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06 nov 11 Etapa ciclista: Mairena del Aljarafe – Ermita de San Diego – Aeródromo de La Juliana

El pasado 15 de octubre Ana, Rafa y yo realizamos una nueva etapa de entrenamiento ciclista. Hay que admitir que había sido una semana bastante activa, y dado que el buen tiempo seguía acompañando, no era cuestión de dejar pasar la oportunidad de salir a rodar un poco.

En este caso, el recorrido escogido varió un poco del entorno por el que salía a rodar con Ana: Mairena del Aljarafe. Decidí realizar una variación del recorrido que había efectuado con Pedro el pasado agosto, si bien un poco recortado, para permitir a Ana ganar kilómetros de una manera algo más asequible.

Así pues, salimos de Mairena Rafa, Ana y yo pasadas las 9:10h. Como de costumbre, dejamos atrás Mairena y bajamos al río Pudio por el camino de la Venta del Río, hasta llegar al puente romano. Allí giramos a la izquierda, y bajamos por la Cañada Real de las Islas en paralelo al río. Pasamos junto a Almensilla, y pasamos junto al cementerio de Coria. En esta ocasión seguimos descendiendo hasta alcanzar la vereda de Aznalcázar, donde giramos a mano derecha. Este recorrido era considerablemente más cómodo que el que había seguido con Pedro en agosto, y en esta ocasión no tuvimos problemas de maleza alguno.

Avanzamos a un buen ritmo, hasta que en las cercanías del desvío de la Cañada de la Barca nos encontramos con las consabidas trampas de arena, lo que nos hizo bajar sensiblemente el ritmo.

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Nos detuvimos un momento en el cruce con la Cañada a realizar un breve descanso. Era la segunda vez que pasaba por la zona, y la cañada cada vez me intrigaba más. No era cuestión meterse a explorar en lo desconocido -al menos ese día-, pero me prometí que no pasaría mucho tiempo antes de que recorriera la zona. Promesa que cumplí no mucho tiempo después -y cuyas consecuencias aún arrastro-, pero esa es otra historia… que en su momento será contada.

Seguimos avanzando por la Vereda. Pasamos por el pinar de Matatontos, que constituyó un agradable contrapunto a la aridez del terreno por el que veníamos rodando, pero que no duró demasiado, ya que muy pronto volvimos a encontrarnos en terreno abierto… y en las trampas de arena.

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Hicimos el siguiente descanso en la cercana Ermita de San Diego. Fue un descanso breve, apenas el tiempo de tomar algunas fotos y estar un rato de palique, pero que después del exigente tramo de arena que habíamos pasado -y el que nos quedaba por pasar- agradecimos bastante.

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Una vez finalizado el descanso, seguimos avanzado en dirección al aeródromo. Era una mañana clara, y pudimos ver a varios grupos de paracaidistas que se dejaban caer suavemente por el aire. Bastante bucólico, la verdad.

Llegamos al cruce con el cordel de Triana a Villamanrique, en las cercanías del aeródromo, a las 10:55h. Era el momento de volver. A esas alturas llevábamos entre pecho y espalda 20 kms. de etapa. Y aún nos quedaba lo más duro. Así que nos dispusimos a tomárnoslo con calma.

La vuelta no tuvo nada en especial. Pasamos junto al aeródromo, cruzamos la carretera de Almensilla, y dejamos atrás la Hacienda Torrequemada, antes de cruzar las obras de la SE-40. La única variación vino después de pasar de nuevo el puente romano: en la subida hacia Mairena nos desviamos del camino habitual, y tomamos una calle recién terminada que llega hasta el camino de la Venta, lo que nos hizo entrar en Mairena al norte de la parte antigua del pueblo, en las cercanías del Polígono Pisa. Sin muchos más trámites, nos dirigimos hacia la cervecería Macarena, punto de inicio y final de la etapa, que dimos por finalizada a las 12:00h.

Como colofón a nuestro bonito recorrido, disfrutamos de unas buenas -aunque pequeñas- tostadas en una cafetería cercana.

El mapa de la etapa es el siguiente:


Ver 2011/10/15: Mairena del Aljarafe – Aeródromo de la Juliana en un mapa más grande

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia (según el velocímetro): 34’856 km.
  • Distancia (según el GPS): 34,5 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 22m 17s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 2h 49m 13s
  • Velocidad media: 14’8 km/h
  • Velocidad máxima: 29’8 km/h
  • Pulsaciones medias: 105 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 151
  • Consumo medio de calorías: 660 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1100 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 28m 27s
  • Consumo total de calorías: 1856 kcal
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12 oct 11 Etapa ciclista: Vía Verde de la Sierra Norte de Sevilla (02/10/2011)

El pasado 2 de octubre Ana y yo nos fuimos a rodar un poco con dos buenos amigos: Jesús y Carmen. Hace algunos meses Jesús se unió al grupo de ciclistas que solemos salir a rodar por Sevilla, y en un rapto de locura, consiguió meter a Carmen en el vicio de la bici. Pese a alguna que otra desventura que a punto estuvo de costarle su recién estrenado matrimonio. :mrgreen: El caso es que hemos acabado saliendo varias veces a rodar los cuatro por ahí, y le hemos cogido el gusto.

Hacía ya unos cuantos meses -desde el inicio del verano- que no salíamos a rodar juntos, y el primer fin de semana de octubre nos pareció un día propicio para acabar con esa mala racha. Y para que la nueva toma de contacto no fuera demasiado dura, pensamos que la Vía Verde de la Sierra Norte de Sevilla era el recorrido ideal. Así que ese domingo agarramos los coches y allá que nos fuimos, hasta la estación de Cazalla-Constantina, que es donde la vía verde tiene su inicio.

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Empezamos a rodar a las 10:05h. Un poco tarde para lo que me gusta, pero teniendo en cuenta que acabábamos de hacer un trayecto de 90 minutos por carretera de montaña, no podíamos pedirle mucho más a la situación. El comienzo no fue tan sencillo como había esperado. No había ningún tipo de indicación de vía verde en la estación de tren. En realidad, no había ni aparcamiento propiamente dicho, por lo que tuvimos que aparcar los coches en una zona de barbacoas del Parque Natural de la Sierra Norte, que se encuentra a un kilómetro de la estación. Así que lo primero que hicimos fue volver en bici a la estación, y desde allí tomamos una carretera que transcurre en paralelo a la vía del Sevilla-Mérida, y que discurre junto al río Huéznar. Recordaba haber leído que se podía tomar la vía verde a un centenar de metros de la estación, siguiendo por esta carretera. Sin embargo, no encontramos nada que hiciera pensar que allí había una vía verde, tan sólo otra zona de esparcimiento del río, llamada Isla Margarita. Algo me indujo a pensar que atravesando el río y al otro lado de la isla podríamos empezar la vía verde, pero pronto deseché esta idea. Error, como veríamos más adelante.

El caso es que seguimos por la carretera SE-7101, en suave ascenso, durante 5 kilómetros, hasta que al cruzar un paso a nivel sobre la vía férrea, dimos con el inicio de la vía verde. Entonces quedó claro. Ese era el punto donde realmente empezaba la antigua vía minera sobre la que ahora se ha construido la vía verde. Al entrar en la vía encontramos un cartel en el que se indicaba que se había hecho uso de una vereda pecuaria para proporcionar un enlace entre la estación de Cazalla-Constantina e Isla Margarita con el comienzo de la vía verde… por la otra ribera del río.

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Una vez que entramos en la vía verde propiamente dicha -a las 10:40h-, empezamos a rodar de manera mucho más cómoda. La vía verde tiene una longitud de 18 kms. hasta el Cerro del Hierro, con una pendiente media del 2%. Se encuentra completamente acondicionada, y cuenta con un firme de asfalto con una capa de un material que de la un aspecto terrizo para integrarla en el paisaje, y que le confiere una textura similar a las pistas de fútbol sala. El rodar por ella era una auténtica delicia, aunque un tanto aburrido para mi gusto. :)

Sin embargo, el espléndido paisaje compensaba con creces lo monótono de la superficie: la vía transcurre por el valle del río Huéznar, y durante todo el trayecto se circula por un auténtico vergel. A ratos te encuentras en un bosque de ribera, para sumergirte poco después en tramos de bosque mediterráneo y en tramos de auténtica dehesa. En cualquier caso, una auténtica gozada. Habíamos escogido bien. Y para mi sorpresa, durante el recorrido empecé a ver las marcas blancas y rojas de un sendero de Gran Recorrido. Sorpresa que creció aún más al ver el identificador en uno de los postes: GR-48.1

A 8 kilómetros del comienzo de la vía verde, y justo tras cruzar el único túnel de todo el recorrido, llegamos hasta San Nicolás del Puerto. Es un pequeño pueblo serrano en el que tiene su nacimiento el río Huéznar. Allí paramos, junto al nacimiento, para hacer un breve descanso, en el que dimos buena cuenta de unas barritas de cereales que -en mi caso- eran algo sospechosas, ya que llevaban en mi mochila un tiempo indeterminado. El caso es que al abrirlas no me saludaron ni echaron a correr, por lo que estimé que se encontraban en un estado saludable para ser ingeridas. Hasta el momento no he notado ningún efecto secundario. :mrgreen:

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Una vez finalizado el descanso, un poco antes del mediodía, abandonamos el nacimiento del Huéznar y nos reincorporamos a la vía verde. La vía verde empezó a girar en dirección este; hasta el momento, habíamos seguido hacia el norte por el curso del río. De acuerdo a los mapas, pronto íbamos a girar en dirección sur, hasta el impresionante Cerro del Hierro. Notamos cómo el paisaje empezaba a cambiar de nuevo. Dejamos definitivamente atrás el bosque de ribera encajonado en un estrecho valle, y nos adentramos de manera definitiva en la dehesa ganadera. El valle se abrió considerablemente, y durante algunos momentos parecía que rodáramos por una meseta más que por mitad de Sierra Morena. La vía verde poco a poco empezó a girar hacia el sureste, y finalmente al sur, justo al llegar a la primera muestra -excepción hecha de la vía- de que estábamos en una zona minera: una enorme escombrera formada por escoria de la explotación minera.

Pasamos junto a los restos ruinosos y abandonados del edificio de la mina -donde para nuestra sorpresa vimos un cercado de animales domésticos entre los que se encontraba un venado- y llegamos al pequeño pueblo minero de Cerro del Hierro. La vía verde estaba llegando a su fin. Dejamos atrás el pueblo de Cerro del Hierro, y nos encaminamos hacia la recta final de la etapa, que distaba apenas medio kilómetro: el final de la vía verde, y la entrada a Cerro del Hierro. Eran las 12:15h.

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Sólo quedaba dar la vuelta, ¿no? Pues no. Aunque no lo teníamos previsto, nos dimos cuenta de que Cerro del Hierro era un lugar de visita turística. Y ya que estábamos allí, bien valía la pena echar un rato y un vistazo a la mina. No nos equivocamos en la elección. Cerro del Hierro es una antigua mina a cielo abierto explotada en mitad de una zona kárstica, de roca caliza rica en minerales de hierro. El comienzo de la explotación data de fechas anteriores a la romanización, y se extiende hasta mediados del siglo XX. La zona está declarada monumento natural por su valor geológico y paisajístico.

Así pues, ascendimos hasta la entrada de la mina, y contemplamos la zona desde uno de los miradores. Era sencillamente increíble:

Jesús y yo no nos pudimos resistir a explorar un poco más la zona, mientras Ana y Carmen descansaban un poco. Tomamos uno de los caminos que se adentraban en la mina, que pronto encontramos cortado por un par de cadenas. Ni cortos ni perezosos las saltamos, entrando en la cantera a cielo abierto. No mucho después encontramos la explicación del corte: parte del camino, aquella que cruza sobre un túnel de explotación, está sufriendo derrumbes, que amenazan con tragarse todo el camino.

Pero ya que estábamos allí, no íbamos a achantarnos por algo como eso. Cruzamos la zona de derrumbe, y entramos en la zona de explotación. Estuvimos curioseando un poco, y poco después volvimos con nuestras señoras.

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Iniciamos la vuelta a las 13:00h. Teníamos por delante casi 20 kilómetros de pedaleo, aunque esta vez contábamos con la considerable ventaja de hacerlo en descenso. Pese a que el desnivel era bastante pequeño -2% de media- pronto empezamos a notar que el magnífico firme de la vía verde nos permitía alcanzar velocidades de crucero cercanas a los 30 km/h. Nos detuvimos de vuelta en el poblado minero tan sólo para echarnos unas fotos junto a una curiosa iglesia minera, con aspecto auténticamente inglés. Y es que no en balde en el siglo XIX la mina había sido explotada por una compañía británica.

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Seguimos rodando a una velocidad inusitada, y antes de las 13:30h ya estábamos de vuelta en San Nicolás del Puerto, donde nos detuvimos un instante para tomar unas fotos del túnel.

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De nuevo en ruta, continuamos el descenso a velocidad de crucero. Volvimos a entrar en el bosque de ribera, y no pudimos menos que parar otra vez a echar unas fotos en un tramo de bosque en galería, justo a la altura del puente de la vía verde sobre el río Huéznar.

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Llegamos al inicio de la vía verde al filo de las dos de la tarde. Esta vez optamos por tomar el enlace con Isla Margarita siguiendo una vereda pecuaria que va paralela al río por su margen izquierda, aunque un tanto separada del río, por lo que nos encontramos de nuevo en una zona de dehesa, fuera de la cobertura vegetal del bosque de rivera. Era impresionante cómo había tanta diversidad de paisaje en apenas unas decenas de metros. Y así, tras dos kilómetros de circular en paralelo al río, llegamos a un cruce de caminos magníficamente indicado.

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Giramos a la derecha, en dirección a Isla Margarita, y volvimos a adentrarnos en el bosque de ribera. La etapa estaba llegando a su fin, y tengo que admitir que estaba disfrutando como un enano.

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Un par de kilómetros después llegamos a Isla Margarita. En efecto, era el final del tramo de enlace con la vía verde. Y al otro lado de la isla estaba la carretera que habíamos tomado al inicio de la etapa. Cruzamos la isla, nos echamos una foto junto a una estatua de un pescador, y afrontamos los últimos metros de nuestro recorrido.

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Llegamos a la zona de barbacoas donde habíamos dejado los coches a las 14:20h. A diferencia de la mañana, en la que la zona estaba desierta, multitud de campistas, excursionistas en general y domingueros -en el más estricto sentido de la palabra- habían tomado la zona, y se encontraban disfrutando de una agradable comida en el campo. Nosotros teníamos idea de comer en Santiponce los cuatro, pero visto lo que habiamos tardado en llegar a la zona, nos decantamos por comer en Cazalla de la Sierra, que a la sazón es el pueblo natal del padre de Jesús. Y así, tras un par de pequeños percances (una pasada de la salida adecuada en la carretera, un restaurante donde consideraban más importante tener durante media hora una mesa vacía reservada que atender a más clientes), encontramos una pequeña tasca donde tapeamos la mar de a gusto. Una bonita excursión con un más que razonable colofón.

El recorrido de la etapa en Google Maps es el siguiente:


Ver 2011/10/02: Vía Verde de la Sierra Norte de Sevilla en un mapa más grande

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia (según el velocímetro): 41’364 km.
  • Distancia (según el GPS): 40’5 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 37m 30s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 4h 08m 11s
  • Velocidad media: 15’8 km/h
  • Velocidad máxima: 33’5 km/h
  • Pulsaciones medias: 120 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 179
  • Consumo medio de calorías: 800 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1380 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 05m 34s
  • Consumo total de calorías: 3376 kcal
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26 sep 11 Etapa ciclista: Vereda de la Canchuela – GR48 – Trassierra (18/09/2011)

El pasado 19 de septiembre volvimos a salir a rodar Mané, Javi Balaguer y yo por la Sierra de Córdoba. Habíamos elegido para rodar un trazado que se salía un tanto de lo convencional: subir a Trassierra por la vereda de La Canchuela, para bajar al arroyo Guadarromán por un sendero que había recorrido hacía años en una Maratón MTB Sierra Morena, y enlazar con Santa María de Trassierra por el GR-48. Desde allí, si las ganas acompañaban, bajar a los Baños de Popea, y remontar el Bejarano hasta las Fuentes, para volver a Córdoba por la Cuesta de la Traición. Un recorrido ambicioso, sin lugar a dudas.

Demasiado ambicioso, teniendo en cuenta que quedamos a las 9:30h para empezar la etapa. Es verdad que el tiempo ya acompañaba, y el calor empezaba a ser más soportable, pero parecía una hora demasiado tardía como para acometer esa etapa. Ángel, de hecho, que había pensado apuntarse, desestimó el venir vista la hora a la que íbamos a salir. La verdad, tengo que admitir que era una opción razonable.

Así pues, quedamos Mané -que había dormido pocas horas a causa de una buena fiesta la noche anterior-, Javi y yo. Empezamos la etapa a las 9:40h. Tomamos el Canal del Guadalmellato, y a un buen ritmo, poco a poco nos fuimos acercando hasta el comienzo de la Vereda de la Canchuela. Llegamos a las 10:30h al comienzo de la Vereda, y empezamos la brutal subida (con una pendiente máxima del 14’5%) subiendo de manera sostenida; sin prisa, pero sin pausa. Hicimos sin descanso alguno el kilómetro y medio largo de subida que lleva hasta el poste donde in illo tempore podía contemplarse una calavera de vaca.

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(Fotografía correspondiente a otra etapa)

Descansamos un rato, antes de continuar con el duro ascenso. Es cierto que ya habíamos superado la parte más dura de todo el recorrido, pero aún quedaban dos paredes temibles por delante. O al menos, eso creíamos. Seguimos subiendo por la vereda, que alcanzaba rampas del 11%, antes de llegar a la breve bajada previa a la última rampa antes de la llegada al Cortijo de Pedrajas. Iniciamos el ascenso, en el que se evidenció de nuevo que la Larsen TT que monto en la rueda trasera se encontraba ya en las últimas, hasta la cancela que delimita la entrada en los terrenos más cercanos al cortijo. Allí nos encontramos con una sorpresa: los propietarios del cortijo, al parecer con el consentimiento del Ayuntamiento, han desviado el trazado delimitado de la vereda, haciendo que ésta dé un rodeo al oeste del cortijo de 2’6 kms., frente al kilómetro escaso del recorrido original. Preguntamos a otros ciclistas que por allí pasaban, quienes nos confirmaron que el cambio databa de unos cuantos meses atras, dicho lo cual, continuamos por el nuevo trazado: siempre era una oportunidad de conocer otra subida, y al menos en este caso no se nos impedía de manera ilegal el acceso, como en otros sitios.

Hay que admitir que el trazado alternativo era bastante chulo, con unas pendientes soportables, en vez del espanto de subida de la vereda original, por lo que la molestia de dar el rodeo en realidad no lo era tanto. Volvimos a enlazar con la vereda original justo por encima del Cortijo de Pedrajas, y justo al reincorporarnos, abandonamos el trazado para bajar hasta el arroyo Guadarromán. Recordaba haber efectuado esa bajada -como ya he dicho anteriormente- durante una de las Maratones MTB Sierra Morena que disputé hace unos años, y la recordaba muy rápida y bastante divertida. Y no recordaba mal. Mané bajó por ella como si el mañana no existiera, especialmente para tratarse de la primera vez que la recorría.

Una vez en el fondo del valle, encontramos marcas blancas y verdes que delimitaban el camino. Eso me tranquilizó bastante, porque tenía la constancia de que podíamos bajar, pero no la de que podríamos salir de allí por un camino diferente al que hasta entonces llevábamos. Pasamos el arroyo, y tomamos una pequeña senda entre fincas ganaderas. Remontamos la senda hasta la entrada de la finca de la Jarosa, que tiene una cerca, y allí giramos a mano izquierda por una cancela -la única- que se encuentra sin candado. La senda, esta vez más estrecha, empezaba una dura subida por terreno muy suelto, que corría en paralelo a la vereda de La Canchuela en el tramo que se dirige a Puerto Artafi. Superamos un par de cercas sin candado, y poco a poco nos fuimos acercando hasta el cruce de la Canchuela con el GR-48: nos encontrábamos a las espaldas de Santa María de Trassierra. Eran ya las 12:15h y llevábamos entre pecho y espalda 20’9 kms. de dura etapa por la Sierra.

Continuamos hasta Santa María de Trassierra por el GR-48. Habíamos decidido para allí para tomar un tentempié, y decidir qué trazado tomábamos a continuación. No tardamos mucho en llegar hasta el pueblo tomando la pista del Salado, si bien a la hora a la que llegamos (12:45h) casi era más propio tomarnos un vermú que una tostada, por lo que optamos por tirar por la calle de en medio, y tomarnos unos Acuarios con un plátano (que Mané complementó con un gofre que me hizo plantearme volver a entrar en el supermercado donde habíamos parado). Allí decidimos, viendo lo tarde que ya se había hecho, volver a Córdoba por la vía rápida: carretera hasta el cruce de Trassierra, y bajada -también por carretera- por La Albaida.

Dicho y hecho. A las 13:15h volvimos a dar pedales, avanzando rápidamente por la carretera. Javi empezaba a notar el esfuerzo, y las primeras rampas de la carretera hicieron estragos en él. Nos detuvimos unos instantes a la salida del Bosque de Fangorn, y nos planteamos tomar la pista que atraviesa la urbanización de la Virgen de la Cabeza y que lleva hasta el Mirador de las Niñas, para bajar a Córdoba por Montecobre. Desestimamos esta opción, ya que pese al rodeo que daba la carretera, era previsible que tardáramos menos que por la pista. Así pues, seguimos por la carretera hasta el Cruce, e iniciamos el descenso de La Albaida.

Fue un descenso frenético. Hacía pocas semanas que la Vuelta Ciclista había bajado por ese mismo trazado en la etapa que tuvo Córdoba por final, y no pude menos que intentar emular a Pablo Lastras en la primera gran bajada que hacía por carretera en mucho tiempo. No lo pensé demasiado, y bajé a todo ritmo, alcanzando un pico de velocidad de 63’49 km/h según el velocímetro y 67’7 km/h según el GPS. Muy lejano, en todo caso, a los 80 km/h que registraron los profesionales, pero que aún así me hicieron temer en algunos momentos por mi seguridad, dado lo que vibraba la bici. Los flancos de la High Roller, en todo caso, quedaron perfectamente limpios de polvo en el descenso. :mrgreen:

Una vez pasado el Castillo de La Albaida, moderé el ritmo de descenso, hasta que Javi y Mané me alcanzaron. El descenso, de 4.9 kms, lo había realizado en 6m 45s. El resto de la etapa fue bastante convencional. Volvimos a Santa Rosa por el Pryca La Sierra, y tras despedirnos de Javi, Mané y yo volvimos a la Asomadilla por la Cuesta Negra. Finalizamos la etapa a las 14:53h, habiendo recortado bastante el recorrido previsto, pero en cualquier caso, tras haber disfrutado de una excelente etapa.

El recorrido de la etapa en Google Maps es el siguiente:


Ver 2011/09/18: Canchuela – GR-48 – Trassierra en un mapa más grande

Los datos de la etapa son los que siguen:

  • Distancia (según el velocímetros): 41’72 km.
  • Distancia (según el GPS): 40’1 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 59m 36s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 4h 20m 58s
  • Velocidad media: 13’93 km/h
  • Velocidad máxima: 63’49 km/h
  • Pulsaciones medias: 137 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 183
  • Consumo medio de calorías: 970 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1420 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 3h 0m 22s
  • Consumo total de calorías: 4212 kcal

Por primera vez en muchas etapas, he podido volver a recuperar las estadísticas completas. Todo ha funcionado correctamente: el GPS, el velocímetro y el pulsómetro. :mrgreen:

En esta ocasión, por el contrario, no hay fotos ni vídeos. Y es curioso, porque realizamos dos bajadas chulísimas, y pasamos por algunas zonas que daban ganas de pararse a fotografiar. Pero es que volvimos a ir embrutecidos. ^_^

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13 sep 11 Etapa ciclista: Montecobre – Bosque de Fangorn – Reventón (04/09/2011)

Nos tenía que haber mirado un tuerto. No cabía otra explicación. No era la primera vez que lo decía desde que habíamos empezado la etapa, pero esa última vez, al filo de las 19:30h, en el Patriarca, mientras esperaba a que Ángel cambiara la cámara de su bici, fue la única vez que de verdad me lo estaba creyendo. Ese día estábamos gafados. Pero empecemos por el principio.

Ese fin de semana decidimos salir a rodar Mané, Ángel, Marcos, Javi Balaguer -con quien, hasta el momento, aún no había salido a rodar-, Carlos Trillo y yo. Por aquello de poder quedar los más posibles, habíamos decidido quedar en un horario poco habitual: el domingo a las 16:00h. No era el horario que más me conviniera, ni el que más me interesara, dado que tenía que salir esa misma tarde hacia Sevilla, y esperaba poder ver el ascenso del Angliru en la Vuelta a España. Pero era una oportunidad para salir a rodar con un buen grupo de amigos que no iba a dejar pasar.

Pronto -muy pronto- las cosas empezaron a torcerse. Tan pronto como el mismo viernes por la tarde. Nada más llegar a Córdoba me encontré con la rueda delantera de la bici pinchada. Algo bastante complicado, ya que ahí monto una cubierta Maxxis High Roller Super Tacky Downhill de 2.35”, equipada con una cámara autosellante. Pero el caso es que estaba pinchada. Confiando en que fuera algo que se solucionara con el líquido autosellante, inflé la rueda y la hice girar sobre sí misma, a fin de distribuir uniformemente el líquido. Todo parecía indicar que se había sellado bien… hasta la mañana siguiente, en la que me encontré la rueda completamente deshinchada. Estaba claro que me iba a tocar parchearla. Lo que no esperaba era encontrarme con que se había salido todo el líquido autosellante de la cámara, y con que ésta tenía tres pinchazos. Un tanto escamado, parcheé la cubierta, y esa tarde me fui con Mané a casa de Carlos a editar un vídeo con las tomas de un descenso que habían efectuado esa misma mañana.

Ya en casa de Carlos tuvimos la la segunda mala noticia del día: sufría de una tendinitis que le iba a imposibilitar acudir a la etapa. Y es que Carlos, que estrenó bici de descenso hace algunas semanas, un auténtico monstruo blindado de 18 kilos y suspensiones de 180 mm., se había estado poniendo en forma a marchas forzadas, pero por eso mismo había forzado demasiado la máquina. Asumiendo que íbamos a tener una baja, editamos el vídeo, con muy buenos resultados desde el punto de vista estético. Pero al filo de las 22:00h, recibí una llamada de casa: la rueda se había vuelto a desinflar. Una vez allí pude constatar que la rueda, en efecto, había quedado desinflada por el efecto de ¡cuatro pinchazos! Entonces lo tuve claro: el primer pinchazo había provocado la salida del líquido sellante de la cámara, por lo que pequeños pinchazos que habían quedado obturados por el propio líquido habían salido a la luz. Lo peor es que no tenía ninguna cámara de repuesto. Por suerte Mané, a la mañana siguiente, encontró una de válvula fina que sólo tenía un pinchazo, que pude parchear y poner sin problemas en mi bici.

A las 16:00h del domingo me encaminé a casa de Mané, dispuesto a empezar la etapa. Pero cuál sería mi sorpresa al ver a Mané desmontando, junto con Ángel, su rueda trasera: en efecto, un pinchazo. Y al no disponer de ninguna cámara adicional, no le quedó más remedio que parchearla. En ello andábamos cuando llegó Javi, con una pérdida de aceite en la horquilla de su bicicleta. ¿Qué diablos estaba pasando? Me dirigí a casa a por una llave inglesa con la que apretar un poco la horquilla, y tener la suerte de que eso solucionara el problema. A la vuelta, Marcos ya había llegado… con un problema en su casco y la rueda trasera algo floja. Mientras Mané y Javi apretaban la horquilla, Ángel se dispuso a inflar un poco la rueda de la bici de Marcos mientras éste remendaba el casco. Y en esas estaba cuando ¡la válvula de la cámara salió volando! Una válvula rota era algo que sólo había visto una vez anterior. Por suerte Marcos disponía de una cámara de válvula gruesa de repuesto. Pero empezaba a tener claro que esa etapa estaba algo gafada.

Al final, entre unas cosas y otras, empezamos a dar pedales pasadas las 16:30h, con unos 36ºC de calor, y un molesto viento cruzado que nos dificultaba bastante rodar. Tomamos en Canal del Guadalmellato, y nos desviamos por la vereda de Trassierra camino de nuestro Angliru particular: la subida de Montecobre. Pasamos junto a la Casilla del Aire, por las primeras y terroríficas rampas de hasta el 18% por sendero pedregoso del inicio de la subida de Montecobre, abriendo camino Ángel, Marcos y yo. El calor y la hora de la etapa estaba haciendo estragos, y aparte de sudar la gota gorda, empezamos a sufrir mareos y molestias estomacales, que hicieron especial mella en Marcos y Mané. Aun así, llegamos hasta el quitamiedos que da fin a la primera parte de la subida, y nos dispusimos a cruzar la carretera, camino de la Casa de la Ventana. Y fue ahí donde tuvimos la primera sorpresa desagradable de la etapa propiamente dicha: Marcos había pinchado. No nos quedó más remedio que hacer una pequeña pausa para parchear su cámara, antes de reemprender el ascenso.

Una vez solventado el problema, continuamos con el ascenso, de nuevo con Ángel, Marcos y yo mismo en cabeza. Nos volvimos a reagrupar al llegar a la cerca que interrumpe el ascenso a mitad de subida, y a partir de ahí, Ángel y yo marcamos el ritmo de subida hasta llegar a la Torre de las Siete Esquinas, donde realizamos un pequeño descenso.

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Reemprendimos la marcha, atacando de una manera brutal el pedregoso comienzo de la subida hasta el Mirador de las Niñas. Ahí mantuvimos un buen ritmo, hasta que en las rampas finales empezamos a separarnos. Mané y Ángel realizaron la subida a un ritmo excelente, que no pude mantenerles al tener que echar pie a tierra al patinarme en plena subida la rueda trasera, en la que montaba una Larsen TT algo trillada. Al final, Javi, Marcos y yo acabamos subiendo la última pared antes del mirador tirando un poco de la bici. Pero acabamos llegando. Terminamos la subida un poco pasadas las 18:00h, habiendo recorrido 11’5 kms. en algo más de hora y media.

Sin prácticamente detenernos nos dirigimos hacia el cruce de Trassierra, y giramos a la derecha para entrar directamente en el Bosque de Fangorn. A esas alturas de la tarde (y de la Sierra) la temperatura había bajado bastante, y el meternos a rodar por una zona arbolada era lo mejor que nos podía pasar: fresco y sombra. Perfecto para desarrollar un buen ritmo. Sin embargo, al poco de entrar en el bosque y al empezar a subir, sufrimos dos sustos que pudieron tener consecuencias bastante graves: el primero de ellos estuvo protagonizado por Javi, al perder el equilibrio en una piedra, y no poder sacar las zapatillas de los pedales automáticos. Se fue al suelo, doblándose uno de los tobillos en un ángulo que resultaba escalofriante a la vista. Por suerte, sin consecuencias. El segundo, de muy similar factura, lo sufrió Mané en sus carnes. La diferencia en este caso es que estuvo a punto de caer sobre un tocón astillado, que por suerte pudo evitar… agarrándose a una cerca de alambre de espino, con las consecuencias por todos imaginables. Desde luego, la tarde estaba siendo generosa en incidentes.

Poco después afrontamos la primera de las bajadas del bosque de Fangorn, que nos llevó en un descenso trepidante hasta el puente de madera que antecede a una brutal subida por una pared de piedra hasta un pequeño mirador, y que Ángel fue capaz de subir su primer tramo, partiendo desde el mismo puente. El resto de la subida no nos quedó más remedio que hacerla arrastrando las bicis. Y así llegamos a la segunda cota (la tercer en altitud) de la etapa. Un sitio perfecto para marcarse algunas bajadas… divertidas:

…que antecedieron a la primera gran bajada de la jornada:

Finalizamos el descenso a la entrada de la urbanización de la Virgen de la Cabeza, y no tardamos mucho en dirigirnos, a un excelente ritmo, a la siguiente parada de nuestra etapa: el Lagar del Caño del Escarabita. Aprovechamos que el camino discurría por un falso llano para rodar a un ritmo bastante alegre, que tan sólo se vio interrumpido por una nueva caída de Javi, que estaba claro que ese día no se estaba llevando bien con los pedales automáticos. De nuevo, por suerte, la caída no tuvo consecuencias.

Una vez alcanzado el Lagar, giramos a la derecha para ir, en ascenso suave pero continuo, en dirección a la Torre del Beato, que distaba unos 3’5 kms. del lugar en el que nos encontrábamos. Seguimos mantiendo un ritmo muy vivo, con Javi, Ángel y Marcos en cabeza, que a punto estuvo de costarnos un disgusto cuando los tres se empeñaron en hacer un extraño remedo del Camarote de los Hermanos Marx, sólo que cambiaron la ubicación por un estrecho sendero en subida por el que uno nunca hubiera pensado que entraran tres bicis al mismo tiempo. Al menos, sin aplicar el modo traslúcido de juego en el Colin McRae…

En fin, sin mayores incidentes, llegamos hasta la carretera de las Ermitas, junto a la torre del Beato. Eran las 19:00h y llevábamos entre pecho y espalda 18 kms. de etapa. Sin solución de continuidad, entramos en la carretera y nos dirigimos hacia la última parada de nuestra etapa: las Ermitas. Para ello tuvimos que afrontar la tercera (y más alta) cota de la etapa, en donde Mané marcó un ritmo brutal, que a duras penas y con la lengua fuera fui capaz de seguir, descolgando a Javi, Marcos y Ángel, y llegando destacados hasta el comienzo de la bajada de la Cuesta del Reventón, donde nos volvimos a agrupar para emprender el penúltimo descenso del día:

Un descenso emocionante y enormemente divertido, donde Ángel, Marcos y Mané imprimieron un ritmo endiablado de bajada, tal como si el mañana no existiera. Una vez abajo, decidimos realizar la última bajada por las pistas del Patriarca, donde Ángel se marcó unos saltos espeluznantes, y donde yo pude deleitarme realizando unas derrapadas enlazadas de izquierda a derecha brutales. Y fue ahí, justo al terminar la bajada, donde nuestro sino de toda la etapa volvió a hacer aparición: Ángel pinchó su rueda trasera.

Y así llegamos de nuevo al punto de partida. Reflexionaba sobre los tuertos y sus miradas, mientras veía cómo Ángel se afanaba en cambiar de cámara. Pero tal vez -reflexionaba- la mala suerte no fuera tanta en realidad, ya que habíamos realizado cuatro bajadas espeluznantes, botado por todas las piedras del mundo, y salvo tres caídas sin apenas consecuencias, habíamos vuelto a Córdoba sin más rasguño que el que Mané tenía en su mano provocado por el alambre de espino. Puestos a tener mala suerte, la nuestra había sído excelente.

El final del arreglo me sacó de mis reflexiones, y retomamos por última vez la etapa. Salimos a la carretera de las Ermitas, y bajamos hasta el Parador bordeando La Salle, para dirigirnos al Tablero por el circuito deportivo. Fue allí donde me tuve que separar de mis compañeros de etapa, sin poder disfrutar con ellos de las cervezas que tan a pulso nos habíamos ganado, ya que no podía demorar más mi partida hacia Sevilla. Ya en solitario, me dirigí a casa, a donde llegué a las 19:50h, tras más de 28 kms. de etapa. De una magnífica etapa por la Sierra de Córdoba.

El recorrido de la etapa en Google Maps es el siguiente:


Ver 2011/09/04: Montecobre – Bosque de Fangorn – Reventón en un mapa más grande

Los datos de la etapa, por su parte, son los que siguen:

  • Distancia (según el GPS): 29’3 kms.
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 3h 17m 8s

(NOTA: Esta es la segunda vez que tengo que escribir esta entrada. La primera vez, al ir a guardarla una vez finalizada, la perdí al sufrir el navegador una extraña pérdida de sesión con mi sitio, que hizo que la entrada no se guardara adecuadamente, al pedirme de nuevo autenticación. Y para añadir insulto a la injuria, el sistema de guardado de borrador automático había dejado de funcionar tras guardar sólo los tres primeros párrafos. Se ve que algo de gafada sí que estaba la etapa, pese a todo)

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29 ago 11 Etapa ciclista: Mairena del Aljarafe – Ermita de San Diego – Vado de Quema – Pinares de Aznalcázar (27/08/2011)

El sábado 27 mi amigo Pedro y yo volvimos a rodar por la zona de Mairena. COn la sola excepción de una pequeña etapa de entrenamiento por el aeródromo de La Juliana, hacía ya meses que no rodaba por la zona de Mairena, y tenía preparado algo especial para esa etapa: una incursión por la zona de los pinares de la Puebla del Río y, si había ganas, llegar hasta el vado de Quema. Dado que la etapa prometía ser algo larga, y que discurriría por zonas con abundante arena -con bancos que podrían tragarse a un hombre adulto- habíamos tomado dos medidas: salir a las 8:00h, y cambiar la cubierta trasera por una Small Block Eight de 2.1”. Y aunque tengo afición a llevar la Larsen TT de 1.9”, tengo que admitir que en las zonas donde abunda la arena la corta como escalpelo, clavándose en el banco hasta el fondo.

Así pues, monté la bici en el Alfa y me encaminé hacia Mairena del Aljarafe. Comenzamos la etapa un poco antes de las 8:15h., con una climatología ciertamente agradable: viento suave a favor, frescor en el ambiente y ni una sola nube en el cielo. No muchas horas después, íbamos a lamentar todo eso. Salimos de Mairena por el camino de la venta del Río Pudio, hasta alcanzar el puente romano. Allí giramos a la izquierda, por la Cañada Real de las Islas, camino de Coria del Río. Pasamos junto a Almensilla y el poblado de La Alegría, antes de girar a mano derecha, en las cercanías de Coria y la Puebla del Río.

Tomamos el camino de la ermita de Don Diego. Este camino nos llamó bastante la atención porque discurría entre campos de olivar que -contra cualquier costumbre conocida- estaban vallados por alambre de espino. La situación era un tanto sorprendente, ya que me recordaba bastante a los caminos rurales de la Galicia profunda: un pequeño sendero, encajonado en sendos terraplenes formados por las fincas contiguas, y cerrado por un vallado. La única diferencia era que en Galicia los vallados acostumbran a ser de piedra, no de alambre de púas. En fin. Seguimos avanzando en dirección oeste hasta que el camino se vio completamente cerrado por la vegetación. No nos quedó más remedio que colarnos entre la alambrada -que hábilmente había sido preparada por alguien para permitir el paso- y adentrarnos en un olivar hasta salvar la parte de camino comida por la vegetación, justo en el punto en el que nuestro camino desembocaba en uno más grande.

Tomamos este camino, claramente más cómodo de recorrer, siguiendo continuamente hacia el oeste. El camino que habíamos pasado a seguir se encontraba señalado por abundantes flechas amarillas -como el Camino de Santiago, rojas y blancas, lo que no dejaba lugar a dudas de que se trataba de un camino sumamente transitado, especialmente por rocieros. La presencia de la propia ermita de San Diego así lo atestiguaba.

Seguimos avanzando hacia el oeste. A las 9:30h, cuando ya llevábamos casi hora y media de recorrido, llegamos a un cruce de caminos, con una indicación hacia la Cañada de la Barca, en la zona de los Pinares de la Puebla del Río. Nos detuvimos unos instantes: la zona tenía un aspecto interesante, pero no era ese el día que exploraríamos la zona, sin ninguna guía ni prácticamente indicación a seguir: si esos pinares eran como los de Aznalcázar, constituirían un dédalo de senderos en los que sería fácil perderse. Aun así, la zona era atractiva a la cámara, y no pude menos que inmortalizar nuestro paso por la zona, con la esperanza de volver en otra ocasión para explorarla más detenidamente.

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Continuamos, siempre hacia el oeste. Hasta el momento los bancos de arena apenas habían sido una molestia ocasional, pero poco a poco su presencia iba haciéndose más y más molesta. Aunque eso no era nada comparado con el espanto que sabía que aún teníamos por delante. Apenas 10 minutos después llegamos a la Ermita de San Diego, donde hicimos una parada algo más larga, en la que aprovechamos para comer algo de fruta, para recuperar fuerzas.

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La zona era agradable: una pequeña mancha de pinos entre campos de olivos y frutales. Sin duda, una agradable escala para los rocieros en su marcha hacia Doñana.

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No nos detuvimos mucho más antes de continuar con la etapa: el fresco de la mañana, que tan fácilmente nos había hecho salir a rodar con alegría, poco a poco estaba dejando paso a un calor que prometía apretar a lo largo del día, que seguía siendo claro y sin una nube en el horizonte. Aún teníamos el viento a favor, y claro, eso ayudaba a confiarse.

Seguimos avanzando, y pasamos junto a la finca de la Juliana y el aeródromo del mismo nombre. Poco después llegamos hasta el cordel de Triana a Villamanrique, el principal camino seguido por los rocieros, y bastante más conocido por nosotros. Eran las 10:00h en punto, y nos encontrábamos bien de fuerzas. Decidimos seguir hasta los pinares de Aznalcázar y, si había ganas, seguir avanzando hasta el Vado de Quema. Y el caso es que hubo fuerzas.

Atravesamos los pinares siguiendo el trazado del cordel, famoso por sus trampas de arena. El camino realiza un suave descenso, primero, para luego transcurrir prácticamente plano hasta llegar a la carretera A-3114. Y esto, que podría parecer fácil, con la arena se transforma en una lucha constante. Lucha contra la arena que te impide avanzar, contra las ruedas que se clavan en la arena, y contra el deslizar de izquierda a derecha cada vez que intentas dar una pedalada. Por suerte hacía unos días que había llovido, por lo que la arena se encontraba algo compactada en algunas zonas, y con una ligera costra que permitía rodar algo más facilmente. Aun así, seguía siendo sumamente duro. Al menos las Small Block Eight se estaban portando razonablemente bien, y me permitían rodar sin que el avanzar constituyera una tortura. Aunque tengo que admitir que echaba de menos la cubierta High Roller de 2.35” que tengo guardada en la cochera de Córdoba.

Una vez que pasamos la carretera, y sabiendo que el vado de Quema estaba a tiro de piedra, ¿por qué detenernos ahí? Dejamos a nuestra derecha la torre de vigilancia de incendios, y recorrimos los escasos 5 kilómetros que nos separaban del vado, por una pista asfaltada que respondía al nombre de Cordel del Camino de los Playeros, y que no deja de ser parte del Cordel de Triana a Villamanrique. Y así, con viento a favor y en suave descenso, llegamos a uno de los puntos rocieros por excelencia: el Vado de Quema.

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(Nota: no es que el contacto con las famosas aguas del río Guadiamar en el vado del Quema dieran a unos protorocieros ciclistas como nosotros -o al menos a Pedro- el poder místico de la bilocación: el milagro sólo lo es desde el punto de vista tecnológico. Gracias, autostitch)

Eran las 11:00h, y habíamos alcanzado el punto más lejano de nuestro recorrido. O al menos lo sería, si dejábamos de remolonear en torno al vado, el área de descanso, y la pequeña ermita con una imagen de la Virgen del Rocío que se alzaba en la zona, protegida por una gruesa malla de acero para evitar desperfectos, quién sabe si causados por el propio fervor popular. :mrgreen:

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El caso es que ahí estábamos, y ahí estaba el vado. El calor se empezaba a notar, y ya puestos… ¿por qué no cruzar el vado? Porque una cosa era llegar al límite propuesto, y otra sobrepasarlo. Y llegados al sitio… bueno, sería triste volver para decir que no habías pasado el vado. Total, el caso es que como no había nadie para vernos hacer el ridículo, nada nos detuvo cuando descendimos hasta el vado, primero, y cuando metimos rueda en el agua, después. Y así, chorreando agua por encima de los tobillos, cruzamos el vado del Quema. Ya habíamos pasado el bautismo rociero. Sólo que ahora teníamos que darnos la vuelta y volver a Mairena. La vuelta, eso sí, la hicimos por un apañado puente que se alza apenas una decenas de metros aguas arriba del Guadiamar.

Y fue aquí donde empezamos a lamentar las excelentes condiciones de la mañana cuando salimos de Mairena: el viento a favor, el frescor y el excelente día nos habían hecho llegar lejos, muy lejos. Para encontrarnos que ahora el viento era de cara, el día claro lo seguía siendo, pero con el sol mucho más alto, y el frescor no era más que un agradable recuerdo. Tocaba apretarse los machos. Habíamos recorrido algo más de 30 kilómetros, y nos quedaba otro tanto de vuelta.

Desandamos el cordel del Camino de los Playeros hasta los pinares de Aznalcázar sin gran novedad, salvo que el hambre empezaba a hacer mella en mí. Al menos esta vez iba sobrado de agua. Optamos por atravesar el pinar por un camino algo más al norte, cercano al cortijo de Alarcón, con la esperanza de que este camino estuviera menos invadido por la arena. Futil esperanza, ya que no sólo no tenía menos arena, sino que nos encontramos incluso más. Al menos tuvo una ventaja: el trazado era considerablemente más plano en su parte final que el cordel de Triana a Villamanrique, por lo que nos ahorramos realizar ls subida por la arena. Sin embargo, tardamos tres cuartos de hora en recorrer los escasos 4500 metros que separaban la carretera de la entrada de los pinares.

Una vez salimos de los pinares el camino se hizo bastante más cómodo. Pero Pedro, que había hecho un considerable esfuerzo para mover sus cubiertas de 2.35” por las dunas que acabábamos de pasar, recibió la desagradable visita del tío del mazo, acompañado de unos molestos pinchazos en los cuadriceps. No nos quedaba más remedio que bajar el ritmo en la vuelta, a fin de evitar un chungo como el que yo mismo había sufrido en una etapa similar un año antes. Así pues, nos lo tomamos con calma.

Volvimos hasta el aeródromo de la Juliana, y seguimos en dirección al puente romano del río Pudio. Cruzamos la carretera de Almensilla al filo de las 13:00h, y pasamos por el cortijo de Torre Quemada tras 10 minutos de rodar tranquilo, antes de empezar el descenso hasta Entrecaminos. A esas alturas los brazos, especialmente el derecho, empezaban a arderme. Si no me equivocaba, estaba a punto de recuperar casi todo mi corte ciclista. E incluso la mancha de moreno de la mano provocada por los agujeros de los guantes en donde el velcro tiene su cierre.

A las 13:20h empezamos el último ascenso de la jornada, el del camino de la Venta del río Pudio. Apenas 2 kilómetros hasta Mairena, y 3’5 hasta el final de nuestra etapa. Finalizamos el ascenso con calma, y descendimos por carretera hasta casa de Pedro, con una parada incluida en un lavadero para adecentar las bicis. Dimos por finalizada la etapa a las 13:41h, después de 56’9 kms., y casi 5 horas y media de etapa. Una etapa sin grandes subidas, cierto, pero con tramos sumamente duros por la arena. Una etapa con tramos ciertamente interesantes, y con grandes perspectivas para realizar recorridos alternativos. Habíamos sufrido, sí, pero había merecido la pena.

El recorrido de la etapa en Google Maps es el siguiente:


Ver 2011/08/27: Mairena del Aljarafe – Vado de Quema – Pinares de Aznalcázar en un mapa más grande

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia (según el GPS): 56’9 kms.
  • Tiempo empleado: 5h 28m 22s
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