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28 abr 11 Vías verdes del Aceite y Subbética 2011: Etapa 1. Jaén – Zuheros

Esta entrada es la parte 1 de 3 de la serie Vías Verdes del Aceite y Subbética 2011

La pasada Semana Santa fui con mis amigos Mané y Javi Aljama a recorrer las Vías Verdes del Aceite y Subbética, además de realizar una etapa por el Parque Natural de las Sierras Subbéticas. Llevábamos varios meses planificando realizar un recorrido en bici de varios días y, entre las alternativas que habíamos estado barajando, esta fue finalmente la opción escogida.

Realizamos la primera etapa el Lunes Santo, 18 de abril. Durante la semana anterior habíamos estado ultimando los preparativos del viaje: recorrido final, medios de transporte, lugar de alojamiento, alojamiento en sí, petición de permisos para recorrer el Parque, etc… Uno de los puntos interesantes fue escoger la bici a utilizar. Javi y Mané optaron por llevar sus bicicletas con doble suspensión, y llevar un equipaje ligero en mochilas. Yo, por mi parte, opté por llevar mi bicicleta rígida, equipada con alforjas, ya que de viajes anteriores sabía que no era demasiado conveniente forzar la espalda.

Como decía, tomamos el tren regional a Jaén a las 8:00h del lunes. Tuvimos un viaje bastante tranquilo a Jaén en uno de los nuevos Media Distancia de Renfe que, pese a ser realmente cómodos, tienen un importante problema a la hora de viajar con bicis: y es que sólo disponen de tres plazas en los vagones habilitados para ello. Esto me había obligado a sacar el sábado anterior los billetes por ventanilla en la estación de Córdoba, y exponerme al vergonzoso comportamiento de los taquilleros de la estación: no en balde tardé media hora en comprar los billetes, lo que es, teniendo en cuenta que sólo tenía dos personas delante mía y que había tres taquilleros expendiendo billetes, sumamente lamentable.

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Experiencias traumáticas de Renfe aparte, llegamos a Jaén en una magnífica mañana, sin sombra alguna de nubes en el horizonte, y con toda la mañana por delante. Y no nos iba a sobrar tiempo, precisamente, dado que teníamos que recorrer unos 75 kms. de vía verde hasta Zuheros. El recorrido era conocido para mí. No en balde, hacía justo dos años que ya lo había recorrido, en la Semana Santa de 2009. Por ello, no tardamos en empezar la etapa, no sin antes hacer un alto en la cafetería de la estación de Jaén para pegarnos un homenaje a base de tostadas -en mi caso, con aceite y tomate- antes de empezar a rodar.

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Empezamos oficialmente la etapa a las 10:28h, junto al área deportiva en la que tiene su inicio la vía verde. El trazado, como es propio de una vía verde, no era en absoluto complicado, y el estado de conservación de la vía era sumamente bueno, con un asfaltado ligero que para sí querrían muchas carreteras comarcales. Pronto (11:05h) llegamos a la cercana población de Torre del Campo, en la que es preciso entrar haciendo uso de un viaducto, ya que el trazado de la vía verde ha desaparecido. Una vez en el pueblo se retoma la vía verde a la derecha de una rotonda, y el pueblo se atraviesa sin mayor novedad.

El siguiente pueblo al que llegamos (11:30h) fue Torredonjimeno. A esas alturas de viaje ya habíamos disfrutado de unas cuantas muestras de ingeniería de estilo Eiffel en forma de puentes de hierro, así como del interninable olivar jiennense. Llevábamos un ritmo sumamente bueno. Quizá excesivo, teniendo en cuenta la kilometrada que aún teníamos por delante, y que íbamos ascendiendo levemente. Pero la verdad es que el día invitaba a rodar alegremente, y no podíamos impedirlo.

Siempre entre olivares, llegamos media hora después al punto más elevado de la vía verde en Jaén: Martos, a unos 668 m. de altitud. Si hasta aquí habíamos rodado rápidamente, el resto del viaje iba a ser visto y no visto. A diferencia de los pueblos anteriores, la vía verde se adentra en Martos de manera significativa, por lo que tuvimos la oportunidad de contemplar cómo se delimita una vía verde en casco urbano: en este caso, haciendo de mediana a una calle residencial, que finaliza en el paseo de la estación, estando esta última en un estado de lamentable abandono.

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Hicimos un pequeño descanso a la salida de Martos, que aprovechamos para abastecernos de líquido en una fuente junto a la vía verde. Este sería el último casco urbano por el que pasaríamos, antes de llegar a Zuheros. Una vez reanudamos el camino, empezamos a rodar con un suave descenso que nos hizo dar pedales con una inusitada alegría. Los kilómetros caían velozmente, y nuestro rodar entre olivares era bastante divertido.

Pese a la distancia con respecto a núcleos de población, no dejó de sorprendernos la cantidad de gente que recorría la vía verde, especialmente abundantes eran las familias con niños, con y sin alforjas, que se habían echado a rodar por la vía. Y es que hay que admitir que la nula dificultad del trazado anima a crear cantera con los más pequeños.

Cruzamos varios puentes de hierro en nuestro rodar, que empezaba a hacerse algo monótono. Además, al rodar en bajada -suave, pero bajada al fin y al cabo-, los kilómetros caían sin suponernos apenas esfuerzo. Tanto fue así que Mané llegó a manifestar que estuvo a punto de quedarse dormido sobre la bici en algunos tramos. Por suerte, el cruce sobre los puentes siempre daba algo interesante para hacer. En concreto uno, cerca de Alcaudete, nos permitió contemplar unas buenas vistas de un antiguo puente medieval:

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Paramos a comer al filo de las dos menos cuarto en las cercanías de la estación de tren de Alcaudete. Mi idea era haber parado en la misma estación, pero Mané empezó a manifestar problemas en una de sus rodillas, lo que aconsejaba detenernos, cosa que hicimos, aunque probablemente en la peor de todas las áreas de descanso: casi sin vegetación, y en una zona de derribo de una vieja casilla del guarda del ferrocarril. Aun así, un descanso era un descanso. Comimos unos bocatas que llevábamos preparados y alguna que otra barrita de cereales. Tres cuartos de hora después reanudamos la etapa, para detenernos en la cercana estación a repostar algo de agua. Allí vimos que han terminado la construcción de unos apartamentos rurales junto a la vía, excelentes para detenerse a hacer noche en ellos si viajas con la familia, ya que distan unos 50 kms. de Jaén. Para nosotros, tipos duros, se nos hacía una distancia algo corta. :mrgreen:

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Continuamos rodando en dirección Córdoba. El paisaje, poco a poco, iba cambiando, denotando que nos acercábamos a la Subbética: menos olivos, más vegetación serrana, y la primera trinchera de ferrocarril digna de tal nombre:

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Pasada la trinchera tuvimos la primera vista del río Guadajoz, embalsado por el pantano de Vadomojón. No pude menos que impresionarme ante el espectacular aumento de caudal que presentaba con respecto a 2009, cuando lo vi por primera vez.

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Y así, llegamos al puente sobre el Guadajoz a las 15:15h. Nos despedíamos de Jaén…

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…para entrar en Córdoba, y empezar a rodar por la Vía Verde de la Subbética.

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Y para colmo, íbamos a entrar en Córdoba por el puente que una vez cobijara al último bandolero de la Subbética.

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Tras cruzar el puente, nos tocó de nuevo ir en ascenso. El firme de la vía verde había mejorado bastante desde el año 2009. Su estado era aún algo peor que el tramo de Jaén, pero al menos no se encontraba ya medio comido por la vegetación. Avanzamos hasta la laguna del Salobral sin mayores inconvenientes, salvo que la tarde estaba empezando a nublarse. El tiempo, que nos había respetado durante todo el día, empezaba a amenazarnos con lluvia. Nos detuvimos en un pequeño mirador junto a la laguna. Justo ahí, mi GPS se quedó sin batería. El resto de la etapa iba a tener que registrarla Mané con su móvil.

Desde la laguna nos dirigimos al lugar de nuestra siguiente parada: la estación de Luque. A esas alturas de la tarde los kilómetros estaban empezando a dejarse notar, por lo que la parada en la estación, habilitada como bar, nos vino de fábula. Lamentablemente no pudimos detenernos demasiado, porque el tiempo estaba empezando a ponerse realmente feo. A la salida de la estación de Luque nos encontramos con una sorpresa: la vía verde se bifurcaba en dos. A la derecha, y sobre la carretera, salía un ramal recién rehabilitado de la vía del aceite, que conduce hasta la cercana Baena. Un nuevo aliciente para la vía verde de la subbética. Nosotros, claro, continuamos en dirección Zuheros.

A medida que nos aproximábamos a Zuheros el viento, húmedo y que anunciaba lluvia, empezaba a azotarnos con más y más fuerza, lo que nos dio la ocasión de empezar a hacer pequeños abanicos. Todo fuera por llegar a Zuheros lo antes posible, para evitar la inminente lluvia que se cernía sobre nosotros. Bordeamos el macizo montañoso que separa Luque de Zuheros junto cuando las primeras gotas de lluvia hicieron acto de presencia. No podíamos detenernos. Con las fuerzas justas llegamos al cruce con la carretera de Zuheros. Dejamos la vía verde y tomamos la carretera. Habíamos recorrido 72’3 kms. de vía verde. Y a partir de ahí, tocaba lo peor: el ascenso a Zuheros. Una subida de apenas 1’2 kms., pero con unas terroríficas rampas del 29% por las calles empedradas del pueblo.

Afrontamos el ascenso con calma, dado que la rodilla de Mané estaba otra vez dándole guerra. El primer tramo de la subida, hasta la entrada del pueblo, no guardaba mayor problema. Pero a partir de ahí empezaba la tortura: apenas 200 metros de calles en los que íbamos a salvar 40 metros de desnivel. Sencillamente horroroso. Y pese a todo, lo hicimos. En mi caso, con las alforjas tirando de mí hacia abajo como si quisieran arrastrarme al séptimo círculo del infierno. Pero lo hicimos. Llegamos hasta arriba sin poner pie en tierra. Eran las 17:15h. cuando llegamos a la plaza del pueblo, después de casi 75 kilómetros de etapa.

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Tras descansar un poco, nos dirigimos al albergue rural donde teníamos alquilado un apartamento. Por desgracia, aún se encontraba cerrado, por lo que nos tocó esperar un rato en la terraza del restaurante Los Palancos, donde nos guarecimos de la lluvia que empezó a azotar el pueblo. Al poco, mientras disfrutábamos de unas cañas (en el caso de Javi y Mané) y de un café con leche (en el mío), llegó la señora de la limpieza del albergue, que nos abrió las puertas y nos entregó las llaves del apartamento. Curiosamente era exactamente el mismo en el que estuviera en 2009, si bien no era el que habían pretendido alquilarnos. Por suerte para nosotros, ya que salimos ganando con el cambio: se encontraba completamente equipado con microondas, nevera, vajilla y fregadero, y para colmo era más barato.

El resto de la tarde la empleamos en dar una vuelta por el pueblo, hacer la compra para la desayuno, almuerzo y cena del día siguiente, y en hacer la colada. Tuvimos la enorme suerte de que pronto paró de llover, e incluso salió un sol que picaba como él sólo, por lo que pudimos tender la ropa en la terraza del edificio, y contemplar unas magníficas vistas del cañon del Bailón.

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…así como del castillo del pueblo:

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Esa noche cenamos en Los Palancos: estaba claro que nos merecíamos un homenaje, que cayó en forma de ensalada con queso de cabra, espárragos fritos, churrasco y presa ibérica. Todo ello en el paraíso de los madridistas, ya que el restaurante se encuentra adornado con innumerables fotografías del dueño con todas las glorias presentes y pasadas del madridismo.

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Terminada la cena, volvimos al apartamento, a terminar de preparar el material para la dura etapa que nos aguardaba a la mañana siguiente: una etapa circular por el parque natural de las sierras subbéticas, con la subida de dos puertos de montaña, y un trepidante descenso por el cañón del río Bailón. Y ahí fue cuando la lié: al revisar el estado de carga del GPS, noté que éste no se había cargado prácticamente nada, pese a llevar toda la tarde enchufado a la red eléctrica con el cargador de la minicámara MD80. Al revisar el nivel de voltaje que proporcionaba, pude ver que los valores eran bastante anómalos, por lo que debía de encontrarse defectuoso. Por suerte para mí -pensé- ví que el sintonizador TDT del cuarto tenía un puerto USB. Torpe de mí, no se me ocurrió otra cosa que conectarlo y encenderlo. Jamás lo hiciera. A partir de ese momento, el GPS dejó de funcionar. Se quedaba mostrando sólo la pantalla inicial, sin llegar a pasar jamás al resto del programa. El sistema operativo del TDT -un linux, según pude ver- había fastidiado parte del sistema de encendido del GPS. Nos habíamos quedado ciegos para la etapa siguiente. Por suerte había sido previsor, y contaba con una copia impresa de la etapa del día siguiente. Pero el cabreo que tenía encima iba a durarme bastante tiempo. Y para colmo, la predicción meteorológica para el día siguiente iba de mal en peor: nos fuimos a dormir sin saber siquiera si al día siguiente íbamos a poder salir a rodar. Pero eso forma ya parte del relato del segundo día.

El mapa de la etapa es el siguiente:


Ver 2011/04/18: Etapa 1. Jaén – Zuheros en un mapa más grande

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia (según el velocímetro): 70’225 km.
  • Distancia (según el GPS): 74’667 km.
  • Tiempo de etapa: 4h 27m 56s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 6h 47m 0s
  • Pulsaciones medias: 121 pulsaciones/m (tramo Jaén – Alcaudete)
  • Pulsaciones máximas: 168 (tramo Jaén – Alcaudete)
  • Consumo medio de calorías: 810 kcal/h (tramo Jaén – Alcaudete)
  • Consumo máximo de calorías: 1170 kcal/h (tramo Jaén – Alcaudete)
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 1h 35m 37s (tramo Jaén – Alcaudete)
  • Consumo total de calorías: 3150 kcal (tramo Jaén – Alcaudete)
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11 mar 11 Visualización de mapas geolocalizados en un TomTom

Hace ya algún tiempo me compré un navegador TomTom One para el coche. Fue más bien un regalo para Ana, ya que por aquel entonces tenía la necesidad de recorrerse la provincia de Sevilla visitando institutos, y era una herramienta que le venia sumamente bien. Y para realizar viajes por carretera a otras provincias era algo que también nos resultaba práctico. Cumplía su función correctamente

Rápidamente decidí utilizarlo para algo más que llevarlo en el coche, pero la verdad, fuera de carretera dejaba bastante que desear, ya que los mapas -obviamente- sólo mostraban sitios por los que un coche era capaz de circular. Además de esto, echaba en falta la posibilidad de que el GPS registrara el recorrido efectuado de alguna manera, a fin de poder visualizar la etapa en otros medios, como por ejemplo Google Earth, u Oziexplorer. Así que, ante esta imposibilidad, dejé aparcada esta idea. Sin embargo, con el correr del tiempo, amigos y familiares empezaron a disponer de teléfonos móviles con GPS integrado: iPhones, Nokias, HTC… y poco a poco, a su estela, aparecieron las aplicaciones que permitían registrar el recorrido: Sportstracklive, Endomondo, AndAndo… La verdad, una auténtica virguería, pero que dejaban en evidencia a mi pobre móvil de infantería, que bastante hacía el pobre con sacar fotos y permitirme escuchar mp3.

En estas estábamos, cuando hace unas semanas llegué por casualidad a la wiki OpenTomTom, sitio en el que dan cuenta de aquellas aplicaciones que la gente ha ido desarrollando para complementar las funcionalidades de los GPS TomTom. Y es que, no lo olvidemos, el corazón de los TomTom no es más que un linux empotrado. Y raro es el linux al que no se le pueden hacer maldades. Tras un tiempo de búsqueda, encontré la aplicación perfecta para mí: ttMaps.

Captura de pantalla de ttMaps

Captura de pantalla de ttMaps

ttMaps es una aplicación que permite desplegar en el GPS mapas geolicalizados, lo que permite que mapas en el formato estándar .ecw sean copiados directamente a la memoria del teléfono, y utilizados para marcar tu posición. Esto ya de por sí era una virguería, y exactamente lo que desde hace tiempo estaba deseando. Pero no sólo eso: la aplicación te va mostrando el recorrido que estás efectuando sobre los mapas, de tal manera que puedes seguir la etapa que estás realizando. Y lo que es mejor: queda almacenada automáticamente, de tal manera que luego puede exportarse a formato .gpx, que es reconocido por cualquier software GPS medianamente decente. Incluyendo, por supuesto, Google Earth.

Ejemplo de recorrido sobre una carta geográfica

Ejemplo de recorrido sobre una carta geográfica

Con que sólo el programa hubiera tenido estas funcionalidades ya me habría hecho alcanzar el nirvana, pero es que había más. De la misma manera que puedes exportar recorridos, también te permite importarlos. A partir de un recorrido en formato .gpx, el ttMaps es capaz de generarte una ruta y mostrártela sobre las cartas, de tal manera que puedas seguir el recorrido directamente sobre el GPS. De un plumazo, las cartas topográficas y la brújula acababan de caerse de mi mochila ciclista.

Dicho y hecho. No me quedaba más que probar la aplicación. La primera dificultad vino por el hecho de que la aplicación, por razones de copyright, viene sin cartografía alguna, aunque te proporciona enlaces a sitios desde donde se puede descargar cartografía libre. Ninguna maravilla, la verdad, pero sirve para hacerte a la idea de lo que puede hacer la aplicación. Así que me tocó buscarme las habichuelas. Pero para eso tenemos al todopoderoso Google.

Mapa de topografía de España

Mapa de topografía de España

A través de Google encontré la página Iogrea, que proporciona la cartografía nacional española del Ministerio de Fomento a escala 1:25.000, escaneada, georreferenciada y almacenada en formato .ecw, lista para introducirla en el GPS. Y que, además, se ve bastante bien en el TomTom One que manejo.

Otra alternativa para encontrar una magnífica cartografía es el Centro Nacional de Información Geográfica, que a través de su centro de descarga proporciona, con registro gratuito, gran cantidad de cartografía de manera gratuita. Aunque en este caso sólo son utilizables directamente las ortofotos PNOA que proporcionan en formato .ecw. Son una auténtica virguería, pero con un peso de unos 500 megas por ortofoto (y eso sólo para cubrir la superfie equivalente a una carta del Servicio Geográfico del Ejército a escala 1:50.000), quizás no eran lo más adecuado para mi pobre TomTom, que sólo dispone de 700 megas libres en su memoria interna.

Antes he dicho que estas dos cartografías eran directamente importables en ttMaps, y esto no es del todo cierto. ttMaps necesita que el datum y la proyección utilizadas en la carta estén registrados en su base de datos, de tal manera que, una vez establecida la posición mediante los GPS, pueda mostrar nuestra posición exacta en la carta. En el caso de las cartas de las ortofotos, utilizan el datum ETRS89, que sí está incorporado en la base de datos de ttMaps, pero no así la proyección HU30, correspondiente a Córdoba. Esto no es demasiado grave, ya que el autor proporciona una manera para actualizar la base de datos de la aplicación (además de ofrecerse para incorporar más cartas de manera oficial a la aplicación). En el caso de las cartas 1:25.000 de Iogrea, tanto el datum como la proyección sí están reconocidas por ttMaps. Y sin embargo, tampoco era capaz de importarlas.

La razón a este problema era la siguiente: las cartas hacen uso del datum WGS84, y de las proyecciones NUTM29, NUTM30 y NUTM31. Sin embargo, en las cartas tienen esta nomenclatura con un espacio de separación, mientras que en la base de datos vienen sin él. La solución, es este caso, era sencilla: editar la base de datos sqlite de la aplicación, y añadir el dichoso espacio. Dicho y hecho. Desde ese momento, pude importar las cartas sin ningún problema.

He estado usando estas semanas ttMaps en mis salidas con la bici, y el resultado ha sido magnífico: durante la etapa podíamos ver nuestra posición en los mapas con una exactitud de centímetros. Y luego, en casa, podía exportar la etapa, verla en Google Earth, Oziexplorer, e importarla a mis mapas de etapas en Google Maps. Incluso el pasado domingo pude importar una etapa encontrada en Wikiloc (Cantina – Central Cala – Cantina) para utilizarla como núcleo central de nuestra etapa de ese día. Y con un magnífico resultado.

La pega de todo este tinglado, es, cómo no, el tiempo que dura la batería del GPS. Pese a que la aplicación dispone de un sistema de ahorro de energía bastante decente (apaga la pantalla del TomTom después de un tiempo si no se encuentra conectado a una fuente de alimentación), la duración de la batería no pasa de las cuatro horas y media. Y la verdad, todas las etapas que estoy haciendo últimamente rondan ese tiempo. Voy a tener que buscar una manera de cargar la batería del GPS cuando estoy en etapa. Y sólo se me ocurren dos maneras de hacerlo: rescatar el rectificador que preparé hace ya tiempo y ponerle un buje con dinamo a la bici, o llevarme el cargador y aprovechar alguna parada para repostar para dejar un rato el GPS cargando.

Aún así, estoy encantado con la aplicacion. Espero sacarle mucho más partido a partir de ahora al GPS en mis correrías ciclistas por el mundo. :mrgreen:

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