El viernes 28 de mayo realicé una etapa con mi cuñado Juan por las cercanías de Forcarey. Salimos pasadas las 17:15h, bajando desde Forcarey a Ponte por el camino viejo. Desde allí fuimos a Casanova, para tomar el camino que sale a la carretera de Cachafeiro. A continuación atravesamos Cachafeiro, haciendo una pequeña parada en el área recreativa de A Freixeira.
Dejamos atrás el área recreativa para dirigirnos por una corredoira hasta Acivedo. Esta corredoira forma parte del camino de la Geira Romana y de los Arrieros, y pese a este detalle, no se encuentra en muy buen estado. Cuando pasamos nosotros se encontraba muy cerrada de vegetación, y con abundante agua corriendo por todo el recorrido de la misma, que en determinados lugares provocaba la existencia de barrizales. Poco antes de entrar en Acivedo nos encontramos con una señora, que nos comentó que ambos problemas eran uno mismo: la falta de gente que mantuviera limpios los caminos y los cauces de agua laterales al camino, que se acababan colmatando y haciendo que el agua corriera sobre éste. Una pena, pero completamente real.
Dejamos atrás Acivedo por carretera, y alcanzamos Vilar. Allí cruzamos la carretera de Soutelo, y empezamos un ascenso hacia Fixó. La idea era tomar poco después un camino para salir de la carretera, pero pudimos comprobar que también se encontraba lleno de maleza, por lo que optamos por seguir por carretera. Una vez ya en Fixó, tan sólo tuvimos que seguir las indicaciones para subir a las Neveras, por una exigente pista que ya había transitado hace unos meses. Una vez llegamos al parque eólico, no tardamos en dirigirnos a las Neveras, donde estuvimos un rato echando fotografías.
Volvimos sobre nuestros pasos, para tomar la pista que asciende a lo alto del parque eólico, con idea de descender luego hacia Loureiro y pasar por su impresionante castro.
…sin embargo, al salir a la carretera de Lalín, nos dimos cuenta de que se nos había echado el tiempo encima, por lo que optamos por recortar. Volvimos a Cachafeiro bajando por la carretera. Una bajada divertida y a gran velocidad. Poco antes de entrar en Cachafeiro, nos desviamos a la derecha, para enlazar con Casanova, y desde allí bajar hasta el Lérez, para emprender la última subida, de vuelta a Forcarey.
Datos de la etapa
Etiquetas: a freixeira, acivedo, cachafeiro, fixó, forcarey, mtb, neveras de fixó
El domino 23 de mayo realice una etapa ciclista en la zona de Cotobade. En concreto, recorrí parcialmente el recorrido 1 del Centro de BTT de Carballedo, cercano a Forcarey. Empecé la etapa recién pasadas las 9:00h, saliendo junto al edificio antiguo del Ayuntamiento de Cotobade. El recorrido empieza en subida, dirigiéndose por el pequeño casco urbano desde el ayuntamiento a la capilla de San Roque. Allí el camino gira a mano derecha, y continúa por carretera local.
Apenas 1 km después se llega a la PO-232, que hay que cruzar, y emprender un breve tramo de subida por carretera. En mi caso, tuve que hacer una pequeña parada para ajustar las mordazas de freno, merced al cambio de pastillas que tuve que realizar tras la etapa de la semana pasada. Reanudada la marcha, tras algo menos de 500 metros se abre a la izquierda de la carretera un camino empedrado, que hemos de tomar, en continuo ascenso por la montaña. Se trata éste de un viejo camino romano, que nos acompañará prácticamente en todo nuestro ascenso hasta Monte Coirego. La subida es sinuosa y va ascendiendo poco a poco por una montaña que se encuentra abundantemente explotada en el aspecto maderero, lo que tiene la ventaja de que los caminos se encuentran bastante limpios.
Tras un rato de ascenso, se llega a un pequeño robledal donde el camino se bifurca en dos. A la derecha está señalizado como “Carballeira de D. Elías”, y en sus cercanías se puede encontrar el Molino de la Iglesia. Se trata ésta de una calzada romana que asciende hasta las cercanías del observatorio astronómico. Siguiendo de frente se continúa por otro ramal, también acreditado como romano, que se acaba volviendo a encontrar con el primero.
El ascenso es bastante técnico, a tramos con una cierta pendiente, pero permite disfrutar en todo momento de este gran deporte, además de unas estupendas vistas del entorno.
Tras 1’3 kilómetros de ascenso desde el robledal anterior, se llega a una pequeña turbera, la Braña de las Pozas Secas. Allí realicé un pequeño descanso, donde pude observar varias cosas curiosas: un ciervo que huía en la distancia, el calvero creado por la turbera, y lo que parecían ser emanaciones de gases provenientes de la descomposición de la materia orgánica que genera la turba.
En este punto el camino desaparecía brevemente, pero tras pasar una pequeña corriente de agua, y al fondo de la turbera, junto a un abrevadero, el camino vuelve a aparecer, siempre en ascenso, en una zona en la que se había realizado una tala recientemente. Al poco se llega a una pista forestal, que se ha de tomar a mano derecha, para ascender de una manera bastante cómoda hasta el observatorio astronómico de Cotobade.
Tras dejar atrás el observatorio, se continúa por la misma pista, que describe un giro a la izquierda para alcanzar una pequeña laguna, junto a la que encontré una manada de caballos salvajes, que no pude menos que pararme a grabar.
Tras esta breve parada, reemprendí la marcha con el objetivo de alcanzar la cota máxima de la etapa: el alto de Monte Coirego. Pasada la laguna, se cruza una pista asfaltada, y se sigue de frente por una pista que serpentea el monte, buscando su cima. Al principio empieza suave, pero poco a poco va ganando en dureza, llegando en esta primera parte a alcanzar pendientes del 12%. A los 800 metros, a mano derecha se abre un atajo que permite subir de manera más rápida al monte. Rápida y brutal, con tramos al 17% de desnivel, pero con un firme fiable, aunque algo pedregoso. Tras estos 300 metros de recorte, se vuelve a salir a la misma pista de antes, que permite culminar la subida al alto 300 metros después, a 771 msnm.
Las vistas son estupendas, y en un dia tan despejado como el que tuve, se podía observar fácilmente la ría de Pontevedra, aunque el resto de puntos cardinales dejaban vistas que no desmerecían en nada la anterior, y entre las que destacaban la vista de la laguna y el observatorio, esta vez desde arriba.
Tras un pequeño descanso, emprendí la bajada por el monte, que no pude menos que grabar.
De vuelta a la carretera, tomé ésta en suave descenso hasta O Cádavo, donde destaca la Capilla del Santo Ángel de la Guarda.
Desde allí, se toma una pista que en descenso suave, con algunas subidas y bajadas, se dirige a la población de Vila de Arriba, por una pista forestal en zona explotada por madereras.
Hasta ese momento el recorrido estaba siendo estupendo, pero al llegar a las cercanías de Vila de Arriba se consumó el desastre. La pista que había ido trayendo hasta ese momento, muy clara, llegó a un cierre con alambre de espinos que impedía el paso. Tras consultar el rutero GPX, observé que me había desviado parcialmente del recorrido. Desandé mis pasos para encontrar una nueva senda, que tampoco correspondía exactamente con el recorrido GPX. Volví adelante y atrás, hasta encontrar un camino casi completamente perdido por la maleza.
Camino que volvía a desviarse del recorrido, y que moría en una nueva alambrada. Había otra pista clara, pero se alejaba bastante de Vila de Arriba, y que ni siquiera aparecía en los mapas, lo que podía significar grandes dolores de cabeza. Así que me decidí a cruzar la cerca, e intentar recuperar el camino, que supuestamente cruzaba la torrentera que tenía frente a mí. Mala decisión. No había camino, y pronto me encontré andando entre la maleza, saltando cercas y con la bici al hombro, para llegar a una plantación de la tríada galaica: tojos, zarzas y ortigas. Desesperado, salté otra nueva cerca para emprender el descenso por la torrentera, con agua hasta las rodillas. Avancé unos 50 metros de esta guisa, hasta un punto en el que el torrente estaba bloqueado por un arbol caído. Ahí salí de nuevo a la maleza, menos densa que antes, y pude avanzar entre unos eucaliptos, hasta llegar de nuevo al camino que indicaba el GPX. Cómo no, comido de maleza, aunque no tan cerrada como en espantos anteriores.
Pude avanzar sin demasiadas penurias los 300 metros que me separaban de Vila de Arriba. Tan sólo para descubrir que había pinchado. La verdad, me sorprendía no haberlo hecho antes. Me tocó cambiar de cámara, y por alguna razón que no alcanzo a comprender, la cubierta que había podido sacar sin problemas se resistió enormemente a ser colocada de nuevo. En fin. Solucionado el pinchazo, emprendí el ascenso por carretera hacia Trabazo. Al llegar a la cima me percaté de que iba de nuevo pinchado, aunque con una fuga lenta. Eso supuso la puntilla a la etapa. En vez de girar a mano derecha por una pista forestal que tendría que llevarme hacia Cuspedriños primero, y luego en descenso hasta Paraños antes de volver a Carballedo, opté por seguir por carretera a Trabazo, y luego seguir recto -también por carretera- y dar por finalizada la etapa con un recorte de 5 kilómetros sobre el recorrido previsto. Etapa, que pese a las penurias del final, no puedo menos que calificar de estupenda.
Datos de la etapa
Etiquetas: calzada romana, carballedo, cotobade, monte coirego, mtb, observatorio astronómico
El viernes 14 de mayo realicé con mi cuñado Juan una estupenda etapa costera por la Península del Morrazo: recorrimos el sendero litoral que va desde Cangas hasta el faro de Punta Subrido, desde donde hay una espectacular vista de la maravilla que son las Islas Cíes. Salimos de Cangas un poco pasadas las 17:15h, aprovechando que ese día había una pausa entre todas las lluvias que habíamos tenido a lo largo de la semana, y las que habrían de venir posteriormente. Callejeamos un poco por el casco urbano de Cangas hasta dar con el carril bici que hay junto al puerto. Dejamos atrás el casco urbano para pasar por la zona de las conserveras, primero, y de las viejas factorías existentes en la zona, entre la que destacaba la vieja fábrica ballenera de los hermanos Massó.
Desde allí continuamos hasta la cercana Laguna de Congorza, que es una laguna de agua dulce, justo al lado del mar, donde crece un peculiar alga en la superficie.
Seguimos por la costa, y el siguiente punto de interés lo constituía el túnel de Areamilla, que permite salvar una zona rocosa, que de otra manera sería poco menos que impracticable.
Seguimos por la costa por un sendero que subñia y bajaba, pero que dejaba a cada momento unas vistas estupendas de la ría. Lástima que el día estuviera algo cubierto, aunque es cierto que gracias a ello la tarde estaba bastante fresca.
Tras un poco de sube y baja, llegamos a un punto interesante: las Furnas. Son un par de aberturas en la roca, algo tierra adentro, hasta las que llega el mar, que ha horadado túneles desde la línea de la costa, y por las que baten las olas cuando la marea está alta. Digno de ver.
Poco después se llega a las playas de Santa Marta y Liméns, al final de la cual hay un puente al que tildan de romano (si bien no lo parece) y una buena subida -también llamada romana- hasta unas ruinas de una fábrica de salazones cercana. La subida tiene su miga, pero es asequible. Desde allí se vuelve a bajar hasta las playas de Temperáns y Moscas, sobre las que se pasa por un sendero entre maleza, estrecho, pero realizable. Y que sigue regalando unas vistas estupendas. No se tarda mucho en llegar a un par de zonas bastante comidas de vegetación, entre las que hay una piscifactoría. Poco después se llega a la estupenda sucesión de playas Nerga, Viñó y Barra. Desde allí Juan tenía idea de ir por la línea de la bajamar, que asegura que es compacta y por la que se puede rodar, pero llegamos en plena marea alta, por lo que nuestro plan se vio frustrado.
Ante la tesitura de dar la vuelta, o intentar llegar por otra manera al faro, que ya veíamos cercano, optamos por lo segundo. Nos adentramos en algunos senderos que pasan por la línea de dunas que bordea las playas, para seguir avanzando hacia nuestro objetivo. La arena era abundante, lo que -además de dificultar sobremanera el rodar- es casi lo peor que le puedes hacer a la mecánica de la bici. Pero ya metidos a esas alturas, no era fácil renunciar a nuestro objetivo. Llegamos hasta el final de la playa de Barra, en cuyas dunas me comentaba Juan que se cree que se encuentra el viejo pueblo de Barra, sepultado por la arena. Desde la playa, retomamos el sendero costero, que desde allí ascendía en plena roca viva hasta casi la punta del cabo, donde se encuentra el faro. Tras una dura subida hasta el aparcamiento del faro, salimos a una pista estupenda que lleva hasta el mismo, que corona Punta Subrido, y que regala una soberbia vista de las Islas Cíes.
Entre unas cosas y otras, habíamos llegado al faro a las 19:25h, tras 40 minutos largos para atravesar las dunas. A ese ritmo, íbamos a estar de vuelta en Cangas cerca de las 22:00h. Y además, empezaba a lloviznar. Emprendimos la vuelta, en la que por suerte nos respetó finalmente la lluvia. Llegamos de nuevo a la playa de Barra, donde tomamos una mala decisión: como la marea ya había bajado un poco, teníamos una zona de tierra donde batían las olas que parecía firme. Y en efecto, al principio lo estaba, haciendo el rodas bastante más ágil que la penosa ida que habíamos sufrido por las dunas.
Pero no duró mucho. Pronto la arena se hizo blanda, y nos encontramos clavado en la rompiente de las olas. Si antes decía que la arena es casi lo peor que le puedes hacer a la mecánica de la bici, el agua salada es lo peor. Y ahí estábamos. Pronto los discos de freno empezaron a chirriar con un lastimero sonido, que no presagiaba nada bueno. Y eso era lo que podía oír. A ojos vistas veía el agua salada golpeando toda la delicada estructura de las suspensiones, cadena y cambios. Eso no era nada bueno.
Acabamos saliendo al final de la playa tras un penoso rodar por la arena, tan sólo para descubrir que los frenos habían perdido toda su eficacia. Las pastillas se habían contaminado. Fantabuloso. Seguimos avanzando sin encontrar un triste lugar donde lavar las bicis con algo de agua dulce, hasta llegar de vuelta a la playa de Liméns, donde encontré un grifo en el que pude hacer una primera lavada de la bici. Pude observar cómo el freno de disco delantero -el peor de los dos- se encontraba cubierto de una pasta oscura, que parecía ser de las pastillas desintegrándose. Ya no había remedio, así que se trataba de seguir en las mejores condiciones posibles. Pero no era sólo mi bici la que sufría los efectos del agua. La de Juan tampoco frenaba especialmente bien, pese a que sus frenos eran unos V-Brake convencionales. Eso luego le daría un susto en forma de pequeña caída en unos cañaverales en la playa de Santa Marta. Por suerte, sin mayores percances. El resto del camino fue bastante normal. A diferencia de la ida, tomamos un pequeño recorte para evitar la vuelta por la laguna de Congorza, y llegamos a Cangas a las 21:25h. Desde allí me quedaba una hora larga de coche para volver a Forcarey, en cuyo trayecto aproveché para lavar la bici a pistola en una estación de servicio. No es tampoco espacialmente bueno, pero comparado con la tortura de la playa, era lo mejor que podía hacer.
Aun así, a la mañana siguiente, al hacer una revisión de la bici, pude comprobar que las pastillas estaban totalmente contaminadas y en las últimas, por lo que se imponía un cambio de las mismas. Aparte, en la cadena ya había empezado a aparecer el óxido, que tuve que tratar con aceite lubricante y con grasa de litio. Así que ya sabéis: recordad que las bicis de montaña son para la montaña, y no precisamente para la playa.
Aun así, la etapa es totalmente recomendable, siempre que encuentres alguna manera de esquivar la playa y las dunas de Barra.
Datos de la etapa
Etiquetas: cangas, islas cíes, liméns, mtb, península del morrazo, punta subrido
El domingo 25 de abril de 2021 realicé una de las etapas más largas que he hecho hasta ahora en Sevilla en particular, y prácticamente en general. Y todo eso en un día en el que no tenía previsto salir a rodar debido a la amenaza de lluvia. Tenía alguna idea malsana de salir a rodar con agua; de hecho, había preparado algunas cosas en la bici para salir a rodar con lluvia, pero siendo sinceros, no tenía en mente realmente salir lloviendo. Al menos, no mucho. Pero el caso es que la mañana, frente a lo previsto, se levantó sin agua, aunque cubierta, y no me pude resistir. Empecé a rodar unos minutos después de las 8 de la mañana, con una mochila equipada con un impermeable, y los teléfonos protegidos con bolsas herméticas, además de haber cogido unas botas de trabajo cerradas hasta el tobillo. La mañana no estaba muy fría, unos 14ºC, así que pude salir en manga corta.
Me encaminé con la bici de carbono hacia la pista del Camino de Santiago hasta Guillena, que realicé completamente en solitario. Al llegar a la altura de la perrera, giré a la derecha por el trazado antiguo del Camino de Santiago, en vez de hacerlo a la izquierda como realizamos de un tiempo a esta parte. Mi idea era comprobar si se podía vadear adecuadamente el arroyo de la Carrascosa, cercano a Guillena. Resultado negativo: no solamente el arroyo está aún más pestilente que nunca, con las aguas prácticamente de color negro, sino que éste se ha comido la ribera, de tal manera que hay una buena caída hasta el cauce. Es más, tanto se ha comido los márgenes que amenaza con tragarse los eucaliptos centenarios que hay junto al arroyo, y que ya muestran amenazadoramente sus raíces. Al menos no tuve que volver sobre mis pasos, ya que hay una senda que bordea el arroyo hasta llegar a la gasolinera a la entrada de Guillena.
Una vez en Guillena, seguí las marcas del Camino de Santiago, en vez de cruzar el pueblo por su calle principal. Las marcas me llevaron junto a la iglesia, y posteriormente junto al polideportivo, para vadear el Ribera de Huelva, en vez de pasarlo sobre el puente. Por suerte, llevaba poca agua y no fue mayor problema. Ya en la margen izquierda, pude llegar hasta el polígono industrial siguiendo un camino junto a parcelas, en vez de ir por la habitual carretera. Una interesante variación. Llegado al polígono, empecé la subida por la trialera del Camino de Santiago. Fue muy llamativo ver cómo había cambiado la subida, después de algunos años sin circular por allí. Supongo que en parte por la pandemia, el camino se notaba muy poco transitado, de tal manera que la vegetación cerraba mucho más de lo habitual hace unos años el camino, llegando a ser verdaderamente estrecho en algunos puntos.
Más arriba me encontré con otro cambio a peor. Una vez que entras en la zona de olivares, y antes de alcanzar el primer paso canadiense, existía una plantación de frutales a mano derecha, que ha desaparecido completamente. Todos los árboles han sido desarraigados, quedando ahora un campo de rastrojos. Por lo que posteriormente pude ver en Google Earth, el arboricidio sucedió en algún momento entre junio y julio de 2019. Estamos hablando de más de 10 hectáreas de frutales completamente arrasados. Triste, muy triste. Pero con todo, no era eso lo peor. Una vez pasada el primer paso canadiense, se entra en el tramo de dehesa, que sigue siendo espectacularmente hermoso. Poco a poco se empieza a subir, para llegar al primer tramo técnico, el paso de las pizarras. Divertido, pero cada vez más sencillo, debido al paso de múltiples personas. Tras pasar ese tramo, y antes de llegar a El Barracón, existían unos tramos técnicos tremendamente divertidos: cárcavas, zonas pedregosas, trampas de arena… que hacían las delicias de los que nos gustan los terrenos complicados. Ya no existen. Alguien ha pasado con una niveladora, rellenando zanjas, arrancando piedra viva, y vertiendo zahorra para aplanar el camino. Admito que es más sencillo de recorrer, pero donde antes el paso era para personas y para bicis de montaña, ahora puede hacerlo -y doy fe de que lo hacen, por las marcas de rodadas- todoterrenos sin dificultad alguna. Y camino arriba la cosa sigue en el mismo plan. Pasado El Barracón había una zona muy técnica que ha desaparecido completamente.
Tras salir de la ex-trialera, llegué a la pista que comunica con la carretera de Castilblanco, que ha sido también muy mejorada. Solo le falta estar asfaltada. Y no lo digo como algo bueno. Sin mucho trámite, salí a la carretera, y subí hasta Castilblanco, con algo de viento de cara, y amenazando lluvia. Sí me pude fijar que existe una senda en paralelo a la carretera, que no tengo dudas de que tomaré la próxima vez. Por lo menos, proporcionará algo de diversión. Entré en Castilblanco -30 kilómetros de etapa a esas alturas- a las 9:50h, y sin detenerme mucho, salí del pueblo por el camino que lleva a Burguillos, alcanzando la cota máxima de la etapa, 368msnm. Aunque ya lo había recorrido varias veces de Burguillos a Castilblanco, era la primera vez que iba a hacerlo en sentido inverso. Y tal hito merecía ser inmortalizado en vídeo, para lo que aproveché un acople de GoPro ubicado en el sillín, y mirando hacia atrás. Una toma interesante.
Este tramo de la etapa fue bastante divertido, pese a que noté una holgura bastante molesta en la horquilla de la bici, lo que me hizo ir con algo más de cuidado de lo habitual. Sobre todo porque este tramo era bastante pedregoso e irregular. Todo lo que había echado en falta en la trialera del Camino de Santiago.
Las vistas, pese a todo, compensaban el esfuerzo y la paliza.
En un momento dado, y en uno de los múltiples cruces, me equivoqué de camino. No tardé mucho en notarlo, pero valió la pena, ya que llegué a una casa en ruinas bastante interesante.
Recuperado el rumbo, no tardé en salir a la pista que baja hasta un área recreativa cercana a Burguillos, y desde allí, en rápido descenso, a la propia Burguillos. Apagué la cámara, y seguí con mi camino. Salí de Burguillos por la carretera de Guillena, que no tardé en abandonar, para tomar la pista de mantenimiento del canal de riego de El Viar. Esta pista me llevó, ya sin dificultad alguna, hasta La Algaba, pasando previamente por San Ignacio del Viar y las cercanías de Torre de la Reina. Llegado a La Algaba, la vuelta a Santiponce fue por carretera, dando por finalizada la etapa a las 11:40h, tras 68 kilómetros de una etapa tan estupenda como tan improvisada.
Datos de la etapa
Etiquetas: burguillos, castilblanco de los arroyos, guillena, la algaba, mtb, san ignacio del viar, santiponce, sevilla, torre de la reina, trialera del camino de santiago