Aparte de esta triste novedad, la etapa transcurrió sin incidentes. Subimos por el sendero que bordea el arroyo hasta llegar al cortijo de Los Velascos. Luego tomamos el camino de la cantera hasta llegar al arroyo Pedroches, que atravesamos, y subimos por la pista hasta llegar a la N-432. Allí tomamos la carretera hacia Córdoba, y en la entrada de la Carrera del Caballo giramos a la izquierda para realizar el descenso del Camino Mozárabe. Después cruzamos el puente romano, y entramos en Fátima, para posteriormente volver a casa por el Vial Norte. Una pequeña etapa de estreno bastante bien aprovechada.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Los Velascos – Carrera del Caballo
Etiquetas: carrera del caballo, córdoba, los velascos, mtb
Aunque llevo unos cuantos días sin escribir (a todo esto, ¡feliz año nuevo!), la temporada ciclista de 2012 empezó realmente pronto: el 2 de enero. Y para no romper los viejos mitos, tengo que admitirlo: se nos fue de las manos. Lo que en principio iba a ser una etapa relativamente corta, acabó convertido en una etapa de más de cinco horas de pedaleo duro por la Sierra, con descensos brutales y enlaces largos entre tramo y tramo. Pero no adelantemos acontecimientos.
Empezamos a rodar Mané y yo, los únicos que finalmente salimos, al filo de las 10:15h. Aunque durante las Navidades nos habíamos planteado realizar una etapa larga por la Sierra, con parada a comer en los Arenales incluida, finalmente vimos que no iba a ser factible realizarlo en esa ocasión. Así que, dado que teníamos ganas de salir a rodar, convenimos al menos realizar la parte del recorrido que más nos apetecía: el descenso de la Vereda del Vado del Negro. Como habíamos decidido salir algo más tarde de lo normal, optamos por realizar la subida hasta el Lagar de la Cruz por carretera, a fin de ganar algo de tiempo. Una subida que, personalmente, tenía fresca, ya que había sido el comienzo de la última etapa del año 2011, aunque en esta ocasión optamos por subir por Sansueña en lugar de bajar hasta el comienzo del Brillante.
La mañana estaba cubierta, a diferencia de los días anteriores. Eso nos garantizaba, por un lado, que las temperaturas no iban a ser tan frías al comienzo de la mañana como en otros días, pero conllevaba que a media mañana el sol no iba a calentarnos tampoco. En resumen, teníamos por delante una mañana fría y relativamente gris.
Realizamos la subida hasta el Lagar en 57 minutos. Paramos en el Lagar para tomar algo de fruta, y continuamos -antes de enfriarnos demasiado- camino de nuestra siguiente parada: las fuentes del Bejarano. Para ello fuimos a través de las Siete Fincas por el GR-48. Una vez en el Bejarano -ya rayando el mediodía- pasamos por la cancela que permite seguir el cauce del arroyo aguas abajo. Una zona preciosa, que arranca con un bonito tramo de bosque de ribera, que culmina en una pequeña cascada antes de internarse en bosque de tipo mediterráneo.
Atravesamos los lugares del Martinete, el Molinillo y el Desierto, camino del cortijo de los Baldíos del Río, en un subeybaja que nos habría de llevar, finalmente, hasta el arroyo de Don Lucas, que vadeamos. Allí nos encontramos con una sorpresa un tanto desagradable: los propietarios de la finca había utilizado maquinaria industrial para desbrozar el bosque y abrir una pista hasta el mismo arroyo, destrozando de esta manera un bosque de singular belleza. No sin lamentar semejante barbarie, seguimos nuestra senda, que estrecha y siempre a la izquierda de la nueva pista, seguía abriéndose camino. Y así llegamos a la primera gran bajada del día: el descenso hasta el Vado del Negro.
Un descenso largo, complicado, por senda estrecha y muy traicionera: con mucha piedra, musgo, raíces húmedas, barro y otra gran cantidad de elementos que garantizan que al mínimo despiste tengas un percance. Era especialmente llamativo lo del barro: pese a que hacía semanas que no llovía, el barro era omnipresente. Peligroso, muy peligroso. Tanto que fue en esa bajada la primera vez que vi a Mané irse al suelo. Afortunadamente, sin ninguna consecuencia grave.
Una vez alcanzamos el río Guadiato, remontamos su margen izquierda hasta llegar a los Arenales. Camino del puente nos encontramos con otra sorpresa desagradable. La pista que llevábamos, bastante buena y que permitía rodar rápido, se encontraba cortada de manera sorpresiva a la altura de un arroyo, lo que, si no hubiéramos ido atentos, nos podría haber provocado un grave percance. ¿Efectos de las lluvias o acción de algún desaprensivo? Es mejor no especular, a fin de no cabrearse.
Así pues, llegamos a las 13:00h al puente de los Arenales. Cruzamos a la margen derecha del río, y nos tomamos unas bien merecidas cervezas, acompañadas de una brutal ración de morcilla. Y así, de palique y vianda va, vianda viene, se nos ocurrió la siguiente barbarie: en vez de volver por la vía rápida por la carretera de las Jaras, ¿por qué no tomar la pista de la margen derecha del Guadiato hasta Santa María de Trassierra?
Y como no había nadie que pusiera cordura, el disparate tomó forma. Reanudamos la etapa a las 13:30h, camino de Trassierra. Nos aguardaba una pista de subeybaja hasta llegar al puente sobre el Guadiato. A partir de ahí, teníamos por delante una brutal subida de un par de kilómetros, con rampas escalofriantes. Pero bueno, al menos la vitamina M que habíamos ingerido un rato antes nos iba a servir de ayuda. Y hay que decir que, al menos en mi caso, la sudamos a base de bien. Nunca vino mejor aquello de “sudar sangre”.
Tras la escalofriante subida, entramos en Trassierra a las 14:15h. Nos acercábamos a la hora a la que solíamos dar por finalizadas las etapas, y aún estábamos en mitad de la Sierra. Nos estaba quedando un día la mar de divertido. ^_^ Por ello, y aunque Mané se moría de ganas por completar la etapa con un Bosque de Fangorn, finalmente optamos por tomar la carretera hasta la urbanización Torrehoria, y encaminarnos por la pista de cemento hasta la entrada del Mirador de las Niñas: se imponía terminar la etapa por la vía rápida. Montecobre Express.
Camino del Mirador vino a visitarme -la verdad, me sorprende que no lo hiciera antes- el tío del mazo, y estuve arrastrándome miserablemente un rato hasta el comienzo de la bajada hasta la Torre de las Siete Esquinas. Por suerte, todo lo que nos quedaba era para abajo. Y como no podía ser menos, pusimos la cámara a grabar:
“A saco la bajada”. Sí señor, a fondo hicimos toda la bajada, en especial el último tramo, justo antes de llegar a la Torre. Tan a saco lo hicimos, que Mané de un llantazo reventó la rueda trasera al pasar sobre las piedras. Por ello, nos tocó realizar labores de mantenimiento, que aproveché para tomar una panorámica del Valle del Guadalquivir. Y es que el día lo merecía.
Una vez cambiada la cámara, continuamos con el descenso. Y dado que queríamos acabar por la vía rápida, no pudimos menos que hacerlo por Montecobre Express.
El comienzo fue más accidentado que la anterior vez que realizara el descenso. Lo achaqué al cansancio de la etapa. Pero, pese a todo, realizamos la bajada sin mayor inconveniente, aunque tengo que admitir que notaba la bici extraña, más nerviosa y dura. Cuando terminé la bajada, me percaté de la causa. En efecto, tenía que ver con el cansancio. Pero no de la manera que me había imaginado: con la visita del tío del mazo, había olvidado, en el mirador, desbloquear la horquilla delantera al comienzo de la bajada. Había realizado toda la bajada con la suspensión rígida. :O
El resto de la etapa fue un puro trámite. Realizamos la bajada por carretera hasta la Albaida, y entramos en Santa Rosa por el Tablero Bajo. Llegamos a casa, tras cinco horas de etapa, pasadas las 15:15h. Lo que se había planteado como una etapa corta, reciclada de un gran recorrido, había terminado siendo una gran etapa por sí misma. Y un excelente comienzo del año ciclista 2012.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Lagar de la Cruz – Vado del Negro – Arenales – Trassierra – Montecobre Express
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