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¿Era necesario que te fumigaras a toda la comisaria? La señora de la limpieza se pondrá furiosa
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25 may 12 Etapa ciclista: Santiponce – Depósito de Aljarafesa (Nocturna, 24/05/2012)

Ayer jueves 24 salía rodar por las cercanías de casa al salir del trabajo. Lo que iba a ser una nueva etapa corta en solitario se convirió en una divertida etapa nocturna de 30 kms. de distancia. Y es que Rafa se me unió a última hora con la idea de rodar un rato tranquilos, para hacer algo de mantenimiento. Y como suele ser habitual, se nos fue de las manos.

Salimos a las 20:50h de Santiponce en dirección norte, bordeando Itálica. Tomamos la pista que asciende hasta la Vía Verde de Itálica, y desde allí nos planteamos nuestro objetivo: el depósito de aguas de Aljarafesa, al que nunca había ido. Tenía pinta de que se nos podia echar la noche encima, por lo que íbamos equipados con sendas luces: Rafa con una linterna de múltiples LEDs, y yo con mi lupichin.

Marcamos un ritmo rápido, sumamente rápido. Tan rápido que cuando avanzábamos por la vía verde noté síntomas de agarrotamiento en los gemelos, al igual que Rafa. Pero no era un día que pudiéramos aflojar. Ascendimos por la Cañada Real de las Islas hasta el cruce con la Ruta del Agua en las cercanías de Valencina, que tomamos en dirección a los depósitos. Ese tramo de la Ruta del Agua coincide con el trazado del GR 41 o Cordel de las Buervas, y que va desde el pueblo de Barrancos (Portugal) hasta Sevilla. Apenas habíamos entrado en la Ruta del Agua cuando aconteció la puesta de sol. Sin lugar a dudas, la noche se nos iba a echar encima.

Llegamos a la depuradora a las 21:35h. Teníamos por delante la breve subida (1’5 kms.) a los depósitos, pero con un buen desnivel: 100 metros de subida por asfalto, con rampas del 12%. Realizamos el ascenso con calma, a unos 7 km/h de media. Tardamos, desde que salimos de Santiponce, 57 minutos en llegar a los depósitos, para un recorrido de 14’8 kms. Tocaba volver, y no quedó más remedio que hacerlo con las luces. Y como me había temido, la luz de Rafa era insuficiente para las necesidades de la bici. Por suerte la Lupichin se portó sumamente bien.

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Realizamos la vuelta en 50 minutos escasos, incluyendo una parada para echar algunas fotos junto al puente del arroyo del Judío. Y no pudimos menos que complementar la etapa con un excelente tercer tiempo:

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  • Distancia: 29’932 km.
  • Distancia (según el GPS): 29’566 km.
  • Tiempo de etapa: 1h 35m 17s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 1h 47m 11s
  • Velocidad media: 19’3 km/h
  • Velocidad máxima: 60’5 km/h
  • Pulsaciones medias: 129
  • Pulsaciones máximas: 167
  • Consumo medio de calorías: 890 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1260 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 1h 24m 26s
  • Consumo total de calorías: 1760 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 30CC

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Santiponce – Depósito de Aljarafesa

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19 abr 12 Etapa ciclista: Circular del Aljarafe (14/04/2012)

El sábado 14 de abril, tras un largo tiempo sin hacerlo, volví a salir a rodar con mis compañeros de Sevilla. Un largo tiempo en el que que yo había seguido saliendo, pero en el que no se organizaron más etapas en la ciudad hispalense y alrededores. Razón por la cual optamos por realizar una etapa algo más relajada de lo habitual.

Así pues, Rafa, Miguel y yo quedamos en Mairena del Aljarafe para emprender una etapa circular por el Aljarafe. Y como uno es aficionado a la Fórmula 1 (y ese fin de semana se disputaba el G.P. de China), quedamos en un horario muy poco habitual: las cinco de la tarde. Decisión que a punto estuvo de causarnos un disgusto, ya que el sábado estuvo lluvioso todo el día. Tanto fue así, que a mi salida en coche de Santiponce llovía copiosamente sobre el pueblo de los Emperadores. Por suerte en Mairena brillaba el sol. Pero corría un fuerte viento, que nos acompañaría toda la etapa.

Salimos pasadas las 17:00h de la cervecería Macarena de Mairena. Atravesamos el casco viejo del pueblo, y rápidamente tomamos el camino de la venta del río Pudio, hasta el puente romano. El viento, que ya era bastante molesto en zona urbana, hacía que nos resultara trabajoso no ya rodar, sino casi mantenernos sobre las bicis. Iba a ser una etapa complicada. La parte buena es que el viento había hecho que el terreno, húmedo tras las lluvias de la mañana, se secara, por lo que estaba perfecto para rodar: compactado por la lluvia, sin polvo, pero perfectamente seco. Una delicia, vaya.

Pasado el puente romano, tomamos la Cañada Real de las Islas, que ya no abandonaríamos hasta llegar a Valencina. Fue este un trayecto sin grandes incidentes: pista amplia, algo estropeada del tránsito de todoterrenos (especialmente tras cruzar por debajo de la autopista de Huelva), y bastante monótona. Monotonía rota tan sólo porque, ya cerca de Valencina, me metí en el único charco de barro que había en todo el camino (es más, en toda la etapa): una rodada de tractor en la que se había acumulado el agua, y que no pude esquivar al estar rodeado en ese momento de mis compañeros. En fin, gajes del oficio.

Cruzamos la vía del tren, a la altura de Valencina, y realizamos la breve bajada que nos habría llevar hasta la pista que, en paralelo a la vía del tren, lleva hasta los cerros entre Camas y Castilleja de Guzmán. Hasta ese momento habíamos circulado por la parte sencilla de la etapa. A partir de ahí, empezaba lo interesante.

Recorrimos la pista, volviendo a cruzar la vía del tren por el paso elevado, y posteriormente la carretera entre Santiponce y Valencina. A esas alturas Miguel empezó a preguntar si iba a haber alguna subida en la etapa. Pronto la respuesta se alzó ante sus ojos: los cerros de Camas. Subimos primero al cerro que se encuentra cuajado de eucaliptos en su vertiente al valle del Guadalquivir. Una subida corta, pero brutal, con unas rampas superiores al 25%, con una inclinación lateral muy fastidiosa, raíces y -por lo general- tierra suelta. Pero no ese día. Tuvimos dos ayudas: la primera fue la lluvia de la mañana, que había compactado el terreno. Y la segunda, el fuerte viento, que en esos momentos venía de cola y fue una inestimable ayuda en la subida. Una bonita subida, dicho sea de paso, donde estrenar la Larsen TT que había comprado un mes antes.

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Lo verdaderamente divertido de la subida que acabábamos de hacer era que, pese a todo, lo complicado no era la subida. Lo era la bajada, por la parte del cerro que da al valle. Una bajada que exige echarle valor, pero a la que ya le estoy pillando el punto. Sin embargo, el viento que tanto había ayudado en la subida, había pasado a ser un importante fastidio, ya que en esa zona entraba de costado. Aún así, no había llegado hasta allí para darme la vuelta. Y si ya había sido capaz de bajarlo con una Larsen desgastada, qué menos que hacerlo con una nueva. :D Dicho y hecho, Bajé sillín y, seguido de Rafa, me tiré por la cuesta abajo. Miguel, con un criterio un tanto más conservador (“tengo familia”), prefirió dar la vuelta al cerro, bajando por donde habíamos subido. :mrgreen: Hice la bajada, que ya empieza a ser una vieja conocida, sin mayor inconveniente. Rafa tuvo algunos
problemas en el tramo medio, pero la salvó razonablemente bien.

Una vez reagrupados, afrontamos la segunda subida del día, la del Cerro de Santa Brígida, llamativo porque tiene un solitario árbol en su cima. Esta subida es también dura, pero es más asequible porque casi toda ella se hace por una amplia pista que conduce al mirador. Una bonita vista, dicho sea de paso.

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Tras un breve rato de descanso, emprendimos la bajada a Camas, cruzando campo a través un sembrado, hasta enlazar con la pista que baja hasta el polígono industrial cercano. Allí tomamos la vía verde que cruza Camas, pasando junto a su vieja estación, hasta llegar al río. Y desde allí, fuimos hasta San Juan de Aznalfarache por el corredor verde del Guadalquivir. La etapa tocaba a su fin, pero no por ello Miguel dejó de marcar un fuerte ritmo en el tramo junto al río. La última dificultad de la etapa fue la subida desde San Juan a Mairena, por recorrido urbano, más molesto por el hecho de ir con tráfico que por otra cosa. Llegamos a Mairena pasadas las 19:15h, tras más de 30 kilómetros de etapa. El interesante epílogo lo constituyó un rato de palique en una taberna cercana, en la que regamos la conversación con un buen moscatel. Esos finales de etapa ciertamente son de agradecer, aunque finalmente seas el único que se ha metido en un charco -en el único charco- de toda la etapa :mrgreen:

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Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 28’44 km. (pude observar que el velocímetro marcaba valores erróneos durante el tramo cercano a Camas)
  • Distancia (según el GPS): 31’045 km.
  • Tiempo de etapa: 1h 45m 16s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 2h 14m 35s
  • Velocidad media: 16’21 km/h
  • Velocidad máxima: 39’89 km/h
  • Pulsaciones medias: 146
  • Pulsaciones máximas: 185
  • Consumo medio de calorías: 1060 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1430 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 1h 48m 0s
  • Consumo total de calorías: 2302 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 35BC

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Circular del Aljarafe

P.D.: Esta entrada está patrocinada por Alsa y su conexión wifi gratuita en los autobuses de larga distancia. :D

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07 nov 11 Etapa ciclista: Mairena del Aljarafe – Cañada de la Barca – Pinares de Aznalcázar (23/10/2011)

Como comentaba en la entrada anterior, no iba a dejar pasar mucho tiempo antes de ir a rodar por la Cañada de la Barca. Para ser exactos, 8 días después estábamos rodando por la Cañada, pero no adelantemos acontecimientos.

El domingo 23 volvimos a salir a rodar los compañeros del trabajo. En este caso, salimos a rodar Miguel, Rafa y yo. Ana decidió no venir ya que el día amenazaba lluvia. Aun así, nosotros decidimos arriesgarnos y salir. Incluso se nos unió Ángel, conocido de Miguel y que es cliente de nuestra empresa, y que es buen conocedor de la zona de la Cañada de la Barca.

Empezamos la etapa recién pasadas las 9:00h. Salimos, como de costumbre, por el camino de la Venta del Río Pudio. Giramos a la izquierda por la Cañada Real de las Islas, justo tras pasar por el puente romano. Camino de Almensilla nos encontramos con Ángel, que no había salido de Mairena con nosotros. Tras los saludos de rigor, seguimos rodando, camino de Coria. En esta ocasión, tras pasar junto al cementerio, no seguimos por la Cañada, como en ocasiones anteriores, sino que giramos directamente a la derecha por un camino que surgía justo tras la zona de escombros y basura que afea la Cañada en esa zona. De esa manera, llegamos a la Vereda de Aznalcázar sin tener que dar el rodeo que dimos en ocasiones anteriores. Sin muchas más novedades llegamos hasta el cruce con la Cañada de la Barca al filo de las 10:00h.

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Esta vez sí que nos adentramos en terreno desconocido, al menos para mí. Ángel, por el contrario, conocía bien la zona, y nos adelantó lo que ya nos íbamos a encontrar: trampas de arena, trampas de arena everywhere, algunas de ellas terroríficas. Aun así, merecía la pena rodar por la zona. A nuestra izquierda se alzaban los pinares de la Puebla del Río, y a la derecha campos de cultivo, en un impresionante contraste. Poco a poco notamos cómo el tiempo empezaba a cambiar, y el cielo iba cubriéndose poco a poco. Nubes de tormenta empezaban a asomar en el horizonte, tanto reales como metafóricas. Y es que no mucho tiempo después en una zona completamente plana y recta, con pista buena y sin ninguna complejidad, me pegué el talegazo más grande que me he pegado en muchos años con la bici: tengo que admitir que iba algo distraido, mirando el paisaje y tal, y apenas apoyado en el manillar. Y en esas, al pasar por una pequeña hondonada de la pista, la rueda delantera se me hundió en el terreno. Se giró el manillar, y al no poder reaccionar, caí a plomo en la pista, aterrizando con el hombro derecho, y golpeándome la muñeca izquierda, el codo derecho, y la rodilla izquierda. Fue un golpe seco, duro, y tremendamente doloroso. Para colmo de males, caí en el único tramo de pista dura que habíamos tenido en kilómetros. Y encima, el pie derecho se me quedó aprisionado en el rastral, con lo que no podía levantarme. Una caída tonta que tuvo bastantes consecuencias.

Una vez me pude levantar, constaté que tenía un fuerte golpe en el hombro derecho y en la muñeca izquierda. Temía más por esta última, ya que una caída bastante similar (pero aún más tonta) hace algunos años me provocó una fractura en la muñeca derecha (escafoides) que me tuvo fastidiado unos cuantos meses. Tras constatar que no tenía nada roto (o al menos, lo suficientemente roto como para no pode continuar), nos volvimos a poner en marcha. Kilómetro y medio después, justo cuando notamos que nos adentrábamos de verdad en los pinares, realizamos una pequeña pausa de avituallamiento, que aproveché para hacer un nuevo informe de daños: lo que más me molestaba era la muñeca, pero noté que tenía sangrando el codo derecho. Fantástico. Por lo menos podía mover el hombro, lo que era algo. O al menos, eso pensaba yo.

Una vez finalizamos la pausa, nos adentramos más en los pinares. Con la arena, por supuesto, como nuestra inseparable compañero (bueno, inseparable, salvo en el tramo donde me había pegado el talegazo). En estas estábamos, avanzando por los pinares, cuando empecé a notar un extraño sonido en la rueda trasera. Al observarla, y ver cómo oscilaba, lo tuve bastante claro. En el talegazo había roto también algún radio. Dos kilómetros después llegamos a un cruce con el camino que bordea los pinares, en las cercanías del arroyo Majaberraque, y que comunica con el cordel de Triana a Villamanrique. Allí hicimos una pequeña pausa, en la que pude constatar que había roto dos radios. Quizás era momento de tomar la pista y volver a casa, sobre todo teniendo en cuenta que el cielo cada vez más amenazaba lluvia. Pero tampoco era plan fastidiar a mis compañeros, así que decidí seguir adelante.

Nuestro siguiente objetivo era cruzar el arroyo Majaberraque, y avanzar por los pinares hasta la Casa de Colmenar. Lo que sobre el plano era algo bastante fácil (se trataba, simplemente, de seguir el itinerario que habíamos descargado de Wikiloc), sobre el terreno se convirtió en algo sumamente complicado: el arroyo tiene un cauce bastante profundo, con paredes prácticamente verticales, imposibles de trepar arrastrando bicis. Por ello nos vimos obligados a salirnos del camino, bordeando el arroyo, hasta encontrar un vado practicable. Aun así, cruzar el arroyo no fue cosa de coser y cantar.

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Tras pasar el arroyo, salimos a una de las pistas de los pinares. Tomamos a nuestra izquierda una cancela, para seguir un sendero que se adentraba más aún en los pinares, camino de la Casa de Colmenar. El camino era en este caso arena pura, apenas apelmazada por agujas de pino, que hacían tremendamente complicado rodar. Y encima, el cielo cada vez se ponía más negro, y el aire nos traía el olor de la tierra mojada. Estaba claro que la cosa iba a acabar en remojón, a menos que tuviéramos mucha suerte.

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Kilómetro y medio después de la cancela, salimos a un pequeño claro en el bosque, en el que destacaban cuatro enormes eucaliptos limoneros, de corteza completamente blanca. Estábamos en la zona de la Casa del Colmenar. Y digo la zona porque de la casa no queda vestigio alguno a la vista.

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Giramos a la izquierda junto a los eucaliptos, y tomamos uno de los caminos que se adentraban, en dirección oeste, de nuevo en los pinares. En este tramo el rodar era algo más asequible, ya que la omnipresente arena nos dió un pequeño descanso. Seguimos el recorrido en el GPS, tomando los cruces siempre en dirección oeste, hasta que salimos de los pinares, y llegamos a una pista que lindaba con una zona bastante deforestada, formada apenas por matorral bajo. Ahí giramos a mano derecha, en dirección a la Casa de las Trescientas.

Aprovechando que el firme era bastante más regular, Miguel aprovechó para realizar un ataque subiendo bastante el ritmo. Como me veía con fuerzas, y la muñeca y el hombro no me molestaban excesivamente, decidí pegarme a su rueda, y aguantar todo lo posible. Y así, a lo tonto, a lo tonto, nos despegamos de Rafa y de Ángel. Pasamos junto a la Casa, en la que se encontraba un grupo de cazadores, y así, volvimos a entrar en los pinares, hasta llegar al cruce con el cordel de Triana a Villamanrique. Habíamos hecho un sprint de 3 kms. a una media de 20 km/h por zonas de arena. Lo que no estaba nada mal.

Hicimos un descanso de unos minutos, mientras llegaban Rafa y Ángel. Era mediodía, y estábamos en el extremo más alejado de la etapa. Llevábamos entre pecho y espalda 30 kms. de etapa. Por suerte íbamos a hacer la vuelta por un camino algo más corto. Tomamos el cordel de vuelta, y pronto abandonamos la zona boscosa. Salimos a una zona completamente pelada, que suele ser una trampa de arena brutal, pero habían caído algunas gotas, y el terreno estaba algo apelmazado, lo que nos permitió rodar de manera más cómoda. Llegamos al cruce con el camino que bordea los pinares, y nos dispusimos a afrontar la pequeña subida del Cordel por zona arenosa. Ángel hizo notar cómo nos había respetado la lluvia hasta ese momento, y expresó la esperanza de que no nos lloviera. Apenas 30 segundos después, la lluvia empezó a descargar.

Afrontamos la subida por la pista de arena, esperando que en breve escampara. Esperanza futil. Cada vez llovía más fuerte, por lo que pronto no quedó más remedio que detenernos, para sacar los impermeables. Al menos, Ángel y yo lo hicimos, ya que éramos los que teníamos los impermeables guardados. Rafa lo llevaba puesto desde la salida, y Miguel le había echado valor, cosa que hubo de lamentar.

Ya protegidos, seguimos subiendo y salimos de los pinares. El resto del camino era bastante conocido: pasar junto a la finca de cuatrovitas, la finca La Juliana y el aeródromo. Apretamos el ritmo para no mojarnos demasiado, e intentar rodar por delante de la tormenta. Poco a poco lo fuimos consiguiendo, y pasamos de una lluvia intensa a una lluvia cada vez más fina. No dejó de sorprendernos la enorme cantidad de gente que se encontraba haciendo perol y recorriendo el cordel en todoterreno y a caballo, hasta que recordamos que ese día eran las fiestas patronales de Mairena. Fiestas, dicho sea de paso, algo pasadas por agua.

La vuelta no tuvo ninguna novedad, salvo que nos separamos de Ángel una vez que pasamos junto a la Hacienda Monasterejo, antes del cruce con la carretera de Almensilla. A esas alturas ya prácticamente no llovía, pero no nos detuvimos a quitarnos los impermeables, lo que provocó, junto con la salida del sol, que poco a poco empezara a cocerme en mi propia salsa. Y a todo eso, los dolores en hombro y muñeca iban cada vez a más.

Cuando pasamos por la carretera de Almensilla vimos que en la zona había caído un gran chaparrón, ya que la carretera estaba chorreando. Más adelante la tierra del camino estaba empapada; es más, al cruzar el puente romano sobre el río Pudio, las conducciones de desagüe de la zona estaban vertiendo agua a un nivel desmesurado. Habíamos tenido una suerte enorme, ya que todo indicaba que había caído un chaparrón brutal que nos había respetado bastante. El final de la etapa fue bastante convencional. Cruzamos la parte vieja de Mairena, y dimos por finalizada la etapa junto a la cervecería Macarena a las 13:15h, tras hacer un recorrido de 51’4 kms.

Por mi parte, la etapa tuvo un epílogo. Tres horas después estaba montado en un tren camino de Madrid, con fuertes dolores en muñeca y hombro, hasta arriba de analgésicos. Una vez me hube enfriado, la verdadera dimensión de la caída salió a la luz. Sin tiempo para ir al médico tuve que salir en viaje de negocios. Pasé una noche espantosa en el hotel, y al día siguiente no me quedó más remedio que ir a una clínica traumatológica. Por suerte no tenía nada más que una contusión en la muñeca izquierda, pero en el hombro derecho tenía un derrame en la cápsula articular, que me obligó a tener el brazo derecho una semana en cabestrillo. Ha pasado una semana desde que me quité el cabestrillo, pero aún tengo molestias en el hombro derecho, que no me han permitido coger la bici desde entonces. :(

El recorrido de la etapa en Google Maps es el siguiente:


Ver 2011/10/23: Mairena del Aljarafe – Cañada de la Barca – Pinares de Aznalcázar en un mapa más grande

Los datos de la etapa son los que siguen:

  • Distancia (según el velocímetro): 51’503 km.
  • Distancia (según el GPS): 51’4 km.
  • Tiempo de etapa: 3h 10m 09s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 4h 06m 46s
  • Velocidad media: 16’3 km/h
  • Velocidad máxima: 38’7 km/h
  • Pulsaciones medias: 137 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 182
  • Consumo medio de calorías: 970 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1410 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 52m 28s
  • Consumo total de calorías: 3970 kcal
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14 jun 11 Panorámica de Sevilla desde el cerro de Santa Brígida

La semana pasada estuve dando pedales por la zona norte del Aljarafe, después de unas semanas en el dique seco por una lesión de espalda. En la parte final de la etapa pude contemplar la siguiente vista de Sevilla desde el cerro de Santa Brígida, en las cercanías de Camas:

Panorámica de Sevilla al atardecer

Panorámica de Sevilla al atardecer

En cuanto a la etapa en sí, fueron 21’11 kms. por los alrededores de Santiponce. Tomé la vía verde de Itálica hasta el cruce con la Cañada Real de las Islas, que abandoné para tomar la cañada de los Infiernos hasta Valencina de la Concepción. Desde ahí bajé por la carretera de Santiponce hasta el cruce con la pista que bordea los cerros que se asoman a Sevilla. Subí al de Santa Brígida, desde donde tomé la foto, antes de volver a casa por la vía verde:


Ver 2011/06/09: Santiponce – Carambolos de Camas en un mapa más grande

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13 jul 10 Entrenamiento ciclista: Vía Verde de Itálica – carretera de Salteras – Vía de la Plata

Esta tarde he proseguido con el entrenamiento en campo. A diferencia de ayer, que estuve haciendo rodillo, esta tarde he salido a rodar por el campo. La etapa ha sido muy parecida a otras anteriores: he tomado la Vía Verde de Itálica, sólo que esta vez he continuado por ella más allá del puente del Judío, para llegar hasta la carretera de Salteras. A continuación he tomado la Cañada Real de las Islas, para abandonarla tras pasar por el cauce -seco ya- del arroyo de Los Molinos, y llegar hasta la N-630. Luego he pasado bajo la autovía, para cruzar una vez más el arroyo -con agua, esta vez-, y tras pasar junto a un cortijo, llegar a la Vía de la Plata. Desde ahí, vuelta a casa. 23’4 kilómetros, según el velocímetro de la bici. Éste es el trazado de la etapa en Google Maps:


Ver 2010/07/13 – Vía Verde de la Campiña – Vía de la Plata en un mapa más grande

La etapa no ha tenido grandes novedades. Soplaba bastante viento del suroeste, lo que hacía muy dificultoso rodar en la primera parte de la etapa. Posteriormente, casi al final, me encontré con un peregrino malagueño, que había empezado hoy el Camino en Sevilla, y que habría sufrido el caluroso día de hoy. Aparte, me comentó, llevaba bastante doloridos los pies. Aún le quedaban, cuando lo dejé, unos 7 kilómetros de angustiosa pista hasta Guillena.

En esta etapa he estrenado un pulsómetro, un Kalenji CW-300. Según éste, he realizado una etapa de 1h 20m 18s, con una media de 141 pulsaciones por minuto, 169 pulsaciones por minuto de máxima, un consumo medio de 1080 kcal/h, con un tope de 1320 kcal/h, y un consumo total de 1379 kcal. Ahora ya tengo una serie de nuevos valores a medir en mis salidas. :mrgreen:

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